lunes, 29 de abril de 2024

LA MUJER DEL CUADRO RECUERDA BASCONCILLOS

Ludivina Vegas, memoria de la Granja Basconcillos


FOTOGRAFÍAS: Ruinas de Basconcillos de Muñó (2024) 

Como todos los años por estas fechas acostumbro a hacer un recorrido por la comarca de Muñó, con el simple propósito de saborear el color de sus campos. La primavera tiñe de verde intenso el largo periodo ocre de esta campiña donde crecen torres, verde fertilizado, todo hay que decirlo, que, al mezclarse con las tonalidades de la tierra sufriente, forma cuadros de especial belleza. Para esta ruta tengo dos opciones, una es la carretera que lleva a Santa María del Campo, y otra es la que conduce a Mahamud.  Las dos rutas parecen calcadas en su paisaje-valium, así que tanto da elegir una que otra si lo que se quiere es disfrutar de belleza y relajarse. En esta ocasión elegí la segunda, pues la excursión tenía una doble finalidad, la de llegar a Santa Cecilia para enseñar a mi querida acompañante una bodega con construcción adosada que a cualquiera puede llegar a confundir (ya hablamos de ella en otro lugar de este Cajón de Sastre, y comentamos su gran parecido con las obras de Gaudi). Esa era la intención, pero algo habría de cambiar nuestros planes, algo se cruzaría en el camino que nos llevaría a vivir momentos para el recuerdo.



Restos de Basconcillos de Muñó



GRANJA BASCONCILLOS 

        Ya en ruta, a unos quince kilómetros de Burgos llegamos al punto donde resisten unas ruinas, a un lado y otro de la carretera, que siempre llamaron mi atención pero en las que nunca llegué a pararme, no tengo claro por qué.  En esta ocasión íbamos con tiempo sobrado y nos detuvimos, siete ojos de bodegas destartaladas en una ladera nos incitaron a ello. Había que fotografiar los restos de lo que en verdad parecía un naufragio. Qué tendrán las bodegas, queridos amigos, que tanto nos atraen, ¿será tal vez su aspecto prehistórico?, ¿megalítico tal vez? Y si esto no fuera, ¿podríamos decir que las bodegas son una especie de catacumbas del vino? Miles de ellas se distribuyen por casi toda la provincia, miles también las que si no están caídas están a punto de hacerlo. Sin duda, el conjunto de todas, con sus lagares, es un patrimonio de enormes dimensiones que, en mi opinión, aún no ha sido suficientemente valorado. Picados por la curiosidad, quisimos saber detalles sobre este lugar de almas perdidas, así que procedía visitar el pueblo más cercano, Villafuertes, dos kilómetros más adelante, considerando que allí podríamos obtenerlos. No nos equivocábamos. Encontramos en esa hora de la soledad temprana a un vecino que se disponía a partir con su coche. Hicimos que se detuviera y preguntamos. Y así supimos que las mencionadas ruinas se corresponden con lo que fue la Granja Basconcillos. ¿Y usted sabe de alguien vivo que vivió allí?, inquirimos sin mucha esperanza de encontrar una respuesta afirmativa. Pero se obró el milagro: “Pues sí, en Villangómez hay una mujer mayor que vivió allí, se llama Diluvina”. ¿Diluvina? Extraño nombre, debía ser un error, sospechamos que tal vez sería Ludivina.  


Bodegas de Basconcillos, una para cada vecino


Y fue así cómo, una vez más, nuestro rodar nos llevó al pueblo de los pollos, famoso ya por los murales en sus medianías y ruinas, donde nosotros mismos habíamos estado en septiembre de 2023 al reclamo de dicho arte. En aquella ocasión quedamos impresionados sobremanera por un cuadro de gran viveza, el de una mujer mayor de afable presencia en acción de pelar una gallina, o un pollo, que vaya usted a saber las plumas. Una mujer que podría haber salido de la imaginación del artista, pero que, en realidad, y como a continuación se podrá ver, se trata de una vecina que venturosamente vive en Villangómez.


