domingo, 20 de noviembre de 2022

ANDAMIOS EN SAN PEDRO DE LA HOZ


La pequeña iglesia de San Pedro de la Hoz
guarda un tesoro campanil.


FOTOGRAFÍAS: Iglesia de San Pedro de la Hoz (Tomadas el 18 de noviembre de 2022)

Hoy me complace daros una buena noticia, queridos amigos de este Cajón de Sastre. Anteayer pasé por San Pedro de la Hoz y comprobé que su iglesia estaba rodeada de andamios. Me interesé por la obra que se estaba llevando a cabo y me informaron de que están restaurando sus dos cubiertas, la de la propia iglesia y la del campanario. Una magnífica noticia, sin duda, pues aquello por lo que suspirábamos aquí hace años, la protección del campanario que aloja las dos monumentales, legendarias y epigrafiadas campanas que contiene, una medieval y otra de mediado el siglo XVI, al parecer está en trance de solucionarse. En una vieja entrada de este blog, referida a estas campanas (11 de julio de 2012), decíamos que el humilde espacio que los alojaba nos parecía demasiado endeble como para sostener tan voluminosos cuerpos y clamábamos por una protección mayor que la que tenía. Y bueno, no es que con el retejado que ahora se lleva a cabo el tema del campanario quede resuelto del todo, pero al menos no se vendrá abajo por culpa de las siempre destructoras goteras. Las campanas de San Pedro de la Hoz son dos ejemplares sumamente importantes, y se requeriría, quizá, una intervención más sólida y acorde con esa importancia. Me atrevo a sugerir, por ejemplo, y si es que no estuviera proyectado, ahora que están los andamios instalados, que se aproveche para reforzar los muros más débiles. La singularidad de las susodichas campanas bien merece todo lo que llegue a hacerse para la consolidación del conjunto, si no es ahora, lo más pronto posible. 

lunes, 14 de noviembre de 2022

LA ÚLTIMA OLMA VIVA

Una olma olvidada...


junto a la Ermita de la Virgen Blanca... 


FOTOGRAFÍAS: Olma de Quintanilla del Monte en Rioja (Tomadas en noviembre de 2022)

       Recordaréis, queridos amigos, que hubo un tiempo en el que, en este mismo Cajón de Sastre, fuimos guardando en capítulo especial los árboles más ancianos que íbamos encontrando en nuestras andanzas por la provincia de Burgos. Registramos y dimos a conocer entonces una buena colección de matusalenes vegetales, algunos con nombre propio, cuyos robustos troncos se hallaban, por lo general, enraizados y escondidos en nuestros bosques, o acompañaban a solitarias, y no tan solitarias, ermitas desde el origen. Robles, encinas, morales, sabinas, nogales, olmos, tan arraigados en nuestros ecosistemas burgaleses, la mayoría con varios siglos de antigüedad, fueron apareciendo en este Cajón de Sastre a medida que los íbamos localizando.  

Había alguno de aquellos gigantes de los que solo quedaba su tronca desnuda. Eran cadáveres que permanecían en pie. Eran los olmos, o por mejor decir, las olmas, pues algunas especies, por tradición, se han feminizado al alcanzar un importante grado de robustez. Guardamos con tristeza en nuestro Cajón alguna de esas olmas sin vida, sabiendo que los olmos burgaleses, que tanto abundaron y que tanto significaron para la vida de nuestros pueblos, como especie estaba sufriendo una fase de extinción (de todos es sabido que los olmos mueren todos los años al poco de haber nacido por culpa de un virus de nombre raro).  

Todas las olmas que localizamos estaban muertas... ¿Pero en verdad todas las olmas están muertas? Todas no, hay una que vive, una que ha resistido los embates de los siglos y que al parecer ha sido inmune al virus que mata a todas las de su género. Me explico: recientemente un seguidor de este blog escribió un comentario para alertarnos a todos de la existencia de una olma con vida en un pueblecito cercano a Belorado, para más señas, Quintanilla del Monte en Rioja. ¡Una olma con vida, una superviviente! Parecía algo increíble. Quizá el informante se equivocaba, tal vez confundió el vegetal y no era un olmo. Había que ir a comprobarlo. Y sí, queridos amigos, no hace una semana que nos acercamos a Quintanilla y certificamos que, junto a la Ermita de la Virgen Blanca, situada a muy poca distancia del pueblo, se levantaba el ejemplar en cuestión; efectivamente era una olma y estaba viva y bien viva, como se encargaban de demostrarlo las numerosas y grandes ramas con hojas verdes que se alzaban al cielo desde su grueso tronco, a la sazón de casi cinco metros de perímetro.  

Así, pues, bien puede decirse que la olma de Quintanilla del Monte, rodeada de numerosos retoños, es una sobreviviente, una rara avis que, por no se sabe qué extraña cosa, continúa viva junto a la Ermita de la Virgen Blanca. Un prodigio digno de estudio que los científicos tendrían que abordar por si fuera que sus genes pueden ayudar a combatir la plaga que asola a los olmos.

 

de casi cinco metros de perímetro