FOTOGRAFÍAS: Sol del poniente en San Juan de Ortega (Tomadas el 22 de septiembre de 2012).
Días atrás, queridos amigos y seguidores de este Cajón
de Sastre, pude cumplir con otra de mis
asignaturas pendientes, la contemplación del llamado “Milagro de la luz
equinoccial en San Juan de Ortega”. ¡Ya iba siendo hora! Y tengo que deciros
que, sin entrar a valorar si el tema merece la consideración de milagro o no,
tras la visita me han surgido algunos interrogantes. El primero de ellos es que
la ventana de la torre por donde se cuela dicha luz equinoccial me parece a mí
que es ojival, es decir, gótica, es decir, posterior al tiempo románico, es decir, no
contemporánea del célebre capitel en San Juan de Ortega. Por lo que no parecería muy acertado
atribuir a la magia y simbolismo del románico semejante coincidencia
“milagrosa”. Bien es cierto, sin embargo, que se nota claramente una
restauración reciente de dicha ventana.
¿Y si fuera románica en su origen?, ¿hay datos de que esto pudo ser así? La cosa cambiaría y me encantaría que los hubiera. ¿Podría ser
que el escultor románico que labró el famoso capitel supiera o imaginara que un
siglo más tarde habría de entrar una luz equinocial para iluminar su obra? Muy dudoso, pero me encantaría
también que fuera así. Qué le voy a hacer, esta vocación de incrédulo que me
domina me lleva a mil y una interrogantes, o a poner en duda cualquier cosa. Y es que, necesito más luz.
Por otro lado, me parece una exageración decir, (como
he podido leer en algunos lugares de Internet) que es la tradición y sabiduría
popular la que ha acuñado la expresión “Milagro de la luz equinoccial”, cuando
antes de los años setenta del pasado siglo me parece recordar que ni se conocía
ni se hablaba del tema. Luego el “invento” debe ser relativamente moderno, más
debido a una operación de marketing que a otra cosa. Un invento que lleva
camino de convertirse, con el paso de los años, en un fenómeno de masas, si no
lo es ya. Digo masas porque así me pareció la multitud que se agolpaba en la
iglesia para la citada contemplación. Una multitud, todo hay que decirlo, que
en mi opinión debería ser más silenciosa para poder disfrutar todos con el
recogimiento debido de esos cinco minutos mágicos.