Ruinas de San Pedro de Arlanza, sueño de nuestra Historia |
FOTOGRAFÍAS: Ruinas de San Pedro de Arlanza (Tomada en 2016)
Hace ya
bastante años, alguien que estuvo de visita turística en China me trajo, como
regalo y recuerdo de aquel gran país, un ejemplar del Libro Rojo de Mao Zedong, supongo que uno de los
cientos de millones que debían pulular por los mercadillos de calle y tiendas de
lo viejo, y que entonces y ahora, al parecer, se difunden o venden como souvenir, al
igual que aquí las espadas de Toledo.
Siempre me he preguntado qué le hizo pensar a mi amigo que podría
interesarme semejante icono comunista. No sé la respuesta, pero el caso es que
el olor a rancio del librito inunda desde entonces mi pequeña biblioteca; hoy es el día en que, al abrir sus
páginas, un aroma de bodega se expande y permanece en mi ambiente hogareño
durante prolongado tiempo. Ocurre igual con dos bancos pasiegos que conseguí,
por medio de trueque, a través de un amigo ganadero del valle de Lunada: que
debieron pasar muchos años hasta que desapareció el olor a vaca y cabaña. Y
sucede igual con las carpetas que yo mismo he acumulado durante mis años de
rebusca en archivos y bibliotecas y de escribidor de bolígrafo y Olivetti,
carpetas repletas de papel que lleva durmiendo años e impregnándose de perfume
rancio en los húmedos sótanos de mi propia casa. Es mucho lo guardado, y
de temas variopintos, quizá por eso siempre he tenido miedo de enfrentarme a
ello. No en vano, hacerlo supondría tomar la grave decisión de tirar a la
basura todo lo que ya no sirve (¡tanto!), o que nadie, nunca, va a utilizar.
Pero a ver quién es el guapo que se atreve a tirar su pasado, renegando de una
parte de su vida, a un cubo de basura.
En fin,
revisando la montaña de papeles con apuntes fósiles, me encontré con unos
viejos amigos, con los cientos de signos lapidarios (también llamados marcas de
cantería) que entre 1985 y 1988 llegué a recoger en los principales monumentos
medievales de Burgos. Es este un material inabordable ahora,
como lo fue en aquellos años, y quizá por eso lo abandoné. Pero son recuerdos,
momentos vividos, son un pasado de locura del que no
puedo renegar. Y así, revisando y revisando el jeroglífico al amparo de las sombras,
me veo en el frío invierno de 1986 en las ruinas de San Pedro Arlanza, escudriñando cada rincón, cada sillar, anotando
en mi libreta cada signo cabalístico, cada tablero alquerque, de inescrutables significados..., soportando vendavales en el husillo del campanario, en los
claustros del viento, como lo soportaron los frailes negros que habitaron el
convento, como lo soportaba por aquel tiempo Fulgencio Carrancho, sin par
guarda de las ruinas. Y a la par que
recogía testimonios canteros de las logias masónicas, divagaba
sobre por qué estas ruinas de Arlanza, siendo tan fundamentales para nuestra
historia, se encuentran tan despreciadas.
Ya digo,
fueron vientos dementes los que me llevaron a aquella empresa recolectora que
no llegué a concluir. Aquí os dejo,
queridos amigos de este Cajón de Sastre, una pequeña y rancia muestra de una
colección lapidaria que dormía en los sótanos de mi memoria.
Real y Antigua de Nuestra Señora de Gamonal |
En el monasterio jerónimo de Fresdelval |
Buenos días, Elías Rubio Marcos:
ResponderEliminarSería difícil explicarlo mejor a cómo tú has descrito las sensaciones ante los viejos papeles acumulados.
Muchísimas gracias por compartir -por suerte para los que te seguimos- tus reflexiones, tus fotografías y trabajos, que siempre van matizados con tu poesía. Interesante todo, como siempre. ¡Cuánta falta haría que soplaran muchos vientos dementes así!
Un abrazo.
Millón de gracias, Penélope, por tu comentario tan sentido. Es un lujo y un placer poder compartir mis "locuras".
EliminarUn abrazo