miércoles, 27 de enero de 2016

LA PORQUERA Y EL GUARDADAMAS DE LA REINA


Perfectos sillares

La mandó hacer la mujer del guardadamas

Sillares areniscos de preciosas tonalidades


FOTOGRAFÍAS: Casa de Quintanilla de Santa Gadea (Tomadas en agosto de 2015).


Sorprende en Quintanilla de Santa Gadea una casa de noble porte, de planta cuadrada y con modos de torre, cuyo mayor mérito, aparte de la magnífica labra y de la llamativa tonalidad de sus sillares, es una inscripción sobre ventana, fechada en 1673, en la que se recuerda que fue mandada edificar por Casilda Arenas y Vallejo, mujer de un “guardadamas de la reina”, oficio de un tal Juan Carrillo, cuya misión debió ser ir a caballo al estribo del carruaje de las damas en tiempo de Mariana de Austria, madre de Carlos II el Hechizado.

Probablemente por una incorrecta interpretación popular de la cartela esculpida, se forjó la leyenda en Quintanilla de que Casilda, siendo niña y estando de porquera, en cierta ocasión un lobo mató y comió uno de los cerdos que cuidaba, y que, aterrorizada por lo que sus padres pudieran decir o hacer, improvisando un hatillo y sin comunicar a nadie, puso rumbo a Madrid, donde andando el tiempo llegó a convertirse en guardadamas de la reina.


miércoles, 20 de enero de 2016

UNA VENTANA DE LEYENDA. LAS RANAS MOLESTAN AL SEÑOR


Ventana del siglo XVII en La Casona (Santa Gadea de Alfoz).
Sorprende la gran concha ¿peregrina? 

Reflejos en la charca 


Rebaje reciente para desecar la laguna.
Al fondo, La Casona 

Un magnífico conjunto creado por los Lucio-Villegas


FOTOGRAFÍAS: Ventana, casona y poza en Santa Gadea de Alfoz (Tomadas en 2014)

 

Hola, 2016. Pasada la aventura de transformar en libro Memorias de Burgos, iniciamos nueva temporada y pasarela con una ventana de ensueño del lejano norte burgalés. Se encuentra en una casa palaciega de Santa Gadea de Alfoz que, conocida como La casona o La casa santa, perteneció a los Lucio-Villegas, fundadores de un Mayorazgo y que la mantuvieron en propiedad hasta 1836. A través de ella, como algo simbólico y hasta que el cuerpo aguante, iremos viendo, queridos amigos y seguidores de este ya carcomido Cajón de Sastre, todas las curiosidades que vayan saliendo a nuestro paso. Abrámosla, pues, y comencemos por la leyenda que la acompaña.

Se cuenta como un hecho cierto que en los meses de estío el señor de La Casona de Santa Gadea no podía dormir por las noches a consecuencia del croar de las ranas. Al parecer, el canto de los cientos de batracios que poblaban la charca (Poza Cantera) que había enfrente, a pocos metros de la ventana de su dormitorio, poco menos que le volvían loco, era un concierto que no podía soportar. Por eso, y porque debía mandar mucho en el pueblo, se le ocurrió pedir (pedir es un decir) la colaboración del vecindario. Así, y según se ha trasmitido de generación en generación, ordenó que cada noche hubiera un vecino dando vueltas por la orilla de la charca, armado con un palo, para hacer callar a las ranas. Quedó de esta manera establecido un nuevo servicio en el pueblo, una prestación que todos los vecinos, de manera rotatoria, habían de cumplir. 

Hoy las ranas han desaparecido. La charca se desecó, por los problemas que en tiempo moderno creaba, y solo queda su memoria. En otro lugar habremos de ver la importancia que esta poza tuvo para el pueblo en el pasado. 


domingo, 3 de enero de 2016

EL RELOJ QUE NO QUISO AVANZAR

 

FOTOGRAFÍA: Ventana y reloj en la torre campanario de Revilla del Campo (Tomada en diciembre de 2015). 


Sobre la bonita y clásica ventana, el reloj de la torre de Revilla del Campo dudó entre quedarse anclado en las XII o avanzar. Sus agujas le pedían estarse quietas, para obstaculizar el terricidio, para evitar que este nuevo año sigamos degradando el planeta. Sabe, por un lado, que seguiremos consumiendo más, y más, y más (nos incitan a ello y caemos en la trampa), y por otro que nos quejaremos de que el clima cambie o haya cambiado. El Reloj de la torre de Revilla, de la firma alavesa Viuda de Murua, nos pide, para pasar de minuto, más sentido común y más responsabilidad. Y nos pregunta qué seremos capaces de hacer o de prescindir cada uno de nosotros, como seres racionales, por salvar el planeta. Respondamos con sinceridad. “Poca cosa o nada, más bien nos gusta autoinmolarnos”. La sequía nos azotará, el sol nos abrasará sin piedad, nuestras cosechas se malograrán, el agua nos llevará o secará nuestras fuentes..., y más cosas de tan escasa importancia.