viernes, 3 de enero de 2014

SE APAGÓ MILO, EL LUCERO DE “EL PORVENIR DE BURGOS”.


Emiliano Díez en la solana de su casa
de Quintanilla de Escalada.

Fábrica de luz El Porvenir de Burgos

Canal de la central, por cuyas tinieblas
navegó Milo tantos años
para acudir a su puesto de trabajo.

FOTOGRAFÍAS: Emiliano Díez, 2009. Central eléctrica de El Porvenir (foto Vadillo, circa 1920). Túnel del canal de la central, 2010.   



 El pasado día 13 de diciembre murió Emiliano Díez, “Milo”, como popularmente se le conocía a este entrañable amigo en toda la zona del Ebro-Rudrón, especialmente en Quintanilla de Escalada, de donde era natural. Conocí a  Milo hace ya un cuarto de siglo, cuando recababa datos sobre la fábrica de luz “El Porvenir de Burgos”, en la que trabajó durante cuarenta años. La última vez que tuve ocasión de conversar con él fue en 2009, en la   Quintanilla de sus amores, bajo su balcón, siempre florido, junto al puente. Fue aquel día que me habló de cómo, desde su privilegiado observatorio, vio bajar desde el páramo las reatas de El Peseta, camino de Valdelateja, por una senda o camino que aun tengo pendiente de visitar y recorrer. Aquella fue la última vez, ya digo.
Para los que no tuvisteis acceso a su vida y milagros, rememoro a continuación un pequeño fragmento de mi libro Burgos en el recuerdo I,  que habla de la epopéyica misión que tuvo encomendada  Milo para que llegara la luz a tantos lugares burgaleses.

“(...)Emiliano Díez pertenece a la familia de los “rubios” (por el color de su pelo), de Quintanilla de Escalada, y todos en esa zona del Ebro-Rudrón le llaman cariñosamente Milo, Una afección en la garganta, quizá producida por las sequedades de la sala de máquinas de El Porvenir, le llevó a una jubilación anticipada, pero que no ha afectado a su jovial carácter.
Milo ha desarrollado una luenga y densa actividad laboral que bien podría inscribirse en el capítulo de las exóticas. Durante cuarenta años tuvo que acudir a su cita en El Porvenir de Burgos, oculta en las fragosidades del cañón del Ebro. No acudía a su trabajo en coche, ni  en bicicleta, ni siquiera cubría andando los cuatro kilómetros que separan Quintanilla de la central eléctrica, pues fue una barca su medio.  Con ella, el chuzo y un rebuño de cotton encendido, para iluminarse al pasar el túnel, navegó un día sí y otro también bajo tierra, tantos años, a su encuentro con su escondido puesto de trabajo. Allí, entre impresionantes riscos y el atronador ruido de turbinas y alternadores, como un ermitaño de las máquinas, veló para que se hiciera la luz, eléctrica, en Burgos.
(...) Obrero de El Porvenir medio día, instalador y reparador de averías y cobrador de recibos el otro medio, conoce cada pueblo y cada rincón de los valles de Valdebezana, Manzanedo y Zamanzas. Conoce también a su habitantes, y éstos le quieren a él, por su honestidad y por haberles dado un día la luz con la que alumbrar sus más apartados rincones. Por eso no es de extrañar que Milo, cobrador de los recibos de la luz, en ausencia de los abonados de los pueblos, por sus tareas en el campo, tuviera la facilidad y el privilegio  de tomar el importe de los lugares más insospechados en los que la gente rural suele guardar los dineros. Era, pues, un hombre que sabía demasiado.
(...) Sonríe Emiliano al recordar al Resti y a la Balbina, de Munilla de Hoz de Arreba, que no paraban aquella primera noche de conectar y desconectar el interruptor, admirados por el fenómeno de la luz eléctrica”.

Gracias, Milo.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo se admiten comentarios constructivos. Los comentarios anónimos, o irrespetuosos, no serán publicados, tampoco los que no estén correctamente identificados.