FOTOGRAFÍAS: Iglesia rupestre en el valle de Ilhara (Capadocia). Iglesia rupestre de Bobastro (Málaga). Iglesia rupestre en Presillas de Bricia. Habitaciones rupestres colgadas en un cantil de Bricia.
Me gustaría creer que fue algún monje arquitecto bizantino, llegado del capadocio valle de Ihlara, quien trajo a España sus gustos y su arte en la construcción de las iglesias rupestres españolas, iglesias que, como la de San Miguel de Presillas, en la provincia de Burgos, tienen tanto parecido con las turcas bizantinas. Me gustaría creer en un monje, arquitecto y viajero, quizá discípulo de San Basilio, uno que, venido desde la muchedumbre cristiana que habitaba las iglesias excavadas y sin un mal vuelo charter del que servirse, atravesó el sur de Europa para impartir sus conocimientos constructivos y saberes teológico-filosóficos entre una población moradora de montañas abruptas y salvajes como las del norte de Burgos. Me gustaría creer eso, ya digo. Pero mis deseos pueden y deben ser sólo ensoñaciones, nada que ver con la realidad que fue y consecuencia de cuando uno se siente desbordado por la Historia. Y ya, puestos a hacer ficción, me gustaría creer también en otra versión soñada. Me gustaría creer que fue el caudillo Omar Ibn Hafsún, el que, tras participar en la Batalla de Pancorbo (816) y acompañado de algunos místicos y leales mozárabes que le seguían desde su fortaleza en Bobastro, hizo un alto por los recónditos valles del Alto Ebro para cristianar a todo indígena viviente. Me gustaría creer que los arcos de herradura islámicos de la iglesia que mandó construir en el lugar malagueño fueron puestos en Arroyuelos o Manzanedo para sembrar arte donde no había nada. Pero todo ello no son otra cosa que quimeras, divagaciones que se me ocurren al contemplar las habitaciones rupestres colgadas en los paredones areniscos de Bricia, aquellas que quedaron olvidadas cuando presentamos a la sociedad burgalesa la iglesia y baptisterio rupestres de Presillas de Bricia (de eso hace ya 30 año). Me gustaría creer que fue en esas habitaciones y pasillos, que ahora apenas podemos ver debido a la erosión y a la selva que los oculta, donde vivieron los que horadaron y esculpieron aquella iglesia y la de Arroyuelos. Y es que, la historia verdadera, cuando no quedó escrita, permite muchos desvaríos.
Me gustaría creer que fue algún monje arquitecto bizantino, llegado del capadocio valle de Ihlara, quien trajo a España sus gustos y su arte en la construcción de las iglesias rupestres españolas, iglesias que, como la de San Miguel de Presillas, en la provincia de Burgos, tienen tanto parecido con las turcas bizantinas. Me gustaría creer en un monje, arquitecto y viajero, quizá discípulo de San Basilio, uno que, venido desde la muchedumbre cristiana que habitaba las iglesias excavadas y sin un mal vuelo charter del que servirse, atravesó el sur de Europa para impartir sus conocimientos constructivos y saberes teológico-filosóficos entre una población moradora de montañas abruptas y salvajes como las del norte de Burgos. Me gustaría creer eso, ya digo. Pero mis deseos pueden y deben ser sólo ensoñaciones, nada que ver con la realidad que fue y consecuencia de cuando uno se siente desbordado por la Historia. Y ya, puestos a hacer ficción, me gustaría creer también en otra versión soñada. Me gustaría creer que fue el caudillo Omar Ibn Hafsún, el que, tras participar en la Batalla de Pancorbo (816) y acompañado de algunos místicos y leales mozárabes que le seguían desde su fortaleza en Bobastro, hizo un alto por los recónditos valles del Alto Ebro para cristianar a todo indígena viviente. Me gustaría creer que los arcos de herradura islámicos de la iglesia que mandó construir en el lugar malagueño fueron puestos en Arroyuelos o Manzanedo para sembrar arte donde no había nada. Pero todo ello no son otra cosa que quimeras, divagaciones que se me ocurren al contemplar las habitaciones rupestres colgadas en los paredones areniscos de Bricia, aquellas que quedaron olvidadas cuando presentamos a la sociedad burgalesa la iglesia y baptisterio rupestres de Presillas de Bricia (de eso hace ya 30 año). Me gustaría creer que fue en esas habitaciones y pasillos, que ahora apenas podemos ver debido a la erosión y a la selva que los oculta, donde vivieron los que horadaron y esculpieron aquella iglesia y la de Arroyuelos. Y es que, la historia verdadera, cuando no quedó escrita, permite muchos desvaríos.
¡que bonito elias ,es maravilloso su bloc le sigo paso a paso en todas sus secciones y cada vez me asombro mas de ver como nuestro patrimonio se va desmoronando poco a poco y nadie se preocupa de hacer nada por evitarlo.quienes construyeron estas iglesias seguro que fueron grandes artistas .da mucha pena ver como cada dia muchos monumentos y pueblos de españa agonizan o mueren sin que los gobiernos o algunas administraciones se preocupen de ello,y se gasten dinero y suvenciones en cosas que solo a unos pocos les benefician.realmente las tierras de burgos son unas maravillas,pero en toda españa hay muchos patrimonios e historias casi olvidadas y que seria bonito que alguien como usted le diera un poco de luz y de vida .saludos y felicitaciones.
ResponderEliminarMuchas gracias por sus palabras de aliento, querid@ anónim@. Totalmente de acuerdo con su reflexión.
ResponderEliminarSaludos cordiales