Suele decirse que
la arruga es bella, y no falta razón en ello, en muchos casos. Haciendo bueno
este símil textil, podría decirse también que las ruinas de un edificio
histórico son las arrugas del patrimonio, que es como decir de la arquitectura
y del arte, y que por tanto son igualmente bellas. Ocurre, sin embargo, que en
ocasiones nos fijamos más en el lado negativo de estas arrugas, llorando la
apariencia de la integridad perdida de un edificio histórico, y prestamos menos
atención a la incuestionable belleza de sus restos. Suspiramos a menudo por restauraciones
totales y olvidamos que las fechas de caducidad también existen en el
patrimonio. Las ruinas nos sirven para entender y entendernos, para interpretar
y soñar, pero sobre todo para ver en su abandono el inexorable y no recuperable paso del tiempo, lo que es también un valor añadido. Hoy, queridos amigos de
este Cajón de Sastre, dejo aquí restos del monasterio de San Pedro de Arlanza, cuyas
arrugas del tiempo son tan bellas que hace que nos olvidemos de restauraciones
integrales.
Efectivamente es lo que vemos y admiramos cuando una "ruina" está bien consolidada lo que debe prevalecer. Mantenerlas limpias, estables, si es posible, con un cartel que nos hable de ellas, qué más se puede pedir. Gracias, Elías.
ResponderEliminarEstamos de acuerdo. Gracias.
EliminarUn saludo