lunes, 15 de julio de 2024

BODEGAS (VIII). BODEGAS PASIEGAS


Bodega en Lunada.
Un manantial en su interior genera el frío imprescindible 
para la conservación de los productos lácteos.  



Bodega en Lunada.
Aunque la mayoría de las bodegas pasiegas son de acceso llano,
esta de Mohedillo, en Lunada, dispone de tres escalones para llegar al agua. 

FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Cuatro Ríos Pasiegos (Tomadas en 1995).

Existen en la zona burgalesa de Cuatro Ríos pasiegos una serie de subterráneos con evidente parecido a las bodegas tradicionales del vino. Reciben también el nombre de bodegas, y su razón de ser, al igual que en las vitivinícolas,  es el de obtener frío para la conservación de productos, en su caso y fundamentalmente los de la leche. Exteriormente muchas de estas bodegas pasiegas, por estar excavadas en taludes o pronunciados relieves del terreno, y tener accesos con frontis de obra muy semejantes (aunque más reducidos en tamaño), se parecen tanto a las de vino que alguien que no esté avisado puede llegar a confundirlas. Hay, sin embargo, una diferencia notable en ellas. Mientras las del vino tienen una zona hundida para la producción y conservación de los caldos, a la que se accede por un pasillo inclinado con una sucesión de escalones, las pasiegas tienen el acceso llano: llano y sencillo, pues nada más rebasar el umbral de la puerta se está ya en el recinto aprovechado, por regla general mucho más angosto. Interiormente en nada se parecen, y es lógico que así sea, pues si en las del vino el frío es buscado y obtenido en profundidades excavadas, en las pasiegas ese frío se obtiene de aguas subterráneas nacidas en dicho recinto. 

En las bodegas pasiegas la leche, dentro de ollas y cacharras, se dejaba sumergida en el agua, compartimentada o no, y a veces también en pequeñas hornacinas fuera del agua, todo ello con el fin de conseguir la nata; de ahí que a veces se utilizara la expresión “nataderos” para referirse a ellas. Los pasiegos dejaban también, en estos pequeños antros de frío, las mantecas que ellos mismos elaboraban para la conservación hasta el día de su consumo o venta. Y había quien alojaba productos perecederos sin relación con la leche, como si de un frigorífico moderno se tratara.

Muchas de estas bodegas pasiegas, debido a la gran despoblación sufrida en Cuatro Ríos Pasiegos en los últimos años, y la consiguiente falta de usos y cuidados, se hundirán irremisiblemente, y entonces se habrá perdido un patrimonio de extraordinario valor etnográfico.


Bodega en El Bernacho (La Sía). 


Bodega en Peña Negra (Trueba)
Cada bodega tuvo su puerta, pero hoy apenas si
queda alguna como testimonio.  



Bodega en Rioseco 
Algunas bodegas pasiegas contienen en el interior compartimentos de agua
para introducir en ellos recipientes con la leche. 


domingo, 7 de julio de 2024

BODEGAS (VII). BRINDIS POR EL 15 ANIVERSARIO DE MEMORIAS DE BURGOS

Performance: brindis a la entrada de una bodega de Basconcillos de Muñó

FOTOGRAFÍA: Brindis en bodegas de Villahoz y Basconcillos de muñó (Tomadas en julio de 2024)

Hoy, precisamente hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, se cumplen quince años desde que iniciamos este blog. Fue un 8 de julio de 2009 cuando vio la luz la primera entrada. Su título, “Santa Engracia, un fuerte en las nubes”, fue seguido de otros muchos, más de setecientos, de diversa temática y extensión. Para celebrar tanta vida, tantas fotografías y tanta palabra escrita y transcrita, y aprovechando que ahora estamos inmersos en las bodegas de Burgos, os propongo un brindis salido de la poesía popular del pueblo. Un brindis con el entrañable vino churrillo, por supuesto, aunque también estaría muy bien con un Ribera, un Arlanza o un Chacolí, marcas todas de la casa común burgalesa.

Gracias por vuestras visitas, queridos amigos. Choquemos ahora nuestras copas y brindemos con esta joyita oral recogida en Sotillo de la Ribera hace más de veinte años

         BRINDIS

       “Ven aquí vino valiente,

         dime dónde te has criado.

         Me he criado entre las hojas

         de las cuales me cortaron;

         me metieron en un cesto

         y a una pila me llevaron,

         y a patadas y puntapiés

         allí las tripas me echaron.

         Y ahora que me veo suelto

corro más que una liebre

y vuelo más que un milano,

me subo a la cabeza de los hombres

y puedo más que mi amo”.       

        Informante recitador: Manuel Meruelo, de 74 años, de Sotillo de la Ribera, 28/2/2005


 

Y por si nos hubiéramos quedado cortos en el libar con este brindis, aún nos quedaría el que sigue, que es extracto de una larga bendición paródica de la comida en tono macarrónico recogida en Melgar de Fernamental en 2001.


Brindemos, pues, de nuevo:

¡Mujeres!, ¿por qué aguáis el vino? ¿sois vosotras aguadas por ventura?

dice Galeno en su arte de cocina que el agua solo debe tomarse por medicina,

y con moderación, porque no sea causa que cause aplicación.

Alegraos, fieles, que el río viene turbio, sin duda nos anuncia otro diluvio.

