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Iglesia arruinada de Orbañanos.
El románico nos ve partir. |
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Portillo Valmayor.
En el lugar de La Cruz de la Peña.
Aquí se apostaban los salteadores de caminos
para robar a los que regresaban de las ferias con la bolsa llena. |
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El camino se hunde en la espesura... |
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... debajo de un planeta verde. |
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Restos de construción. El camino se humaniza. |
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Muro de contención. |
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Otoño en los montes de Besantes,
por el camino escondido |
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Al fondo puede verse la central atómica de Garoña. |
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El camino desciende a cielo abierto, hacia Bozoo. |
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Sierra de Besantes desde el camino. |
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Cerca de Bozoo el camino se convierte en pista. |
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Iglesia de Bozoo.
Nos vieron partir los restos románicos de Orbañanos
y nos ve llegar esta magnífica portada. |
FOTOGRAFÍAS: Tomadas en el verano y el otoño de 2011.
Siguiendo con la serie de pasos de montaña, traigo hoy aquí, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, una ruta en el valle de Tobalina que hasta este verano desconocía. Hago antes un inciso para deciros qué llegué recientemente a este valle con el ánimo de encontrar otro paso montañero al que desde hacía muchos años tenía echado el ojo. Me refiero a Paso Malo, en Pajares, debajo de las tumbas de la Peña el Mazo, y que yo pensaba que debía atravesar la sierra de Árcena para comunicar con tierras de San Zadornil. Semejante nombre ¡Paso Malo!, tenía para mi gran atracción. Sin embargo, al final resultó que se trata simplemente del inicio de una senda para remontar la sierra, sin comunicación alguna y sin connotaciones sociales de interés. Como se dice en estos casos “mi gozo en un pozo”. No obstante, en el mismo día de la exploración aproveché para visitar a mi amigo Ángel Oña, que vive en San Martín de Don. Le conté mis inquietudes por los portillos que significaron algo para las gentes de los pueblos. “¿Portillos? Mira, allí tienes uno, en Orbañanos”, me dijo señalando con el dedo índice la falda oriental del Humión. “Es el Portillo Valmayor”. Le pedí detalles y prefirió acompañarme hasta Orbañanos para mayor seguridad de orientación; así también podría visitar a su amigo Jandro, el pastor octogenario que vive en aquel pueblo bajo el Humión, a quien hacía tiempo que no veía y que a buen seguro podría darme más noticias del portillo. Así fue, en efecto, en la animada charla con los dos tobalineses, aureolados por las románicas ruinas de una iglesia que nos miraba desde lo profundo de un barranco, supe que el Portillo Valmayor era parte de una vieja ruta montañera por donde los habitantes de los pueblos al sur del Ebro, desde Frías a Bozoo, pasando por Orbañanos, iban andando y con sus ganados hasta Miranda, generalmente para asistir a las ferias de marzo y de mayo, aunque también para proveerse de otros bienes de consumo que sólo en la ciudad se podían encontrar. Eso cuando aún la actual carretera junto al Ebro era poco menos que un sueño. Alejandro Cantera (Jandro), a pesar de su avanzada edad (85), nunca vio pasar a nadie que no fuera montañero o cazador, por lo que intuí que el viejo camino de Bozoo, aquel que es citado por Madoz en su Diccionario, hacía más de un siglo que criaba abandono.
Bien, pues ya tenía un nuevo portillo que explorar. El pasado día 5, acompañado de tres buenos amigos, expertos conocedores de los montes burgaleses, volví a Orbañanos con intención de recorrer esta olvidada ruta por los montes de Besantes. Y tengo que decir que fue una gran experiencia. Pocas veces había sentido la emoción del camino como en esta ocasión. Durante el recorrido siempre tuve la impresión de que explorábamos una ruina histórica en la selva. Escoltados por la ladera del monte Flor, nuestro caminar entre los roquedos del val mayor, bajo las sombras de hayas encendidas por el otoño, de mostajos, madroños, pinos silvestres, acebos, robles, encinas, alcornoques..., era toda una aventura. Se perdía el camino, volvía a aparecer más adelante. Camuflado, bien se veía que hacía siglos que nadie había pasado por él. Y sin embargo era real. De cuando en cuando, pequeños pedraplenes en los portillejos, en los zigzag, nos recordaban que hubo un tiempo en el que alguien se encargaba de mantenerlo transitable. ¿Y si fuera un Camino Real? Tras horas de rastreo, ya cerca del Corral de los Extremeños, el Flor nos dejó ver un pedacito del Humión, del que todo lo domina en Tobalina, y también la nuclear de Garona, tan anacrónica en un paisaje tan sumamente ecológico, tan agreste. Después de varios sube y baja en las sombras, desde el citado corral el camino, mucho más nítido, comienza el descenso a cielo abierto, hacia Bozoo. Llegados a este pueblo, los tobalineses de las ferias, con sus bestias, ya no tendrían dificultades mayores para llegar a Miranda, como no fuera el temor a los salteadores de caminos. Pero el viaje era largo, por eso algunos hacían parada en Orbañanos, en la bolera, junto a la iglesia románica que hoy vemos en ruinas.
PD 1: Gracias a Javier Abad, alcalde de Bozoo, por habernos llevado, ya bien entrada la noche, hasta Orbañanos. Siempre recordaremos y agradeceremos tu gesto.
PD 2: Lo anterior no ha sido una ruta para senderistas, por mucho que a alguien así le haya parecido. Ha sido un retazo de nuestra historia olvidada.