sábado, 23 de febrero de 2019

UNA EXCURSIÓN POR EL RÍO ESGUEVA


Filigrana en uno de los rosetones de la iglesia de Tórtoles de Esgueva


FOTOGRAFÍAS: Tórtoles de Esgueva. Terradillos de Esgueva. Santibáñez de Esgueva (Tomadas en febrero de 2019)



        Un pasiego amigo me habló de las veleidades de febrero, de su locura, y me dijo que era buena idea tener a mano en este mes ropa de abrigo y algo con que cubrirse la cabeza para protegerse del sol. “En febrero, siete capas y un sombrero”, me dijo recurriendo a un refrán que aprendió de sus padres y abuelos antes de que el cambio climático actual fuera una realidad. Este año nos ha tocado tirar de sombrero, y eso, aunque nos desconcierte de igual manera a humanos, animales, árboles y plantas, es de agradecer para los que gustamos de las excursiones invernales a cielo despejado. En día reciente tuve la suerte de hacer esa escapadita al sur que desde hacía mucho tiempo tenía programada para localizar ventanas singulares y rosetas. Mi amiga Rosa Cruz ("Entre bosques y piedras"), cuando le cuento mis intenciones, me dice que aparte de sus Campos de Montiel, que tanto patea, disfruta y disecciona con su cámara poeta, son las Merindades de Burgos, con sus valles y montañas, sus agrestes bosques y patrimonio inabarcable, las que le hacen tilín. A mí también me lo hace, aunque yo suelo discrepar cariñosamente con ella haciéndole ver que en cualquier lado está la belleza y puede estallar la sorpresa, incluso en el sur con sus adustas llanadas de Villafruela o de Valdezate, por decir solo algunas que parecen prolongaciones del mismo cielo. No digamos de algunos de sus pueblos, Rosa, donde la magia de los campanarios en los que anidan las cigüeñas y sobrevuelan las palomas dan las horas solitarias que estremecen. En realidad, todo estremece por su belleza en el sur: la estampa de los viejillos en la solana del ambulatorio médico esperando su ración de poder continuar, las arquivoltas románico-góticas incendiadas por el sol del mediodía, las bodegas que perforan laderas rocosas, con sus puertas de mazmorra, ojos negros y frío aliento, la visita del panadero que cada vez reparte menos barras, con la sombra de una anciana acercándose lentamente a su llamada. ¿Podría pedirse  más, mi querida amiga? Bueno, sí, quizá todavía, si me permites, quedaría por mencionarte casas de arquitecturas y ornamentos valientes, sobrevivientes de siglos, con adobes eternos, rojos y grises, y ladrillos de alfares gloriosos que dejaron marca. Y aún podría ofrecerte más alicientes del sur, si me forzaras a ello, pero creo que con esto ya te lo estás pensando y quizá un día te pierdas por tierra abajo de Burgos como yo me perdí un día reciente de este febrerillo el loco por las orillas del río Esgueva.
        Podría componer un grueso libro con todo lo que vi y disfruté aquel día; Rosa. Podría repetir lo que otros muchos ya han contado hasta la saciedad, pero no lo haré, amiga mía, abomino ser copista, solo te dejaré imágenes para que a partir de ahora en tus sueños anide también el sur.




        Mi escapada me llevó en primer lugar a Tórtoles de Esgueva, un pueblo mediano que rezuma historia por cada rincón de su apretado, tortuoso y anárquico caserío. Aquí, Rosa, recordé con cierta nostalgia mi primera visita (2002), cuando intentaba seguir los pasos de Juana I de Castilla en su famoso periplo fúnebre. La soberbia iglesia tortoleña no desmerece de tan importantes hechos; por su gran rosetón gótico debió filtrarse la luz que realzó el mortuorio de Felipe y acarició las lágrimas de Juana.


Iglesia de Tórtoles de Esgueva, casi una fortaleza 



        Siempre supe que habría de volver a Tórtoles de Esgueva, pues pensaba que un lugar en el que, tras mucho tiempo separados, se reunieron y abrazaron Fernando el Católico y su hija la reina Juana I, y haber sido Corte durante siete días, podría haber dejado huellas profundas. Pero no, sólo la tradición y alguna crónica de época guardan el recuerdo, nada más. 





        La tradición dice que no es esta casona palaciega el lugar donde se alojó Juana I durante su estancia en Tórtoles, aunque bien pudiera haber sido, dada la nobleza y mérito de su portada.
        Anoto la ventana blasonada, enmarcada por bella moldura, y la guardo junto a las que ocupan el rebosante baúl de ventanas singulares que tú ya conoces. 



