sábado, 30 de diciembre de 2023

FELIZ AÑO 2024


Ya lo dice la postal

FOTOGRAFÍA: Cerradura de lo imposible (tomada en 2023).   

Para los que seguís regularmente esta bitácora desde hace 15 años. Para los que la visitáis de ciento en viento. Para los que la habéis visitado solo una vez. Para los que no la habéis visitado nunca, pero que algún día, despistados, os podéis caer en ella. Para todos, os deseo un año de buenas cosas, donde la tolerancia sea un valor en alza y eje de nuestra vida cotidiana (de guerras, no digo nada, porque son consustanciales con el gremio). Hay en esta cerradura del siglo XVI un ojo tapado por el cual debe entrar una llave que nos abrirá paso a ese mundo desconocido, tal vez imposible. Si lográramos encontrar la manera de abrirla, habríamos dado un gran paso, pero, por si eso no sucede, mi deseo es que, al menos, el año entrante sea antesala del siguiente y de muchos más para todos. ¡FELIZ AÑO! 

martes, 19 de diciembre de 2023

LA CASITA DEL MOZO DE ESTACIÓN

  

A la derecha de la fotografía se aprecia el arruinado almacén de patatas que levantó "PROPASI" a principios de los cuarenta.  A la izquierda, la estación de tren en ruinas. Y entre los dos hitos, la pequeña casa del mozo de estación.

FOTOGRAFÍAS: Panorámica desde la cantera de balastro. Ruinas de la casa del mozo de estación. Tolvas de la cantera de balastro. (Tomadas en 2014, 2022 y 2023 respectivamente).  

Cuando circulamos por una carretera provincial, no importa cuál, a poco ojo que tengamos, es probable que veamos, a uno y otro lado, construcciones o restos de construcciones que nos producen curiosidad e interrogan, tanto por su origen como por la utilidad que tuvieron y a quién sirvieron. Llaman nuestra atención, pero suele suceder  que nunca llegamos a parar para verlas de cerca y sacar alguna información o conclusión, probablemente por la inercia de la velocidad o porque, como a veces ocurre, no encontramos un buen lugar para aparcar el coche. Por lo general, suelen estar apartadas de los núcleos urbanos, siempre en lugares aislados y solitarios, pero bien visibles desde nuestros vehículos. De tanto verlas, porque hoy nos movemos mucho, llega un momento en el que nos parece que forman parte del paisaje, no las prestamos atención que merecen y nos conformamos con la ignorancia aceptada.  Más de una vez nos hemos preguntado; ¿qué fue esa caseta o casita en la orilla?, ¿para qué ese rústico refugio o tejabana?, ¿qué fueron esas ruinas, esos muros testimoniales? ¿Quién o quiénes fueron autores de lo que un día, sin duda, tuvo una utilidad y ahora está abandonado, derrumbado y olvidado? Hay muchos ejemplos de todo ello en las orillas de las carreteras. Puede ser un mesón cerrado desde hace muchos años porque ya no rentaba, una casa que se nos antoja misteriosa, que nunca hemos visto abierta porque un lejano día fue abandonada por sus habitantes para irse a la ciudad, y desde entonces nadie volvió ni para ventilarla; puede ser un refugio para la parada del autobús de línea, de esos cobijos en los que ya nadie espera por culpa de la despoblación; pueden ser restos de alguna tejera de asturianos, de aquellos barreros que llegaban a la entrada de la primavera a los pueblos y montaban sus tinglados siempre arrimados a las carreteras; o puede ser también una casita muy humilde, de la que nadie hoy se atrevería a decir que fue una vivienda y sin embargo lo fue, como es el caso que ha dado pie a este introito.

CASA DEL MOZO DE ESTACIÓN, UN BAR EN TORNO A LA ESTACIÓN DEL TREN

Al circular por la C-629 en dirección a Villarcayo, poco antes de llegar a Peñahorada, una vez rebasado El Callejón (desfiladero) y entre el arruinado almacén de patatas (aquel que estableciera PROPAS en los años cuarenta) y la también arruinada estación del f.c. Santander Mediterráneo, se puede ver una casita a la izquierda de la carretera que a cualquiera de los que frecuentamos esa ruta nos ha podido llamar la atención. Hoy es una ruina, como todo lo que la rodea este lugar, pero en su día tuvo una utilidad de cierta trascendencia. Levantada por el cantero y constructor Ladislao Conde Rodríguez, probablemente algún año después de haberse inaugurado la estación (1928), fue destinada a vivienda para el mozo de estación y su familia. Ahondando en su historia, por tradición oral sabemos que, durante un tiempo, esta casita fue bar, cosa que pudo ocurrir cuando en torno a ella y en este final del desfiladero, se vivió una inusitada actividad. Esto ocurrió por el propio funcionamiento del almacén, que generaba muchos empleos, por la estación del S.M. en marcha, con su preceptiva brigada de mantenimiento y la consiguiente llegada y salida de trenes, y por la intermitente explotación de la cantera de balastro, con sus propios obreros y vagones para el transporte. (Cabe recordar aquí que, a principios de la década de los cincuenta esta explotación funcionaba a pleno rendimiento como consecuencia de la remodelación de la “Estación Única de Burgos”).

