FOTOGRAFÍA: En algún lugar de Burgos. (Tomada en noviembre de 2011).
De Ecos de la lluvia y el aire
Volvemos a estar juntos, Aire, de nuevo oigo tu triste aullar por las ruinas del hombre. Así es, Lluvia, nos encontramos en aquellos pueblos enterrados en soledades muertas y ahora volvemos a encontrarnos en estos que ni siquiera han nacido. Aquí todo son huecos entre esqueletos sin carne, de nonatos entre nieblas de hormigón y ladrillo, de sueños imposibles y ambiciones sin cuento. Con la facilidad con que lo hago en el páramo, con la libertad por aquellos escombros que el musgo de los siglos construyó, corro ahora, enloquecido, por los restos de este naufragio que tú y yo anunciamos. Los resquicios entre los ladrillos de ojos dementes, entre columnas y escaleras a la nada, me permiten llegar a las entrañas de la quimera, remolinar por habitaciones y salones que quedaron sólo en especulaciones, por estancias inconclusas de vidas robadas. Sustrajeron a la tierra su espacio para levantar campamentos de cemento y aquí sólo veo sombras de nubes. Sí, Aire, nada de lo levantado es ciego, veo y siento tus fieras ráfagas y viajes a través del tiempo que nunca existió. No han acabado de nacer y ya están muertos, estos aprendices de pueblos que ni siquiera iban a tener campanario, ni escuela, ni taberna, ni humo. Yo caigo sobre los tejados empeñados, intento colarme por las paredes de lo perdido, pero siento que me va a costar hacer caer los firmes muros de lo vacío. Más fácil lo tengo por las fantasmales calles de asfalto, tus dominios, junto a las farolas que apuntan y alumbran al sol, donde no hay carros, ni coches, ni peatones, ni niños, ni flores, ni jardines..., sólo agujeros negros, trampas y entrampamientos donde colar mis aguaceros solitarios hacia la desembocadura de la frustración.