Un grafiti recuerda al rey José Bonaparte |
Anagrama sin datar |
Apellido sin datar |
Marca de cantero medieval |
FOTOGRAFÍAS: Grafitis en el pozo del castillo de Burgos (Tomadas en 2015).
No hace
mucho que tuve ocasión de visitar el pozo del castillo de Burgos, esa maravilla de la arquitectura
medieval a la que no sé si los burgaleses prestamos la atención que merece. Era
invierno, y en el descenso observé que en algunas zonas parte de la argamasa de las junturas de
los sillares, no hace tanto revocados, por muchos sitios se había ablandado y
desprendido, sin duda como consecuencia de las filtraciones y de la
humedad ambiente, lo que me hizo
temer que en cualquier momento podrían producirse derrumbes. “Ojalá no
sea ahora, pues quedaríamos sepultados aquí para siempre”, pensé con egoísmo. Mientras
seguíamos descendiendo hacia el fondo del pozo, a través de angostos y
mareantes husillos, sabiamente diseñados, por inacabables escalones (322 según dicen
quienes los han contado) construidos con piedra sillar, pensaba en lo
complicado que sería rescatar a alguien accidentado o simplemente que hubiera
sufrido un ataque agudo de claustrofobia y sus piernas se negaban a obedecerle.
Lo cierto es que mis años de espeleólogo no servían para aplacar mis temores,
pues una cosa son las paredes sólidas y seguras que la madre naturaleza ofrece
en el interior de las cuevas y otra las construcciones hechas por los hombres
bajo tierra. ¡Uf!, a tanta profundidad retorcida, a más de 60 metros, deseaba salir cuanto antes de
allí. Como supongo desearían los que durante siglos tuvieron que descender
obligadamente para el asunto del suministro de agua al castillo.
Cuando uno
va bajando hacia el pozo espera encontrarse al final con un punto de salida a la plaza
de la Catedral, San Fernando, o al río Arlanzón (como aseguran algunos mayores que
encontraron en sus tiempos de chicos), para no tener que volver sobre sus
pasos. Pero no, la subida hay que hacerla, aunque bien es cierto que ya con más
optimismo, pues sabes que cada escalón superado va acercándote más a la salida,
a la luz del día.
Todo lo
anterior son sensaciones particulares. Pero lo que en realidad me llevó a
escribir estas líneas, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, es enseñaros una serie de grafitis que pude ver, incisos, en los sillares de los husillos.
Entre anagramas, apellidos y signos lapidarios canteriles, destaca uno en
especial de principios del XIX, uno que debió ser grabado por algún soldado
francés durante la ocupación gala. En él puede leerse:
AÑO 180?
REY JOSË
(no alcancé
a ver el último número, y tampoco puede apreciarse en la fotografía, pero tuvo o tiene que ser el 8 o el 9).
Uno no se
imagina al rey José Bonaparte (Pepe Botella), acostumbrado más a las delicatesen
de la Corte que a la espeleología, introduciéndose en este antro del castillo (y si lo imagina, le entrará la risa), por eso debemos pensar que el grafiti más bien pudo ser hecho por un mandado o un pelota de rey.
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