lunes, 5 de junio de 2023

“LA MOJOLLA”, UNA ATALAYA PASTORIL EN EL PÁRAMO DE CASTIL DE LENCES

La Mojolla
Subido en la torre, el pastor hacía sonar el cuerno.


Piedras salientes colocadas en espiral para subir a lo más alto. 


Más de un siglo anclada en el páramo de Las Corralizas. 



FOTOGRAFÍAS: La Mojolla, en Castil de Lences (Tomadas en mayo 2023). 

A caballo entre Castil de Lences, Poza de la Sal y Abajas existe una llanada paramera en la que se alzan hoy, altivos (por altos) y solitarios (porque no necesitan compañía) aerogeneradores que pacen viento y que tantas molestias estéticas generan al paisaje. Es un páramo de alondras y tempestades, también de buenos pastos y de baladas perdidas de rebaños lanares. Recibe el nombre de Las Corralizas, que hace alusión a los diversos corrales que hasta no hace tanto sirvieron a los pastores para cerrar por las noches sus ovejas, cabras, chivos, borros y demás pacientes (de pacer).

Los rumores que percibimos ahora en Las Corralizas nos hablan de un pasado de gran actividad pastoril. Se encarga de recordárnoslo una torre solitaria en medio de la nada, construida piedra a piedra con el arte (hoy lo sé) de dos arquitectos pastores cuya memoria me parece de justicia rescatar. Cualquiera que se adentre hoy en el corazón de Las Corralizas y se encuentre con esta torrecilla, pedirá explicaciones a su imaginación, como yo lo hice en primer término, pero no encontrará respuestas más allá de su propia lógica de urbanita. Era y es necesario recurrir a la memoria de quienes conocieron aquella vida de pastoreo para saber el por qué y la función de la extraña torrecilla, que debe medir por encima de los tres metros de alto y dos por la parte más ancha. Las posibilidades no parecían muchas, la despoblación se ha llevado por delante a las personas, y con ellas muchos pueblos se van quedando sin memoria. Aun así, intenté encontrar en Castil de Lences a alguien que hubiera conocido aquella vida, y debo decir que tuve éxito en la pesquisa, pues encontré a quien mejor podría informarme ahora, a José González Medina, más conocido como Joselín, quien, con 85 años, tuvo la gran suerte de conocerla. Por él supe que el reloj de las monjas clarisas marcó la salida de los pastores al amanecer, y que la mencionada torrecilla la construyó Luciano García, un pastor de Poza de la Sal que tenía domicilio en Castil de Lences, con la ayuda de otro pastor  “que se llamaba Julián y era de Hermosilla”. Ambos eran muy jóvenes cuando hicieron la obra en torno a 1915. Según cuenta Joselín, a Luciano, que “después de estar de pastor estuvo trabajando en vía del tren [Santander Mediterráneo]”, se le ocurrió la idea de que sería bueno tener un punto de observación de suficiente altura como para poder divisar los rebaños y conectar con toque de cuerno a todos los pastores de Las Corralizas, incluso a los más alejados. Luciano tuvo la idea y la materializó con ese empeño que solo lo tienen los soñadores. Aprovechando los ratos en los que el ganado estaba amorrado, en compañía de Julián, piedra a piedra y con obligada paciencia de pastor, levantaron la torre, dejando en lo más alto una plataforma para mayor seguridad del oteador y tocador del cuerno. La torre les salió alta, por lo que tuvieron la inteligencia de embutir lanchas saledizas en su contorno para poder subir a su cumbre, podría decirse que al modo de una escalera de caracol. 

Según cuenta José González, para las llamadas e intercomunicación entre unos y otros pastores tenían sus códigos. Así, (utilizando nombres imaginarios) un solo toque de cuerno desde La Mojolla podía aludir a Cirilo, dos toques, a Esteban, tres toques, a Silvano o cuatro toques a Nemesio, por ejemplo. Era una forma de saber dónde se encontraba cada uno. Al oír la llamada y sentirse interpelado el aludido contestaba dando su ubicación, igualmente con toques establecidos. Si respondía con tres toques podía significar que se encontraba en la mojonera de Poza de la Sal, si con dos toques en la de Abajas, por ejemplo. Y es de suponer que dentro de este lenguaje del cuerno hubiera también otros toques específicos, quizá para hacer una “quedada” general de pastores, o tal vez para advertir de la presencia del lobo, entre otros asuntos, pero de eso no tengo seguridad. Lo que sí es seguro es que el cuerno unió en la distancia a los pastores de Las Corralizas, en las soledades del páramo, donde hoy rugen los comedores de viento. 

 

2 comentarios:

  1. Curiosísimo, interesante y muy original. Por suerte pudiste recoger a tiempo un testimonio sobre la función que tenía en tiempos pasados.

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    1. Gracias, Faustino. Como bien sabes, a veces la suerte no te viene a ver y hay que buscarla.
      Saludos

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