"Ójo Guareña". El río se sumerge en las tinieblas. |
"Ojo Guareña". La negrura de la cueva. |
FOTOGRAFÍAS: Sumidero Ojo Guareña (Tomadas el 20 de enero de 2013).
De pronto,
el camino-lecho se interrumpe y aparece el agujero. Sin margen para pensarlo, se
cuela el río por la huronera-guareña, pasando de la luz del día a la oscuridad
de la noche subterránea, de su ser verde esmeralda al negro de la nada. A
partir de aquí, lo mismo le dará mantener sus ojos abiertos que cerrados, la
negrura será su única compañera hasta salir de nuevo a la superficie, tras un
atropellado discurrir por un largo dédalo de soledades. El enfurecido
hurón-río, tras su salto inicial, es recibido por una gran sala, una catedral
de gigantescos bloques negros; un estremecedor y eternizado estruendo celebra
entonces su triunfal entrada en el cataclismo. El río no ve, y en su loca
ceguera, se cuela, se retuerce, no descansa, conoce caminos, atajos y
recovecos, y aun conociéndolos, choca con todo lo que encuentra a su paso,
abriendo nuevas vías de fuga. Su violencia le hace soltar espumarajos de furia
y barro por donde pasa, los va depositando en las ruinas de la roca madre,
fijándolos en los anárquicos bloques, guardianes penitentes de la gran sala.
Hace poco, su turbulencia y caudal anegaron la totalidad del vacío, por ello,
rabiosas salivas cuelgan todavía del techo como estalactitas que nunca
fraguarán. Así continuará la noche del río por los siglos de los siglos.
En recuerdo
de una exploración por el sumidero de "OjoGuareña".
A mis compañeros de exploración
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