Cuando la iglesia de Basconcillos todavía estaba en pie.
Posan los vecinos Leopoldo Revilla y Benedicta Barriuso. 
(Foto: gentileza de Ángel Custodio)


LUDIVINA, LA MUJER DEL CUADRO (nada que ver con la película)

Todavía en las beatíficas horas de la mañana, callejeamos por Villangómez con intención de encontrar un alma a quien preguntar por Ludivina. Afortunadamente no tardó mucho en aparecer, A lo lejos vimos a una mujer que parecía entrada en años. Corrimos hacia ella, no fuera a ser que la perdiéramos al doblar cualquier esquina. Buenos días, saludamos a cierta distancia. Ella se paró. ¿Sabe usted dónde vive la señora Ludivina?, interrogamos. “No sé si en estos momentos les podrá atender”, dijo ella, con cierta y castellana sorna, ante nuestra sorpresa, aunque en seguida se identificó como la mujer que buscábamos: "Soy yo. ¿Qué desean?"

Así nació una conversación que habría de depararnos interesantes detalles sobre el despoblado de Basconcillos, a la sazón “Granja de Basconcillos", que es como ahora y desde hace mucho tiempo se conoció y conoce a lo que un día fue un pueblo normal y ahora es un conjunto insignificante de muñones, de casas, de la iglesia y de las bodegas. Ludivina Vegas, nacida en Villafuertes, vivió en esta Granja de colonos renteros, a donde la llevaron siendo niña pues allí trabajaba su padre, veinte años, desde los siete hasta los veintiocho, que es cuando marcharon a Villangómez. Fue un periodo suficiente para crear raíces, recuerdos y afectos. Por eso hoy bien se la puede considerar como guardiana de la memoria de aquel lugar yermo. Ahora, a sus 89 años, esta mujer, de carácter abierto y cordial, rememora, cuenta y transmite con gran generosidad:Me acuerdo mucho [de Basconcillos], porque hemos vivido tanto y tan bien allí que lo añoro de verdad. Me acuerdo mucho, porque hubo una convivencia tan buena con todos los vecinos, y lo pasábamos tan bien…”. 


SIETE VECINOS, SIETE CASAS, SIETE BODEGAS

“Éramos siete vecinos [viviendo] en siete casas de adobe que, como no eran nuestras, nadie se gastaba un duro para arreglarlas. Eran casas malonas, de planta y piso, y encima había un palomar”. Así describe Ludivina la Granja Basconcillos, un humilde lugar de colonos, a cuya dueña (o a una de las dos dueñas, pues eran dos hermanas y cada una con una parte de las fincas), María Varona, la misma que tuvo en propiedad el palacio de Villaverde Mogina, pagaban rentas.

ESCUELA EN VILLAFUERTES

        “A la escuela bajábamos a Villafuertes, 2 kilómetros, que teníamos ahí la abuela. Bajábamos to los días a Villafuertes a la escuela, cuatro o cinco niños juntos, y alguno no quería bajar y tenía que bajar la madre con él”.   

CEMENTERIO, LADRONES DE CRUCES

        “Había cementerio, estaba pegado a la iglesia, lo que pasa es que los chatarreros se han llevado las cruces”.

ÚLTIMOS ENTERRADOS

        “Unas niñas de un señor, que nacían mal cuando nacían, que no sé qué le pasó [al señor], que esas niñas no se le criaron. Y luego una señora, que se mató yendo en la bici y creo que trajeron [allí] las cenizas”.

 ULTIMO NACIDO

José Ramón Vegas, un hijo de Ludivina.  Su nacimiento tuvo lugar el 1 de mayo de 1966.

EL FINAL

Sucedió cuando había dos mujeres viviendo solas, circa 1970.  Ludivina lo recuerda así: 

[La última viviendo en la Granja] fue una abuela mía. Nosotros nos fuimos un poco más pronto. Una abuela mía, tenía una tía soltera, y mi abuela, y esas se quedaron solas. La abuela se llamaba Leonor Temiño, y la hija Clementina González. Y luego ya, cada uno nos fuimos a un sitio. Estuvieron poco tiempo la abuela mía y la tía, estuvieron muy poco tiempo solas, porque ellas se quedaron solas allí, y entonces luego las trajeron aquí, y aquí murieron luego ellas”.

LA IGLESIA Y LA FIESTA

La iglesia está todo hundida. Aquí [en Villangómez] está la Virgen del Rosario, que era la patrona de allí, esa la trajeron aquí. Allí to la vida fui a la fiesta allí… la fiesta de Villafuertes es el mismo día, y entonces había música, subían los músicos a darnos diana a las chicas, porque éramos entonces cuatro o cinco mozas de mi tiempo allí, y subían a darnos diana los mozos. Y luego, [para] el baile bajábamos a Villafuertes. [Venían] los almendreros, que entonces los almendreros y aquellos del bote subían por la mañana. Y luego, ya por la tarde, bajábamos a misa a Villafuertes, y a la procesión y al baile.      

