FOTOGRAFÍA: Encina y campos de Villahizán (Tomada en enero de 2009).
Desde que
comenzamos a usarla, los humanos hemos hecho que la tierra cambie constantemente de imagen. Nada nuevo digo, lo sé.
En realidad, lo que quería decir es que, poco a poco, a fuerza de querer
vivir con mucha ambición y poca reflexión nos vamos cargando todo lo que sale a
nuestro paso. Siendo parte de ella, nos cargamos la naturaleza de modo natural,
como si tal cosa, es decir, matamos lo que nos da la vida. Y porque somos
naturales, lo que lleva implícito que seamos igual de listos que tontos, hemos
deforestado los bosques, sobre-explotado las tierras resultantes, agotándolas y
saturándolas de química, contaminado los mares, los ríos e incluso el aire que
respiramos, entre otras atrocidades. Ya digo, con nuestras muy naturales
actuaciones vamos cambiando la faz de la tierra. Y así, en el cambio, van
surgiendo imágenes nuevas, algunas ciertamente no exentas de belleza. La
deforestación de nuestro territorio burgalés, un día feraz y apretado de
sombras, hizo que la famosa ardilla que cabalgaba por España sin apearse de los
árboles se detuviera al no encontrar ramas sobre las que continuar su viaje.
Esas aisladas y robustas encinas de los campos de Zael y Villahizán,
sobrevivientes de una espesura, emergiendo sobre el rojo de la sufriente
tierra, conforman una imagen de impacto. Arte en la naturaleza, diría yo,
aunque la naturaleza sea ya menos natural.
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