Conocí esta pila bautismal allá a finales de los sesenta. Creo recordar que entonces se hallaba asentada prácticamente a los pies del coro. Por aquellos años el monasterio de Rioseco se encontraba ya en avanzado estado de ruina y solo su altiva y robusta torre, desde la que se dominaba el valle de Manzanedo, mostraba todavía cierta integridad. En años sucesivos seguí visitando las ruinas del monasterio, había algo magnético en ellas que me atraían con inusitada fuerza. Decir Valle de Manzanedo era para mí sinónimo de lugar inexplorado, romántico y mágico, donde perderse en mil ensoñaciones. Durante un tiempo la pila siguió estando en su sitio, hasta que un día dejó de estarlo y perdí su pista. Se la llevaron no recuerdo dónde (ni siquiera hoy sé si lo supe), debió convertirse en pila viajera, como tantos otros elementos del cenobio cisterciense, hasta que no hace mucho aterrizó en la iglesia parroquial de El Rosario, en el barrio nuevo de Las Fuentecillas de Burgos, donde hoy se encuentra y donde he podido fotografiarla.
Siempre me he preguntado que hace una pila bautismal en un monasterio, ¿es que acaso los monjes la usaban a discreción para bautizar a los nacidos en los pueblos de su entorno? No lo creo, si se tiene en cuenta que podría haber otras iglesias en el mencionado valle que tendrían esa función y sus propias pilas. ¿O es que las monacales se utilizaban solo para cristianar a gente noble (de nobleza heráldica o con poder)? En mi ignorancia, no me parece muy descabellada esta hipótesis. Estoy seguro, no obstante, de que alguien habrá que alivie las incertidumbres de este lego en la materia de un tiempo tan confuso.
Por otro lado, siempre también me ha
llamado la atención el hecho de que la susodicha pila tenga esculpida en la
peana la figura medieval de un abad con su báculo (¿tal vez una representación
de San Bernardo de Claraval?). Me sorprende, digo, porque el ornato cisterciense
no se distingue por exhibir imágenes humanas ni animalescas en sus templos,
como sucede con el románico clásico, más bien son elementos vegetales los que aparecen
en ellos y de manera general. Por tanto, podría decirse que la presencia de
esta figura en Rioseco quizá debería ser mirada como una originalidad.
Quedaría una última cuestión, la
datación de la pila. En este sentido vemos que, sorprendentemente y a pesar de
lo anteriormente dicho, la escultura del abad y su báculo tienen el sello
inconfundible del románico que todos conocemos y admiramos, aquel que se
muestra repleto de figuras y figuraciones. De ello podría deducirse que pudo ser tallada en los primeros momentos del monasterio en Rioseco (principios del s. XIII).
Y digo Rioseco porque no parece lógico pensar que llegara a Manzanedo de los
anteriores enclaves que tuvo este complejo monástico. No es imaginable
el traslado de una mole como esa siendo arrastrada en carro por montes y
morenas, desde Quintanajuar a los Montes de Oca y desde estos a Manzanedo. Pero
bueno, no es totalmente descartable que así fuera.
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