viernes, 21 de junio de 2024

BODEGAS (VI). BODEGAS DE VILLAHOZ, EL CAPRICHO DE PATRICIO

Patricio Echeverría vio realizado su sueño de una bodega distinta

FOTOGRAFÍAS: Bodegas de Villahoz (Tomadas en junio de 2024)

    Subir al cerro de las bodegas de Villahoz es adentrarse en el sugestivo mundo de las oscuridades y aromas del vino, sumergirse en cuevas excavadas donde dormitan al frío barricas centenarias y viejos lagares, donde huecos verticales buscan el aire de la vida sin llegar a dar luz, donde escalones tenebrosos descienden a santuarios del churrillo alumbrados con sombrías velas. Hoy, este mundo catecúmeno ha sido revestido  de merenderos, de edificios que parecen casas y no lo son, pero que ha generado una maraña de chimeneas, un bosque multiforme de materiales pobres que ennoblecen a los respiraderos tradicionales de piedra, a esas chimeneas de hadas con sombrero que viven permanentemente prisioneras en los antros de la fermentación. Villahoz tiene muchas bodegas subterráneas, más de 200, tantas o más que casas, centenares de cuevas que conviven juntas y apretadas, milagrosamente sin estorbarse unas a otras. Donde termina una, empieza otra,  y solo las calles para los carros de las uvas se libraron de las perforaciones. Agrimensores del pasado y del sentido común, sin más inteligencia artificial que los picachos, fueron horadando sin conflicto hasta construir un complejo entramado de sombras subterráneas que hoy resulta admirable.  Entre todas las bodegas que hay en Villahoz, algunas conservan su aspecto tradicional, con sus pintorescas y rupestres fachadas, lo cual es de agradecer. Otras, en cambio, han sido ocultadas por merenderos modernos de toda laya arquitectónica que nacieron sin más control ni aspiraciones estéticas que el gusto personal de cada dueño, algo que se repite en tantos lugares bodegueros de Burgos. Y entre todo el conjunto, destaca una bodega en los más alto del cerro con luz especial, la que construyó o mandó construir Patricio Echeverría.   


Escaleras para subir a la cumbre de una obra mágica 

 

 LA BODEGA DE PATRICIO 

      Es bien conocida la relación del industrial vasco Patricio Echeverría con Villahoz. Muchas personas de este pueblo y su entorno encontraron trabajo a su vera, tanto en la cercana Granja del Cristo de Villahizán, durante mucho tiempo propiedad de la familia Echeverría-Aguirre, como en la importante industria Patricio Echeverría, S.A., dedicada en Legazpia a la fabricación de herramientas agrícolas (aceros Bellota). Las relaciones afectivas de Patricio con Villahoz debieron ser grandes, cómo, si no, explicar que ideara una bodega-merendero de ensueño como la que podemos ver hoy en lo más alto del cerro. Entre un bosque de chimeneas y zarceras, totalmente distinta al resto, alguien podría pensar que que se trata de una expresión de art brut, pero parece demasiado "culta" para así catalogarla. En todo caso, con justicia podrá integrarse en el futuro grupo de bodegas con encanto que aquí se aspira a formar.    

  

OTRAS IMÁGENES DE LAS BODEGAS DE VILLAHOZ 

Una calle para circular los carros cargados de uva 


Un lagar hundido, del que pronto solo quedará el recuerdo

Bodegas que enamoran, testigos de como pudo ser el paisaje antes de los merenderos 
  
Sobre las barricas grandes, una pequeña, la del vinagre

Un bosque de chimeneas



miércoles, 12 de junio de 2024

BODEGAS (V). MAPA DEL VINO EN BURGOS


Mapa de la provincia de Burgos con señalización de los lugares
donde se cultivaron  viñedos y se produjo vino.

La llamada "Bodega de Alfonso VIII" en Caleruega

Sector del medio oeste de Burgos con señalización de lugares donde
 se cultivaron viñedos y se produjo vino churrillo.
 


Bodega con fachada de sillería en Villasandino

Bodega y cubas de chacolí en Montejo de San Miguel (Museo Etnográfico)


Sector del noreste de la provincia de Burgos con señalizadores en verde que marcan
los lugares en los que se produjo vino chacolí.
 

Sector del río Arlanza con señalización de los lugares donde se cultivaron viñedos
y se produjo vino.

Merenderos en bodegas de Santa Cecilia

Sector de la ribera del Duero 

Viñedo otoñal en la ribera del Duero

FOTOGRAFÍAS: Bodegas en Caleruega, Villasandino, Montejo de San Miguel, Santa Cecilia y La Sequera de Haza. 


