lunes, 27 de marzo de 2017

LA EPOPEYA DE IR A LA ESCUELA


Moradillo del Castillo,  principio de la epopeya


FOTOGRAFÍAS: Ruta de Moradillo del Castillo a La Rad (Tomadas en 2016)


Acudir a la escuela no siempre fue fácil para algunos. Y no lo digo en referencia a países del tercero, cuarto o quinto mundo, sino a lugares más cercanos, tan cercanos como algunos pueblos de la zona del Rudrón.


Atender a los recuerdos de los sobrevivientes en pueblos de La Lora y El Tozo es sumergirse en historias que hoy cuesta creer que  llegaron a ocurrir. ¡No es posible, pero si no ha pasado tanto tiempo, si esto que me cuentan fue ayer!, exclamamos en nuestra incredulidad. Pues sucedió, y no hace muchos años, para nuestra admiración. Hoy, queridos amigos de este Cajón de Sastre, os traigo una historia que desde que me la contaron no he dejado de pensar en ella. Se trata de una historia de abnegación y sacrificio como pocas he conocido, una historia de esfuerzo por un grande y simple afán, tan grande y tan simple como el de acudir a la escuela. 


Río Rudrón a su paso por el molino del Zurdo,
aquí comienza la aventura 


Cruzar el río Rudrón, a veces loco de bravura, subir cuestas de máximo desnivel, atravesar pandos y cuetos, caminar por estrechas sendas entre riscos,  bordeando barrancos, entre el sombrío de las carrascas, combatiendo vientos invernales, en amaneceres nevados de ida y anocheceres de lluvia de vuelta. Todo eso y más fue la normalidad de chicos de algunos pueblos del Rudrón para ir a la escuela, la misma normalidad que para el resto de vecinos que querían ir a la ciudad. Es una epopeya de cuando nadie tenía coche, de cuando algunos escolares de Moradillo, Rasgabragas, San Andrés, Ceniceros o Santa Coloma habían de desplazarse andando, o como mucho en borriquillos guiados por algún mayor, a la parada de autobús más próxima, a la de aquel coche de línea (¡coche de línea, qué expresión tan bonita y ya casi olvidada!) que habría de llevarles la escuela en la capital. Y no un día, sino todos los días del curso. Gente brava aquella, que recorría entre doce y catorce kilómetros hasta las paradas en los cruces de las carreteras de La Rad y Santa Cruz con la de Aguilar, todos los días, escalando con sus cuadernos y libros escolares. Los vecinos de estos dos pueblos los veían pasar a la ida si estaban despiertos, y los veían pasar al regreso si aún no había caído la noche. Era algo normal y así me lo contaron, no uno, sino dos sobrevivientes, dos guardianes de la memoria que lo conocieron, uno de La Rad (Jesús) y otro de Moradillo del Castillo (José Antonio). 

Para los amigos del senderismo, propongo como una nueva ruta el trayecto que los chicos del Rudrón hacían para ir a la escuela. Creo que os resultará emocionante. 



El camino pasa por la cascada de La Calzadilla


Comienza la ascensión

Transitando escondidos barrancos para llegar
a una escuela lejana

Poco antes de la parada del autobús los chicos
pasaban por La Rad


1 comentario:

  1. Y cuando haces un sendero de estos te sientes bien contigo mismo, estás en forma... joder con estos chavales! Volver por esos caminos de noche puede poner los pelos de punta al más pintado!

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