martes, 8 de noviembre de 2016

ERMITA DE SAN PELAYO


El lugar de San Pedro de Arlanza sería otra cosa sin San Pelayo

Extraño ábside de San Pelayo

Ábside ¿prerrománico?

Bóveda del ábside


El escudo desaparecido (Fotografía de 1984)

En el parteluz se aprecia el hueco originado por
 el desgarro del escudo


Un sencillo tronco para sustentar la portada

Apoyado en una teja

Un verso suelto junto a marcas de cantero

Una inscripción todavía por descifrar

Muros de distintas épocas


FOTOGRAFÍAS: Ermita de San Pelayo, Hortigüela (Tomadas en octubre de 2016)


San Pedro de Arlanza, con su ermita de San Pelayo, es un lugar donde la historia, el arte y la leyenda conviven en perfecto desorden.
 

        Componer el puzzle histórico y arquitectónico en la ermita de San Pelayo (también San Pedro el Viejo), junto a San Pedro de Arlanza, no es tarea fácil. Por los restos de las ruinas resulta evidente que coexisten en ellas varias épocas, lo que hace que tengamos que fijarnos bien en cada detalle, más que nada para comprender los siglos que allí se encierran. Nos fijaremos en primer lugar, por lo que tiene de antecesor, en la cueva que se abre debajo de la ermita, con un asentamiento musteriense que nos lleva a 40.000 años atrás. Pondremos después atención en algunas piedras camufladas entre sillares, al modo de versos sueltos, que parecen de época romana o visigoda, como lo parecen también los enormes sillares que se pueden ver en el basamento del conjunto,  lo que vendría a demostrar que antes de que Fernán González supuestamente cazara en estos montes esta atalaya rocosa sobre el río Arlanza ya estaba habitada. A continuación daremos un pequeño salto hasta llegar a la alta Edad Media, tiempo en el que florecen las manifestaciones eremíticas. Haremos entonces caso de poemas y romances, también de la historia confusa, y nos encontraremos con los anacoretas Arsenio, Silvano y Pelayo, que al parecer allí vivieron, con el conde y su jabalí y otras leyendas generadas por los monjes de San Pedro de Arlanza. Observaremos después el originalísimo y diminuto ábside cuadrado, quizá de época condal, seguramente prerrománico, cuyos magníficos sillares, de bello tono rojizo, nos invitan a pensar que fueron aprovechados de alguna construcción preexistente. Luego escrutaremos las paredes, interiores y exteriores, y las veremos llenas de marcas de cantero, lo que nos trasladará a los siglos XII o XIII, netamente románicos, como lo parece también el ¿campanario? geminado a los pies de la ermita, en cuyo parteluz existió un escudo que en fecha no muy lejana fue arrancado y llevado quién sabe dónde. Menor importancia tiene la parte añadida a la románica, en el lado que mira al río, que parece del siglo XVIII y es de construcción mucho más pobre. 

 
Remedio casero para un gran monumento

Las piedras de San Pelayo son, pues, un libro en el que mirar la historia de uno de los lugares más emblemáticos de Castilla y uno de los más bellos. Parece mentira que sabiéndose todo esto nadie haga nada por consolidar las ruinas. Uno siente vergüenza ajena al ver los remedios para sustentar sillares a punto de desprenderse, como pueden apreciarse en las fotografías que aquí se adjuntan. La desaparición de lo que queda de San Pelayo sería una tragedia, para la historia, para el arte y para el paisaje. 


2 comentarios:

  1. ¡Un lugar con mucha magia y encanto!, Además de sugerirnos, robo, abandono y dejadez. Gracias por recordárnoslo.

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  2. una pena ver como nuestra Castilla va dejando espacios únicos e históricos como este en total abandono

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