viernes, 19 de febrero de 2021

UNA EXCURSIÓN SIN DESTINO

           

Callejón de las sombras


Puertas para dos estados, hoy tapiadas


FOTOGRAFÍAS: Traseras del monasterio de Oña. Fuente de Barcina de los Montes. Ermita de Tobera (Tomadas en febrero de 2021)   

             

Cuando uno sale de Burgos a la aventura, sin más pretensiones que escaparse de la ciudad en busca de libertad, sin programa alguno (“a la buena de Dios”, como decían los abuelos), está haciendo méritos para encontrarse con cualquier sorpresa. Es normal que así sea, sin un plan preconcebido y con tan solo una mirada al mapa (“pinto, pinto gorgorito”), la salida puede convertirse en un fiasco, pero también puede suceder que se convierta en algo memorable y digno de permanecer en el recuerdo de nuestras más curiosas vivencias. Una recientísima salida al norte (siempre el norte) el gorgorito nos llevó hasta Oña. Primera parada: la ventana abierta de un bar, antesala del famoso monasterio. Un lujo poder tomar un café en un día de restricciones coronavíricas contemplando en libertad la monumental fachada monacal. A continuación, paseo por las traseras del monasterio (hasta ese día para mí desconocidas), donde viejos y graves  caserones decimonónicos nos recuerdan tiempos de alojamiento psiquiátrico y nos sugieren películas tristes del género hospitalario. Un paseo por un callejón sombrío, entre edificaciones muy altas y sin arte alguno, con enormes ventanales de los que aún parecen salir voces del desequilibrio, nos produce profundo estremecimiento en el silencio. Bajo los ventanales, a pie de suelo, dos puertas tabicadas y oscuras dentro de un gran arco de medio punto, separadas por una especie de  parteluz, describen en pintura negra dos tipos humanos: Locos-Cuerdos. Dos grandes letreros, uno para cada puerta, uno para cada estado, parecen invitar hoy a una elección, pero no nos equivoquemos, el anuncio no es para nosotros, es para los que allí se hospedaron o trabajaron como sombras despistadas en un pasado no muy lejano; locos o cuerdos, cada uno de ellos, presumiblemente, debía saber la puerta a tomar. Hoy ya no estaríamos tan seguros, confundidos y embozados como nos tiene la maldita pandemia que se ha empeñado en hacer historia. Más adelante siguen los caserones y el sombrío, pero pronto, tras rebasar el ábside del monasterio y dos cementerios, se llega a los extensos jardines de intramuros, donde uno se olvida, o no, del escalofrío dejado atrás, el sol todo lo aleja.


Fuente pública de Barcina de los Montes 


En tiempos de pandemia toda precaución es poca


Abandonamos Oña y continuamos nuestro desprogramado viaje por la carretera de Penches, rumbo a saber qué lugar. Al salir de la negrura del pinar nos topamos con Barcina de los Montes. Allí algo llamó nuestra atención, y era la fuente pública situada en lo que parece la plaza del pueblo. En realidad, ya la conocíamos, de tantas veces como hemos pasado por este lugar. La recordaba porque tiene varias inscripciones grabadas en el pilar y por la figura tallada en piedra que lo corona. Digo que nos llamó la atención porque dicha figura, que se supone representa a Jesucristo, se muestra embozada, como todos nosotros hoy, queridos amigos. Alguien le puso una mascarilla quirúrgica en el rostro, probablemente alguien que no sabía que una figura tan elevada está por encima de virus, por muy contagiosos que estos lleguen a ser. Hemos visto muchos antropomorfos en los pueblos rellenos de paja a modo de espantapájaros humanoides y luciendo mascarillas, y tienen su gracia porque son reflejo humorístico del tiempo de pandemia que vivimos, pero la figura del Salvador embozado trasciende más allá de la caricatura.

Tras esta parada nuestra intención era subir por el Portillo del Busto, más que nada por ver desde las alturas el mar verde de La Bureba, pero el día se nubló y no prometía vistas de aplauso, de modo que nos dirigimos a Tobera. Allí nada defrauda, es uno de esos lugares de Burgos que cualquiera enmarcaría para tenerlo siempre cerca. Las cabras negras y de amenazadores cuernos que se aposentan hoy en medio de la carretera, son la novedad, no las conocíamos, ¿las habrán puesto allí los de “Información y Turismo” como servicio a fotógrafos y regocijo de turistas? Si es así, todo un acierto.


Guardianas de la ermita



¿Qué es lo que espera?


jueves, 4 de febrero de 2021

BARRIO DE NÁPOLES, LA CASONA, LOS TERCIOS Y LA FUENTE


Fechada en 1931. Noventa años manando en el Barrio de Nápoles


FOTOGRAFÍAS: Casona y fuente en el Barrio de Nápoles (San Felices del Rudrón) 

El Barrio Bajero de San Felices del Rudrón, pegado a la N-623, recibe también el curioso y sugestivo nombre de Barrio de Nápoles. Seguro que muchos de vosotros, amigos de este Cajón de Sastre, al pasar por él bordeando el Rudrón os habréis preguntado la razón de dicho nombre. Yo mismo me he preguntado lo mismo una y mil veces, en realidad cada vez que he pasado por esta carretera  camino a tantos sitios hermosos del norte, pero nunca he hallado respuesta, o por mejor decir: no he sabido encontrarla. A modo de elucubración me pregunto si la casona blasonada, fechada en 1642,  existente en la parte alta del barrio, pudo pertenecer a algún soldado-oficial que luchó en el Tercio Viejo en aquella región italiana. Tenemos precedentes en Pesquera de Ebro, donde un tal Juan Escalada, cuyo imponente escudo armero luce en el frontis de una casona, fue, además de hidalgo, capitán de los Tercios de Nápoles. Quizá este Escalada y el posible hidalgo del Barrio Bajero de San Felices, cuyo nombre también desconozco, fueran amigos, quizá hasta llegaron a luchar juntos en el Tercio Viejo en cruentas batallas de picas, pero a saber. Intuyo aquí las bases para una interesante novela.

Frente al Barrio Bajero, al otro lado de la carretera y a orillas del Rudrón,  existe una fuente de cuatro caños que también maravilla, más que por su arquitectura, por la bella decoración vegetal que adorna su frontis. Parece evidente que su constructor debió inspirarse en la generosa floresta de las orillas de dicho río. Y os digo, queridos amigos, que de haberla conocido cuando registré en un libro las fuentes más singulares de Burgos, allá por 1994, hubiera ocupado, por derecho propio, un lugar en él. Pero nunca es tarde si la dicha es buena, y la dicha la tengo ahora por haberla descubierto, aunque sea de manera tardía. Además de la mencionada decoración, llama mi atención la fecha de su construcción, 1931, esculpida y bien visible entre el artístico ramaje. Y digo que llama mi atención porque si uno se da una vuelta por lo que ocurría en nuestro país por aquel año (en Burgos también), podría preguntarse cómo entre tanta convulsión y tantos odios como se manifestaban pudo alguien entretenerse en hacer una obra tan delicada. Seguramente para abstraerse y relajarse.


Barrio de Nápoles. Casona hidalga fechada en 1642