lunes, 11 de abril de 2011

QUEMA EN LA ESTACIÓN







FOTOGRAFÍAS: Estación de Peñahorada, fc. Santander-Mediterráneo. Inauguración (1927) e incendio (9 de abril de 2011).



Ficción para una noche real

La pasada noche del vienes al sábado, en el viejo cargadero de la estación de Peñahorada, la lechuza oyó de nuevo un ruido que le era familiar. Ya están aquí otra vez, dijo. Y con lo ojos como platos, dispuesta a no perder ripio de lo que allí iba a acontecer, afirmó sus garras en el travesaño disponiéndose a ver la función. Debajo de su observatorio vio cómo de la furgoneta salían los señores de la noche, los que, como ella, vivían de la oscuridad. Pero... ¿dónde van hoy? Eh, señores, que la estación está aquí. Ni caso que le hicieron. Los saqueadores nocturnos se dirigían esta vez a la vieja taberna, aquella que sirvió en los días gloriosos del tren, frente al almacén patatero de la PROPASI que hoy insulta a los viajeros de la 629. Voló tras ellos la coruja, y tomó acomodo en lo alto de un ciruelo en flor. Desde su tribuna vio cómo, en un visto y no visto, en menos que canta un autillo, el tejado de chapa de la otrora taberna desaparecía. Nadie pasaba por la carretera, nadie pudo ver cómo se desnudaba al viejo establecimiento. Vaya, dijo la coruja, ahora tendré que buscarme una nueva residencia de invierno. Luego del despojo, los amos de la noche volvieron sobre sus pasos y cargaron la chatarra. La lechuza observadora voló detrás de ellos y tomó acomodo en su travesaño observatorio. ¿Y ahora qué hacen? Ah, se dirigen a la estación de tren, al bonito edificio que un día vi lleno de vida y que hoy, desconocido tras infinitos asaltos nocturnos, consume su última imagen. La coruja oye las voces, ve los movimientos, todo se produce sin sigilo, con total descaro, pues no se esperan más visitas. Al poco, distinguió un fugaz resplandor en una de las ventanas de cristales rotos ... Se oyó el ruido de un motor al alejarse. Luego, el silencio, las estrellas, la coruja impasible en el travesaño. Avanzada la mañana, los vecinos de Peñahorada vieron una gran columna de humo que salía de la parte de la estación. Alguien con conciencia, que circulaba por la carretera, observó también la humareda, se detuvo y llamó al 112. Al mediodía llegaron los guardias con sus atestados, a continuación los bomberos con sus mangueras y sus uniformes de astroanauta. Las vigas de la techumbre ardían, se oyó el estruendo de varios desplomes en el interior, la estación estaba herida de muerte. Qué pena de estación, qué pecado de patrimonio ferroviario perdido.

2 comentarios:

  1. ¿De verdad era como la primera foto? Que bonita era y como nos la han dejado :( Loreto

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  2. ¿Será fuego purificador? Lo dudo. Más bien fuego aniquilador de la memoria.

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