FOTOGRAFÍAS: Casona con inscripción en Palazuelos de la Sierra (23/11/2019).
¿Os lo he dicho alguna vez? No estoy seguro.
Por si acaso, os lo digo ahora, queridos amigos de este Cajón de Sastre: soy un enamorado del
color de la piedra juarreña. Qué le voy a hacer, soy tan enamoradizo, que hasta
de las piedras. Aparte de la broma, quisiera que estas primeras líneas fueran
una especie de canto al color de los pueblos de la Sierra baja de Burgos, de esos pueblos
que cuando el sol los ilumina, en cualquier momento del día, tiñen de rojo
nuestra mirada. Es un rojo arenoso de piedra roja que lo mismo sirvió para dorar
ricos monasterios (Bujedo, San Millán… ) que para construir pueblos de humildad
extrema en un clima también extremo. Es una piedra de minas rojas, autóctonas y milagrosas,
que permitió construir a canteros sin academia paredes que hoy nos conmueven.
Fueron pueblos pobres, sus tapiales pobres, y las casas igualmente pobres,
mínimas, aunque hoy ya no lo sean. Su color, hoy como ayer, es rico en tonalidades,
y al llegar la tarde expande su arrebol con increíble fuerza por las ramoneadas
praderas donde las vacas pastan inmersas en beatíficos pensamientos.
Todo lo anterior, por supuesto perfectamente
prescindible, es para situaros en uno de esos pueblos rojos juarreños,
Palazuelos de la Sierra, donde recientemente localicé una nueva inscripción, de
las muchas que llevo recogidas, en la portada de una casona antigua, que por
cierto amenaza ruina. Escrita en latín y fechada en 1747, la grabación tiene la
originalidad de ser planteada como un juego de palabras, un acertijo o
jeroglífico que como resultado final lleva al ensalzamiento de la
“pobreza”. Pero ojo, esto no lo sé
porque sea capaz de interpretar latín (una de mis muchísimas limitaciones),
sino porque alguien me ayudó, alguien seguidor de este blog que sintió lástima
de mis incapacidades. Sucedió que este “alguien”, a quien nunca agradeceré
bastante sus colaboraciones (esta y otras), puso mis fotografías a disposición
de sus hermanos, historiadores y latinistas de Jaén, y estos se lo trabajaron
con gran esmero y generosidad. Sé que disfrutaron al desencriptar el mensaje,
pues lo vieron como un muy interesante hallazgo, y esto me reconforta.
He de agradecer también a mi amigo
Álvaro Castresana, paleógrafo burgalés, a quien envié también detalle de la
inscripción y llegó a la misma lectura y conclusión que los anteriores
investigadores.
Dejo aquí lo importante de esta
entrada, es decir, el comentario de los especialistas de Jaén:
“Así parece legible, pero en realidad
es un texto copiado de un libro, de un manual de 1617: Digesta scholastica in
gratian puerorum edita, donde
el texto bien copiado viene a decir lo siguiente:
Dimidium Pauli, totum
Per, et ultima quantas
También he visto un texto de 1737, que
explica perfectamente el significado de esta frase críptica, que no deja de ser un acertijo (…). Se trata de un adagio,
que figura en dicho libro con el número 30.
dimidium Pauli, totum per, et ultima
quantas
Preguntado un estudiante por qué
andaba por tantas ciudades, la respuesta fue esta: que quiere decir
La mitad de Pauli,
todo per y la última sílaba de quantas: paupertas.
Es decir, el
dintel, con las dos llaves y la inscripción, viene a significar que la pobreza
es la puerta del cielo".
A veces, queridos amigos, las piedras grabadas de nuestros pueblos nos llevan por caminos extraños
que nunca hubiéramos soñado. Agradezcamos por ello a Franciscus A Benito, dueño de la casona en el
siglo XVIII, que no debió ser pobre a juzgar por la nobleza de la construcción,
que nos dejara escrito en el dintel de su casa este juego de palabras que nos enriquece.