A LA CHARLA SE AGREGA ÁNGEL CUSTODIO

Casi al final de la conversación con Ludivina se agregó Ángel Custodio, vecino de Villangómez pero que tuvo especial relación con la Granja Basconcillos. No en vano, cuenta, “Yo tengo allí enterraos a mi madre, a mi abuela, la madre de mi madre, una hermana de mi madre, que murió aquí y las cenizas las llevó allí, un sobrino y una sobrina hijos de ella”.  

CASETA DEL MAJUELO, “COMO LA DE LOS INDIOS”

        Ángel Custodio nos recuerda también que en la Granja se trabajaron viñedos. Y para ilustrarlo pone como ejemplo la existencia de casetas donde se apostaban vigilantes para evitar la sustracción de racimos: “Yo me acuerdo que tenían una caseta como la de los indios. Y es que pasaban los coches [por el pueblo] y cogían racimos. Cuando iba con mi difunto abuelo to los domingos y los sábados al majuelo, que tenía ahí, y tenía una caseta hecha como las de los indios, porque decía que pasaba la gente con los coches y se paraban a coger los racimos. Tenían una caseta los majuelos, y recuerdo que cuando iba allí…”.

SEÑORA LUDIVINA, LA MUJER DEL CUADRO

Cuando la conversación estaba llegando a su fin surgió un instante de asombro:

Pero… pero… usted [por Ludivina] ¡es la mujer del cuadro que está pelando un pollo… el famoso y premiado mural!”. “Esa soy yo”, dijo. ¡Cómo pudo ser que no lo advirtiéramos antes!  Seguramente por la emoción que nos transmitía su relato.   


Ludivina Vegas, la mujer del cuadro


miércoles, 17 de abril de 2024

LA CHICA DE CONTRERAS QUE PASEANDO RELAJADAMENTE POR UN CAMINO RURAL NO DEJABA PASAR A DOS AUTOBUSES


Valle de Mirandilla, con la imponente Peña Carazo como fondo. 

FOTOGRAFÍA: Valle de Mirandilla (Tomada en agosto de 2009)

Chica de Contreras: no te conozco, no sé cómo te llamas ni a qué te dedicas, pero intuyo que eres una proteccionista del paisaje burgalés y de todos los paisajes del mundo. Probablemente hoy tendrás muchos admiradores por tu pacífica acción de entorpecer el paso a dos autobuses que se dirigían al otrora maravilloso y tranquilo valle de Mirandilla. Y si no los tuvieras, que sepas que, al menos, aquí tienes a uno.

lunes, 1 de abril de 2024

UNA ATALAYA PASTORIL EN LOMA

 

Torrecilla-atalaya para vigilancia de los rebaños, ingenio de pastores. 


FOTOGRAFÍAS: Torrecilla de pastores en Loma (Tomadas en 13/1/2024)

El 5 de junio de 2023 guardábamos en este ya carcomido Cajón de Sastre una singular torrecilla, de forma cónica, construida con piedra paramera y con escalones en espiral para el acceso a su cumbre, situada en un desolado páramo de Castil de Lences, concretamente en el lugar conocido con el sugestivo nombre de Las Corralizas. Decíamos que se trataba de una atalaya pastoril para el control de los rebaños y para la comunicación entre los pastores que los cuidaban, seguramente tocando cuernos. Creíamos entonces que se trataba de un caso único en la provincia en este tipo de construcción y servicio, pero estábamos equivocados. En la primera nevada de este año (13/1/2024) tuvimos ocasión de descubrir una nueva cerca del despoblado de Loma. Caminábamos sobre la nieve, en busca de un mirador recientemente construido, cuando a lo lejos la divisamos recortada sobre un horizonte blanco. Nos dirigimos a ella, y al llegar, comprobamos que se trataba de una construcción con gran parecido a la de Castil. No era de forma cónica con cuello de botella como esta, sino redonda y con forma de cubo, pero tenía igualmente lajas salientes en espiral para ascender a la cumbre. No había duda, era también una atalaya de vigilancia y comunicación para el servicio de pastores. Hubiéramos querido hablar con algún vecino de Loma, o incluso de Quintalaloma, para que nos explicara su historia y usos, pero el vacío y el silencio no hablan. Quizá esta primavera…


En un mar de piedra, destaca sobre la primera nevada.

Recortada sobre un horizonte lejano

Lajas que sirven de escaleras. Al fondo asoma un campanario.