lunes, 3 de marzo de 2014

DOS VIDAS PARA DOS MUSEOS (MODÚBAR DE LA EMPAREDADA Y BELORADO)

Artefactos de la otra vida. 

Una gran nave para máquinas olvidadas. 

Una beldadora china. 

Un gran cajón para depositar los diezmos.


FOTOGRAFÍAS: Maquinaria en el MUMO, en Modúbar de la Emparedada (Tomadas en enero de 2014). Museo Internacional  de Radiotransmisión "Inocencio Bocanegra". (Tomadas en febrero de 2014).  

En lo que va de año he tenido ocasión de visitar dos magníficos museos en Burgos. Los dos se han hecho posible gracias a la pasión de dos personas que dedicaron, y aún dedican, su vida a coleccionar artefactos que les enamoraron y enamoran. Así, a bote pronto, por su temática, parece que poco tienen que ver el uno con el otro, sin embargo, si meditamos un segundo, veremos que los dos tienen en común el milagro de la evolución humana, de su ingenio y de los ingenios creados. Uno de estos museos está dedicado exclusivamente a la maquinaria agrícola y se encuentra en Modúbar de la Emparedada, el otro, especializado en las transmisiones y comunicaciones, en Belorado. Carmelo Alonso Maté es a quien hay que agradecer la espectacular muestra de Modúbar. Aquí, una gran nave alberga docenas de máquinas para las faenas del campo que hoy más nos pareen inventos del TBO. Segadoras, Cosechadoras y veldadoras de todo tipo, desde las más primitivas hasta las más sofisticadas, llenan la gran nave del MUMO, para deleite de los que amamos el campo tal como fue, con sus duros trabajos, y para sorpresa de quienes no llegaron a tiempo de conocer nada de lo que ello representa. Allí expuestas, bajo el título de “El hombre y los ingenios. La Recolección”, todas juntas parecen recrear un ejército de monstruos de hierro, de animales mecánicos que alguna mente de otro planeta ideó, bien es cierto que todo ello dulcificado por la poesía y magníficas fotografías, con contenido etnográfico, de Carmelo Alonso Maté, cantor como pocos de la vida campesina que ya desapareció. Carteles explicativos y didácticos, poesías y fotografías, enmarcan acertadamente la maquinaria expuesta, y si uno tiene la suerte de ser guiado en la visita por el actual alcalde de Modúbar, ya todo raya la perfección, pues sus apasionadas y doctas explicaciones, basadas en el conocimiento real del campo y sus técnicas de trabajo, dan vida y movimiento a todo lo allí expuesto. 

Cosechadoras, segadoras, veldadoras que trabajaron nuestra tierra, son el nudo gordiano de esta exposición, es cierto, aunque en el conjunto figure y sobresalga alguna infiltrada, como una veldadora china, o una vieja diezmera, gran cajón de madera de olmo donde, durante siglos, debieron depositarse los diezmos que se pagaban a la Iglesia. ¡Casi nada, una diezmera! Simplemente por ver esta joya histórica merecería una visita al MUMO.

En el interior del silo.

Radiotransmisores.  

Por su parte, el Museo de Belorado muestra una extensa gama de aparatos de radiotransmisores que pueden hacer las delicias de todos los amantes del “género”. Museo Internacional de Radiotransmisión "Inocencio Bocanegra” se llama, haciendo honor a quien durante años se dedicó a tan singular recolección. Belorado se convierte con esta muestra en un referente europeo, en una de las tres colecciones más importantes del continente, según se expresa en tríptico explicativo. Con el aliciente añadido de que la exposición se halla dentro de un silo de grano restaurado, uno de esos edificios (feos, si se me permite) que surgieron en los años 60 del pasado siglo, en las cabeceras comarcales y para el almacenaje de cereal. Debo decir que siempre me han llamado la atención estas catedrales de cemento, edificios fríos y planos, dominadores del paisaje, altivos sobre los campos verdes, sin ventanas ni portadas hechas con arte, sin pináculos, sin gárgolas... Para mí era más la curiosidad de ver las entrañas de estos edificios que todo lo que en ellos se expusiera. Nunca comprendí para qué tanta altura, tanto volumen, todo me sugería un vacío misterioso en su interior. Pero todo se disipó cuando, en la visita, llegué a contemplar un entramado de tubos suspendido en el aire, celdas dispuestos con ciencia, un laberinto de hierro, con cangilones elevadores, conductos aquí y allá por donde circuló y se distribuyó el trigo castellano, como circula la sangre por nuestras venas. Un patrimonio etnográfico que merece la pena, una maravilla de adecuación de un espacio que jamás soñé, una recuperación para alojar aparatos tan sofisticados como los radiotransmisores, esos artefactos inteligentes que se usaron lo mismo para la comunicación en lo militar (en la guerra, Desembarco de Normandía), que en el espionaje, en la aviación, en la náutica, o en el cine, como en tantas películas hemos visto (La vida de los otros, El ojo de la aguja..., por citar alguna). Un maridaje especial, el trigo del silo y el arte de la mensajería encriptada.  

    Y aún queda la guinda del Museo. Ya puestos en guerra, tras haber visto cientos de aparatos que sirvieron para maniobrar en las contiendas, en tierra, en el mar o en el aire, la visita continúa, ya en el exterior del silo, por una trinchera hecha de troncos, recreación de las que se construyeron en la Gran Guerra, lo cual tiene su aquél, ahora que “celebramos” el centenario de tan triste capítulo de la humanidad. La trinchera de Belorado es una obra bien hecha, pues muestra perfectamente cómo debió ser la “vida” en aquellas terribles fosas. Se reproducen minuciosamente los pasillos de la muerte, los puestos de mando, los de radio, los de intendencia, los dormitorios, las literas de sueños interrumpidos por los bombardeos, enjauladas para que los soldados no fueran comidos por las ratas... En fin, toda una muestra de esas zanjas de guerra y carnicerías. Y uno, ante tanto verismo, con fondo irreal de explosiones resonando en su cabeza, no puede por menos que dejarse llevar por el cine y recordar grandes películas como Senderos de Gloria (en la que, por primera vez, escuché algo tan fuerte como “el patriotismo es el último refugio de los canallas” sic. Kirk Douglas a un general); Feliz NavidadArmas al hombro... y otras muchas que ahora no me vienen, en las que se perciben los horrores de  la guerra de las trincheras. 


Recreación de trinchera de la Gran Guerra. 

Recreación de un camastro.
Se observa la jaula de hierro  que evitaba que las ratas
se comieran al soldado. 

Cuarto de avituallamiento. 

Silo y trinchera.

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