miércoles, 27 de junio de 2012

SOL Y ARTE EN LA MAÑANA DE SAN JUAN





FOTOGRAFÍA: Desde Peña Monte (Peñahorada). Tomada en 2011 

Este año no he podido asistir al espectáculo del sol sanjuanero, me perdí la llegada de la Rueda de la Fortuna, que tal vez prometió la salida de la crisis que nos agobia. La sesión me pilló en Madrid, pero entre calor asfixiante, coches, ruido, sudor y cerveza, no me olvidé de la mañana de San Juan, ni del sol centrifugador que aparece en el horizonte lejano de mi aldea. Como todos los años, la escena se repite a la misma hora y en el mismo lugar, allá por los Montes Obarenes, muy cerca del Reloj de la Bureba. Nada hay más puntual en el tiempo y en el espacio que una salida del sol en la Mañana de San Juan, nada hay más bello y sorprendente que la aparición de los cegadores cuchillos que giran y giran al alba, cuando la zorra madruga. Queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, lo que aquí podéis ver es arte en la naturaleza en estado puro. Picad en la foto, la disfrutaréis más. 

lunes, 11 de junio de 2012

ARQUITECTURA TRADICIONAL, O POPULAR, O VERNÁCULA, QUE SE PIERDE, QUE SE HA PERDIDO...

Antes

Después

FOTOGRAFÍAS:  En un lugar del valle de Mena (Tomadas en 1982 y 2007). 

La conservación de la arquitectura popular es una de las asignaturas pendientes en Burgos. Pero me temo que cuando estemos al final de la carrera, a punto de graduarnos, será ya demasiado tarde, pues para entonces ya se habrá perdido la mayor parte de las muestras que más valor tienen o tenían. Viajero tantos años por la provincia, he visto cómo han desaparecido elementos y formas de construir que dieron carácter a distintas zonas de la misma. Unas veces se tiran o han tirado, sin miramiento alguno, construcciones originales bellísimas, para, en su lugar, levantar otras totalmente distintas y “modernas”; otras se modifican creando sin rubor pastiches infames; y hay también casos en que se han intentado adaptaciones más o menos respetuosas con los originales, aunque el resultado final no llegue a engañar o a confundirnos. Podríamos decir, pues, que, sin un seguimiento adecuado y puntual por parte de la autoridad competente, cada cual ha intervenido en su casa o vivienda como mejor le ha parecido. Eso sí, supongo que con el consiguiente abono de las tasas por obra. De este modo, gran parte del patrimonio edificado rural, uno de los grandes activos culturales y una de las señas de identidad más fuertes de las regiones, zonas o comarcas, poco a poco, o mejor, con gran rapidez, se ha perdido o está perdiendo. Y es que, debemos reconocerlo, la conservación del patrimonio no es lo nuestro.

Sirva este lamento para traeros hoy, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, un par de fotografías que acabo de encontrar en mi baúl-archivo. Las dos son del mismo lugar del valle de Mena, pero hechas con un intervalo de un cuarto de siglo (1982-2007), muy poco tiempo. Quizá no sea un caso de los que más hieren la vista, ni mucho menos, pero sí se advierte en el cambio  la pérdida del auténtico sabor de lo tradicional.

martes, 5 de junio de 2012

POR EL GRAN CAN DE MUÑÓ (III) EL CASTILLO DE LOS CONEJOS







FOTOGRAFÍAS: Castillo de Muñó, con su ermita, en Villavieja de Muñó (Tomadas el 24 de mayo de 2012). 

Nos habíamos quedado en la Caseta del Tío Julián, la del majuelo olvidado de Mazuelo. De aquí seguí a Villavieja por tierras verdes del Gran Can de Muñó.  Quería disfrutar del magnífico panorama ya descrito, sentarme en la butaca para otear los horizontes del Arlanzón, ver si era verdad que desde allí se podían distinguir los capiteles de la Catedral, como se afirma en la enciclopedia Madoz, recorrer también el perímetro del castillo arruinado, conocer de cerca un muñón medieval que siempre, en la distancia, más me pareció una muela que un castillo. Ciertamente, no es mucho el espacio existente para fijar un castillo, ni siquiera roquero, pero la tradición y los documentos avalan el lugar como asentamiento castellar y no dejan lugar para la duda. Nada queda ya a la vista de sus muros, como nada queda ya del viejo Conjuradero del pueblo;  piedra que se veía, piedra que se llevaron, todo es adivinable con la lógica medieval, sólo algunos fragmentos de tejas y el hundido de la torre del homenaje, más mil años de antigüedad, más alguna leyenda nacida de la magia del lugar y forjada en los pueblos de Muñó. Ya no hay sacristán en la ermita crecida a sus pies, ya no llegan los curas que se reunían por decenas, año tras año, el último sábado de agosto. Ya sólo quedan conejos, los conejos que han minado hasta la extenuación el muñón resultante del castillo caído. Sus cuevas parecen accesos a pasadizos que llevan a cámaras ocultas, y adivino en el interior cónclaves de cientos de conejos, Capítulos celebrados en huecos húmedos de la memoria, en salas rezumantes de historias y del moho de los siglos. En sus asambleas anuales los cuatropatas hablan y no paran de la visita, en una ocasión sin data, de una mujer, de una chica que se atrevió a entrar en su reino oscuro, cuando aún se podía, y propagó después, por todo el Can, que había visto allí una gallina de oro y sus polluelos también de oro. Los conejos hablan y no paran también de un pasadizo que sólo ellos conocen, de un largo y abovedado pasaje que comunica con el Arlanzón, con el río. Después, al terminar sus reuniones, salen de sus madrigueras de la Historia y descansan, se relajan oteando sus conocidos horizontes.