Pero tengo entendido por el doctor Longines,

de que el segundo diluvio ha de ser de buenos vinos,

de que los arroyuelos crucen los caminos, las fuentes manen mistela,

y el Ebro se convierta en buen vino de Tudela.

Y tú, bota que has de colgar, no consentirás en tu seno ni una sola gota de agua,

sino de vino que sea puro y bueno.

Y te queremos como hermano, de verte siempre entre las manos,

y lo que a nosotros nos pena, es que de cada vez que te veamos no estés llena,

y verte a ojos ciegas por eternidades, por eternidades en las bodegas”.

 

Informante recitador: Claudio Gutiérrez del Olmo, de Melgar de Fernamental.

Tenía 73 años cuando fue entrevistado por E. R. M. el 3/10/2001


Performance: brindis en bodega de Villahoz.

lunes, 1 de julio de 2024

EL INCANSABLE BAILARÍN DE SAN MILLÁN


En grupo, solo o acompañado, bailar en las fiestas de los pueblos
es la pasión de Daniel.


FOTOGRAFÍAS: Fiesta de San Juan en Villazopeque (Tomadas el 24 de junio de 2024)


Interrumpo la serie sobre bodegas que aquí llevamos para contaros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, una experiencia que recientemente he tenido ocasión de vivir, y de disfrutar; involucra a una persona extraordinaria que de un tiempo a esta parte viene haciéndose popular en las fiestas de nuestros pueblos. Os cuento:

Invitado por dos buenas amigas a las fiestas patronales de su pueblo, Villazopeque, el día de San Juan acudí a este lugar, y como un participante sanjuanero más asistí a la programación con buen ánimo, pues lo tradicional y festivo de los pueblos, con sus reuniones familiares, gaitas, tamboriles y ropas de domingo, suele emocionarme; hay algo  de auténtico en ello que me hace creer que no todo está perdido. Por la mañana, a la salida de misa, hubo convite en el ayuntamiento, y mucha gente, mucha más gente que habitantes de a diario en esta villa nos arremolinamos en torno a pinchos y bebidas.     

Por supuesto, cuando recibí la invitación a la fiesta ignoraba que en su transcurso habría de conocer a un curioso personaje que, si no fuera de carne y hueso, como bien pude comprobar, pues le estreché la mano y sentí su calor, hubiera pensado que se trataba de un muñeco mecánico de cuerda larga, por no decir de movimiento continuo.


Daniel baila y baila sin parar, como si en ello le fuera la vida


San Juan de Villazopeque tiene quien le baile.


Por la tarde, tras la comida, cuando el sol más apretaba y sobraban las chaquetas, voltearon las campanas, sonó la música y se organizó la procesión. San Juan, el de la noche parrandera y la mañana mágica, fue sacado de su largo encierro como siempre se sacó en este día. Yo mismo recorrí las callejuelas del pueblo detrás de él, como un vecino más, mientras redoblaba el tamboril, sonaba la gaita y algunos danzantes bailaban la jota delante. Un cuadro que invitaba a la ternura, queridos amigos. Pero más conmovedor aún fue el hecho de que un danzante, a quien nadie conocía y con chaqueta y pantalón oscuros, bailara en el grupo sin parar, con la solvencia de un profesional y con tantas ganas que parecía que en ello le fuera la vida. ¿Pero, quién era aquel admirable bailarín que con tanta vehemencia y arte se movía? ¿Era acaso alguien contratado para la fiesta? Entre sorprendido y admirado, pregunté a varias personas que seguían la procesión y nadie supo darme razón de quien era aquel auto-invitado que, empapado de sudor, bailaba y no paraba de bailar. Nadie le conocía, nadie sabía de dónde había venido. “No es de aquí, he oído que debe ser alguien que va por los pueblos a bailar en las fiestas”, fue lo más que pudieron decirme.

Al volver de la procesión hubo un alto a la entrada de la iglesia, los joteros siguieron bailando al santo, y el infatigable y desconocido bailarín, seguía moviéndose como si nada bajo el inclemente sol de las cinco de la tarde. Pararon los demás y él seguía y seguía bailando, solo o con quien quisiera acompañarle, al tanto que chorros de sudor brillaban y corrían por su cuello.  A continuación, junto al ayuntamiento, se preparó el baile formal y un disk-jokey animó al personal (por lo general gente joven), con toda suerte de “piezas”, desde el obligado pasodoble al reguetón, pasando por “el serrucho”, “la mahonesa” y otros que ni conozco ni recuerdo. El bailarín no perdía comba, conocía los pasos de cada una y los interpretaba con tanta maestría y dedicación que a todos dejaba atónitos. Paró por unos instantes el dj y fue cuando, no pudiendo contener por más tiempo mi curiosidad, me atreví a dirigirme a él para saber sobre su persona, sobre el porqué de su especialidad bailona y sobre su presencia en Villazopeque. Me dijo su nombre, Daniel Arce, que era de San Millán de Juarros, que tenía 25 años, que su afición al baile le venía de muy chico, que le gustaban las tradiciones de los pueblos y que por eso, siempre que sabía de una fiesta,  acudía a ella con su coche para animar el cotarro y ayudar a que lo tradicional no decaiga. “Ah -le dije-, a mí me gustan también las tradiciones populares, incluso he llegado a escribir alguna cosilla sobre los pueblos”. Me preguntó mi nombre, y al dárselo fue cuando me estrechó la mano y me dio su permiso para escribir. 

Daniel Arce, el incansable bailador de los pueblos