A todo aquel movimiento se sumaba la recepción de los carros y camionetas de patatas que llegaban de los pueblos, que, como la llegada de los trenes, generaban vida y ambiente en aquel el pequeño complejo industrial de la piedra y el tubérculo (“cuando llegaba un tren, aquello era una fiesta”. Sic. vecino de Peñahorada). 

Se juntaba, pues, entre una y otra actividad, una abundante población, entre fija y flotante, lo cual justificó la existencia del citado bar.


Casita del mozo de estación


Desvencijado interior de de la casita.
Debajo está el depósito en el que se guardaba la paja.  


UN PAJAR EN EL BAR. PAJA PARA EL SELLADO DE LOS VAGONES

Al almacén de “PROPASI” llegaban patatas de muchos lugares de Burgos, en carros de bueyes o en camionetas. Desde allí, tras la oportuna selección para siembra, eran transportadas en tren a la estación de Burgos para, a continuación, ser distribuidas a distintos puntos de España. Se llenaban vagones ferroviarios de 10.000 y hasta de 20.000 kgs., en sacos de 100 kg., y solía ocurrir que, estando cargados, las patatas debían hacer noche antes de su transporte a Burgos, lo que llevaba consigo que quedaran a merced de las heladas. Eran patatas acostumbradas al frío, pues mayormente venían de los páramos burgaleses, pero “del mismo, mismo Bilbao no eran” (perdón por la broma), y en los crudos inviernos de los años cuarenta-cincuenta las heladas eran tan terribles que había que sellar con paja las fisuras y rendijas de dichos vagones para protegerlas del hielo. Y como en invierno no se producía paja, al menos en Burgos, había que guardar la del verano para aquella contingencia. Para su almacenamiento, y tras algún acuerdo entre PROPASI (sin documento que lo avale, que conozcamos), en la planta inferior de dicho bar se construyó un amplio y profundo depósito subterráneo. Aquel depósito, según tradición oral, era conocido como El Pajar. Todavía hoy, pese a la ruina de la casita y la maraña de vegetación que todo lo envuelve, bajo la tarima levantada del piso puede apreciarse el hueco oscuro de dicho pajar, no así la rampa por la que accedían los carros para descargar y cargar la paja.


Tolvas en la cantera del balastro


sábado, 9 de diciembre de 2023

ESCUELAS LUCAS AGUIRRE. DE SIONES DE MENA A LA CALLE DE ALCALÁ

 

Entrada a las Escuelas Aguirre en Madrid

Bellísima estampa neomudéjar. 


Una preciosa pérgola a la entrada,


Anticipo modernista.

Merecido homenaje al fundador de las Escuelas.


Retrato de Lucas Aguirre en el aula de Siones de Mena. 


FOTOGRAFÍAS: Escuelas Aguirre en Madrid (Tomadas en 6/12/2023). Otras, en 2003).

Justo ahora se cumplen veinte años desde que en Diario de Burgos (20/12/2003) publiqué el reportaje “Las Escuelas Aguirre, un aula escolar del siglo XIX en Siones”, y catorce desde que lo reproduje íntegramente en este mismo blog creyendo que haciéndolo así podía llegar a un mayor número de lectores curiosos e interesados por el tema.  

Desde el primer momento de haber publicado dicho reportaje supe que en alguna ocasión habría de desplazarme a Madrid para conocer y fotografiar las Escuelas Aguirre que el filántropo y mecenas creó en la capital de España. Ha pasado mucho tiempo, pero por fin mis deseos se han cumplido. En estos días de bullicio prenavideño, en el que el hormiguero humano, como en una escena de ciencia ficción, abarrota el centro madrileño, escapé calle Alcalá arriba hasta dar con el número 62, donde pude maravillarme con la gran obra neomudéjar de las famosas Escuelas, creadas en 1886 y hoy convertidas en sede de la Casa Árabe. Ni en los mejores sueños hubiera podido imaginar la belleza del conjunto.

 Añadid estas fotografías que adjunto a la cesta de la compra, queridos amigos de este Cajón de Sastre, y así tendréis una visión más completa de un hombre ejemplar, liberal y progresista, benefactor y fundador de escuelas en Siones de Mena, Cuenca y Madrid.


Aula decimonónica conservada en las Escuelas Aguirre de Siones de Mena.