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El Regidor de Perros tiene mucha nariz |
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Peña sin nombre a las puertas del Monte Hijedo Como una mano que apunta al cielo |
FOTOGRAFÍAS: Peñas de Perros, Santa Gadea de Alfoz, Hacinas, Lomas de Villamediana y Alfoz de Santa Gadea (Tomadas en 1971, 2016 y 2018)
Como
lágrimas caídas del cielo que con el tiempo llegaron a fosilizarse, existen en
Burgos, salpicando aquí allá con su majestuosa presencia, una serie de peñas
que llaman la atención de caminantes perdidos. Cada
una por sí misma, en su aislamiento y espectacularidad, podría haber sido
protagonista de alguna fabulosa leyenda. Pero por más que he escarbado en sus raíces, nada he encontrado, ni siquiera lo más recurrente: el
simple relato de alguna piel de gato, o de becerro, llena de monedas de oro.
Nada, ningún tesoro escondido a sus pies. Ni siquiera un nombre que haga
referencia a moros o moras del “tiempo de los moros”. Están vacías de contenido estas peñas de otra era, estos hitos en lugares de ensueño. Y es extraño. ¿Cómo ha sido posible que llegaran hasta nuestros días, como princesas encantadas disfrazadas de megalitos, sin una mísera conseja que llevarnos a la carpeta de
las leyendas, sin algún testimonio que cargar en la mochila de nuestra propia
fantasía? ¿Falta de imaginación de nuestros ancestros? ¿Pérdida de la
trasmisión oral por alguna causa que ignoramos? Desconocidas no serían, pues
destacan sobremanera en el paisaje, en alturas o en fondos de los valles.
Algunas tienen nombre, es lo menos que se las puede exigir. De entre todos, me
quedo con “El Regidor”, cerca del despoblado de Perros. El regidor de perros,
podríamos decir. Una lágrima con forma de mano hay que, al caer del cielo en el
planeta de Santa Gadea, quedó apuntando con sus dedos hacia el lugar del que
había venido. Y entre todas ellas, vemos cuatro junt@s, “Los Peñucos de
Hacinas”, como cuatro hermanas o hermanos que, pudiendo haberse convertido en piedra por alguna
maldición, nada ni nadie nos lo asegura. Son peñas y peñones, hitos de piedra
encantados que podrían haber entrado en el imaginario popular pero que no
tuvieron ese honor.
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Los Peñucos de Hacinas Un hermano no da la mano |
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El Peñuco del Alfoz de Santa Gadea Cuando suben las aguas de Arija se convierte en isla |
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Peña de la Cueva de los Alcaldes, testigo de antiguos Concejos |
Me viene a la memoria aquella incursión que hice al Monte Hijedo y como algunos robles me parecieron auténticas esculturas de piedra, es lo que tiene el otoño. Me pregunto cuando a veces me encuentro con peñas solitarias qué fueron antes y ese antes llega tan lejos que no es posible que ninguna tradición oral los conociera. Son solo elucubraciones, aquellas que nos regalan las tardes de paseo por lugares de ensueño. Un saludo.
ResponderEliminarSupongo que quedarías enamorada del Monte Hijedo y de sus ciudades de roca.
ResponderEliminarSaludos