Antigua entrada al monasterio. Algunos abuelos residentes
en el viejo convento toman el sol del mediodía en esta portada
Hornacina en el monasterio. Bien podría haber sido una ventana,
para mi propio gozo 


Ocupado por monjas benedictinas, Tórtoles tuvo un monasterio bajo el patronazgo de Santa María la Real. Fundado en el siglo XII, aún quedan maravillosos restos de su glorioso pasado. Se  pueden ver con tan solo mirar desde el exterior, como el antiguo y hoy escondido acceso, con portada del siglo XVI, o la deliciosa hornacina sobre el portón de lo que ahora es Posada Real dedicada al turismo rural. 



Iglesia restaurada de Terradillos de Esgueva.
Si te fijas bien, Rosa, podrás ver a la izquierda de la escalinata una estela medieval con tres rosetas hexapétalas. 



Aspecto de la iglesia de Terradillos de Esgueva hacia 1976


LAS CIGÜEÑAS DESAHUCIADAS

Hace más de una semana que una pareja de cigüeñas, totalmente desorientada,  lleva dando vueltas en el entono de su torre-campanario tratando de encontrar el nido que dejaron el pasado año. Pero no lo encontrarán porque fue retirado recientemente por no sé qué motivos. Las desahuciaron, Rosa, de su bien ganada torre y ahora no saben qué hacer, si volver a hacerle de nuevo o buscar otro acomodo.

Por su parte, las palomas posan en los aleros y sobrevuelan también los tejados de la iglesia. Aunque no sé si es buena idea, porque los gavilanes y las águilas las tienen allí como fáciles presas. (“Antes había muchas palomas más, pero ahora se las comen las águilas”). Es un espectáculo, Rosa, cuando de repente despegan todas a la vez alarmadas por cualquier sonido que le parece extraño; es entonces cuando los tejados de las iglesias del sur adquieren otra dimensión.

Aquí, en esta iglesia, descubrí una nueva estela medieval con roseta hexapétala. Está colocada en un lado de la escalinata que lleva a la portada. Si te fijas bien, en la foto en blanco y negro que acompaño también se ve la estela, aunque en otra ubicación. Y ya que te pones a fijarte, verás el deplorable estado en el que se encontraba la iglesia por aquellos años setenta.  




Noble fuente de Santibáñez de Esgueva, fechada en 1889





Bodegas de Santibáñez de Esgueva, excavadas en la montaña de roca
                         
Más bodegas en la misma montaña







Construida en 1889, como se refleja en un sillar entre las dos hornacinas, la preciosidad de fuente que adjunto llama la atención por su esmerada obra, con sillares tan perfectos que ni mandados hacer por el duque de Lerma. La cruz de piedra que preside el conjunto nos habla de un tiempo de acentuada religiosidad popular en el que hasta el agua de las fuentes tenía que ser de continuo bendecida o protegida.  
        Esta fuente se halla en el mismo montículo rocoso en el que se encuentran excavadas las bodegas de Santibáñez. Más de cien habítaculos del vino debe haber en sus ladera, las más ya abandonadas. Una pena, Rosa, porque el conjunto es de incomparable belleza y merecería algún tipo de protección, como tu querida Calzada de Aníbal, que tanto te inspira y por la que tanto caminas, te gustaría.
En fin, amiga mía, como sé que eres una enamorada del románico, y todavía sin salir de Santibáñez, te añado la imagen de una preciosa ermita románica que se levanta en una ladera junto a la carretera del Esgueva. Espero que, con todo lo visto, te animes algún día a visitar el sur.




Ermita de San Salvador en Santibáñez de Esgueva, un regalo para los sentidos 


4 comentarios:

  1. Las Merindades sí, por Tudanca, Gallejones,Barriolacuesta, Lunada, Valdenoceda, por el desfiladero de Las Palancas, por las calzadas del Almiñé, de las Enderrozas y por el hayedo que lo acompaña, por el puerto de la Magdalena, por el monasterio de Rioseco, por las casas de Quintana del Rojo, por Vallejo, por San Pedro de Tejada, por una mañana soleada de conversación en Consortes, por los tejos del Monte Hijedo...La lista sería interminable. Pero tienes mucha razón en asegurar que en Burgos no hay rincón que no inspire un lírico paseo.
    Que los pasos que aún te queden por dar sigan declamando en estas maravillosas entradas. Muchas gracias.

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  2. Toda esa lista de sitios que mencionas es mucho, sin duda, pero aún te quedan más lugares que conocer del "Gran Norte"de Burgos. Esa suerte que tienes.
    Muchas gracias por el comentario y por los impagables regalos que nos hace tu bitácora "Entre bosques y piedras".


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  3. Oye, una pregunta Elias, es solo curiosidad:crees posible la existencia de un pueblo, aldea.,etc de la provincia de Burgos que no hubieras pisado nunca? O sabes que es "matemáticamente" imposible? Podría haber sucedido?

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  4. Seguro que hay pueblos que todavía no he pisado. Entre 1200 como hay, seguro que habrá alguno.

    Un saludo

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