lunes, 24 de febrero de 2020

DEL SOL Y LA LUNA DE ROSA BRITEZ AL SANTUARIO DE LA VIRGEN DE LA CUEVA, O AL REVÉS

Hermosa fachada con rosetas en Pradilla, ejemplar restauración

Santuario de la Virgen de la Cueva en Hontangas
Dos rosetas estrelladas acompañan al sol y la luna 


FOTOGRAFÍAS: Casa en Pradilla. Sol y luna en la Virgen de la Cueva. Rosa Brítez en Itá (Tomadas en 2020 y 2002) 

En la emocionante búsqueda de rosetas hexapétalas que hoy me lleva, últimamente se han empeñado en salir a mi  encuentro el sol y la luna. Pareciera, queridos amigos, que una mística conjunción entre los dos astros se haya dado para hacerme ver que de los cielos han descendido y que se les puede tocar sin necesidad de ser astronauta. Pareciera, digo, que todo se ha conjugado en estos últimos días para que la luna y el sol se hayan colado en mi diletante vida. Ayer, en ruta por el sur de la provincia, persiguiendo a dichas rosetas llegué a los confines; visité Pradilla y Fuentenebro, y también Hontangas; sí, Hontangas, ese lugar santuario de la Virgen de la Cueva en cuya extraordinaria fachada conviven dos hexapétalas en forma de estrella con los siempre hermanados astros, el sol y luna, el día y la oscuridad. Ambos, con sus vibrantes y simbólicos rayos no consiguieron cegarme sino emocionarme. Conocía el santuario, pero de tiempos en que otros temas y no el de las rosetas me guiaban. El problema es que una cosa te lleva a otra, y otra a otra más, como dice mi amiga Egeria, y en esa  diversificación uno corre el riesgo de perderse. Y es que el mundo de los símbolos es tan infinito como el espacio. Pero ahí estamos.


El sol y la luna de Rosa Brítez


Decía que todo parecía que se hubiera conjugado para que el sol y la luna se convirtieran, de la noche a la mañana, en compañeros del viaje que tengo emprendido porque algo más ha sucedido. Hoy, buscando una grabación de canciones del Paraguay, que obtuve en un viaje de 2002, entre canción y canción guaraní me ha aparecido una entrevista que hice entonces a Rosa Brítez, la famosa “ceramista de América”, como llegó a ser conocida, y ello me ha hecho recodar que el mismo sol y la misma luna que ella modeló me miran sin pestañear desde el altillo de uno de mis muebles. Tantos años allí colocados, los dos astros de Rosa con el tiempo hicieron costumbre, y como suele suceder los ojos acostumbrados llegan a no mirar. Ah, pero al escuchar aquella entrevista todo volvió a cobrar vida. ¿Qué fue de Rosa? ¿Qué fue de aquella laboriosa y galardonada mujer paraguaya que tan primorosamente, en su taller de Itá, modelaba el barro negro? (“Es tierra negra y se llama ñaycú en guaraní, tierra medicinal, muy buena para la artritis”, nos contó).
Por Internet he sabido que Rosa Brítez murió en 2017 a los 76 años. Y por saberlo, hoy quiero rendirle mi particular homenaje, no solo por su arte, sino por el bello momento que nos hizo vivir viendo cómo domesticaba el barro a la par que nos contaba tradiciones guaraníes. Reproduzco un fragmento de aquella inolvidable entrevista, mezcla de cuento y mágica realidad. Me he permitido titularlo


La luna y el sol se pelean en un eclipse

“Sé un cuento de mi sol y mi luna, que antes me dijeron [me contaron]. Bueno, cuando era niña me he criado curiosa, y después entré a la escuela a la edad de seis años. Después se murió mi mamá cuando yo tenía siete años. Entonces había un eclipse y nos corremos [refugiamos] todo el día en casa, porque se oscureció, porque estaba la luna nueva a la sombra y era de día. Después, yo le pregunté a  mi tía:
            -¿Qué es lo que le pasó?
Y me dijo:
-Es el eclipse de luna y sol. Entonses, el sol le dice… El sol era hombre y la luna era mujer, y se encontraron en un mismo camino -me dijo- y vamos a ver quién gana.
-Pero después de tanto tiempo, yo le dije: Yo quiero hacer la luna y el sol.
Y me dijo:
-Ahora vas a hacer, pero más tarde, ahora eres muy chiquitita, todavía vas a entrar a la escuela y no vas a poder hacer todavía, porque es difícil, no se puede mirar al sol, no se nota la cara -me dijo- Acá en la luna también se nota un burrito y una señora que está ensima del burro.
Entonses yo le dije:
-Sí, le he visto, y [también] una montaña. Entonses yo hago, cuando pasan los tiempos, y estoy prácticamente sola con mi hijo, ya independiente, y pienso por mi tía: Voy a hacer el sol y la luna, y voy a poner los rayos, pero no voy a ponerla orejas, para que sepa la gente que era sol, y para que entienda que tiene el ojo, la nariz y la boca, menos la oreja. Y a la luna voy a ponerle en el cabello rulitos. Y por eso se nota [en] mi sol y mi luna que es varón y mujer.  [Desde] entonces hago el sol y la luna”.


Rosa  Brítez modelando en su taller de Itá (2002)

lunes, 3 de febrero de 2020

EL SOL Y LA LUNA, SÍMBOLOS DE PIEDRA

Rosetas, sol y luna en portada de la iglesia de La Parte

El sol y la luna en portada de Mansilla 

El sol de Mansilla se hace el dormido, 
aunque entreabre los ojos...  

... para mirar a su Luna despierta 


FOTOGRAFÍAS: Iglesias de La Parte y Mansilla (2019). Convento de Villanueva de los Infantes (2020). 


Una vez encontré un pez grabado en un eremitorio rupestre de la Sierra burgalesa, de eso hace una era geológica. El pez estaba muy desdibujado por la erosión, pues se encontraba en roca madre y al aire libre y habían pasado muchos siglos desde que en época premedieval fuera grabado. Pero se apreciaba que era un pez, un pez que entre los viejos cristianos venía a representar a Jesucristo. Aquel descubrimiento fue mi primer encuentro de importancia con la iconografía cristiana, y ha  tenido que pasar mucho tiempo para que de nuevo hoy ese universo de los símbolos se haya colado en mi aventura de conocer la provincia de Burgos. Como sabéis los amigos que seguís estas Memorias, desde algunos años ando ocupado en seguir la pista de la roseta de seis pétalos, recogiendo y catalogando sus manifestaciones por los pueblos aquí y allá, tanto las representadas en las casas como en las iglesias y otros edificios. Y si os digo la verdad, el tema da tanto de sí, y tiene tantas aristas, que me resulta casi inabarcable. Pero en fin, ahí ando, perdido en el berenjenal de los símbolos, de pueblo en pueblo, de iglesia en iglesia, tratando de conocer mejor cómo fuimos y en lo que creímos. Que es así como, en ese seguimiento de la hexafolia, por caminos que nunca soñé, llegué a encontrarme con otras representaciones que llamaron mucho mi atención, entre ellas el sol y luna, que es como decir el día y la noche, casi siempre compañeros de viaje de las rosetas. Hoy, queridos y curiosos amigos, os traigo representaciones de tan significativos astros hechos piedra correspondientes a las iglesias de La Parte (Hormazas) y Mansilla, más otra de regalo que una amiga me han enviado de un lugar tan lejano a Burgos como Villanueva de los Infantes. A mí me tienen maravillado, no sé a vosotros. Y aún más que las figuras, su simbolismo en la iconografía cristiana.   



El sol y la luna en un convento de Villanueva de los Infantes