No era mi intención al iniciar el tema de las bodegas llegar tan lejos como ya hemos llegado. El viejo y tradicional mundo vitivinícola tiene tantas y tan curiosas ramificaciones susceptibles de ser abordadas, que te atrapa poco a poco y sin apenas darte cuenta. Cuando ya crees que has aportado todo lo que pretendías, incluso más de lo que en principio esperabas, surgen unos y otros aspectos que te animan a continuar. Viene a ser algo así como la parábola de las cerezas, que pretendes coger de una banasta un simple ramillete de ellas y otros vienen detrás enganchados formando una cadena. Y así, queridos amigos de este Cajón de Sastre, héteme aquí siguiendo una nueva y deshilachada senda de este pequeño universo, ahora componiendo un mapa del vino que ni en sueños hubiera imaginado.

Nunca he sido un especial gustador de vinos, ni burgaleses ni de otros lugares, y mi genética no me ha llevado a ser un sibarita de las cosas, tampoco del vino. En realidad, en este tema solo alcanzo a entender que una botella de vino de cien euros debe ser mejor que otra de cuatro, y punto. Pero, siendo esto así, no quita para que conozca que en la provincia de Burgos hay y hubo amplias zonas geográficas donde se cultivan y cultivaron viñedos y se obtuvo y obtiene vino de ellos, lo sé por mi actividad de curioso y empedernido viajero por la provincia. En algunas de esas zonas, los viñedos ya no forman parte del paisaje (algunos llegué a conocer que ya no existen), quedando como testimonios los cientos o millares de bodegas en las que se produjo vino. Este es el caso de la zona del medio oeste, la del vino churrillo, que fundamentalmente abarca el territorio de los viejos partidos judiciales de Castrojeriz y Villadiego. Otras zonas, en cambio, han tenido más suerte y todavía en ellas los viñedos permanecen y producen vino, al igual que durante siglos lo hicieron, como es el caso de la vega del Arlanza y ribera del Duero, ambos con denominación de origen y formando conjuntos próximos entre sí, aunque visiblemente separados.  

Mención aparte merecen pequeños enclaves del noreste de la provincia en los que se cultivaron viñas para la obtención de vino, tanto el normal como el chacolí, como son La Bureba, el entorno de Oña, Trespaderne y Miranda de Ebro, y en menor grado el valle de Mena. El vino chacolí, expresado así en el Diccionario de Pascual Madoz (1845-50), cuando se relacionan las producciones en cada población o lugar, nos sirve para constatar que tuvo cierta importancia en Burgos, quizá no tanta como para haber podido entrar en las famosas controversias por la denominación de origen (País vasco, Cantabria), pero sí, al menos, con el valor suficiente para recordarnos el hecho histórico de su existencia (32 lugares productores lo avalan).    

El mapa que he podido elaborar, con la inestimable ayuda del citado Diccionario, muestra amplios sectores de la provincia atiborrados de vino, pero también grandes superficies en las que, bien sea por cualidades del terreno no aptas, por factores climáticos o de otra índole que se me escapan, ni se produce ni se produjo. Ver este mapa es un espectáculo, no solo por los 253 puntos productores de vino marcados (1), sino por esos espacios “vacíos de vino”, que nos llevan a hacernos preguntas. Aunque para responderlas, si es que no estuvieran ya respondidas, harían falta especialistas en la materia, posiblemente edafólogos, meteorólogos y alguno más.

Espero, queridos amigos, que disfrutéis con la vista de este mapa de la provincia burgalesa, hasta ahora inédito y que tanto sugiere, como yo mismo disfruté al confeccionarlo. Tomemos un chato de vino de alguna bodega subterránea para celebrarlo.

NOTA: En el Diccionario de Pascual Madoz, quizá por descuido o por no haber querido incluir todas las producciones dadas en ellos, no se mencionan como productores de vino los lugares de Villavieja de Muñó, Villasandino, Villalba de Duero, Tamayo, Santibáñez de Esgueva, Santa María Mercadillo y Mecerreyes. Así que, corrigiendo esta lagunas y para que sea más completo el mapa, se han incluido estos lugares sabiendo que en ellos existen bodegas que atestiguan dicha producción.

 

jueves, 6 de junio de 2024

BODEGAS (IV). EL TUFO


FOTOGRAFÍAS: Hontoria de Valdearados (SF) y Villaverde Mogina (2011).  


Prensando uva en Hontoria de Valdearados 


El mayor peligro en las bodegas era el tufo, ese gas traicionero y silencioso que se produce en la fermentación, capaz de llevar a la muerte a quien no toma precauciones.

Teodoro González pone luz en esta grave cuestión:   

        CON EL TUFO, "SI TE CAES, YA NO TE LEVANTAS"

Mira, en Mahamud había un chico que se llamaba Jeibito, de Ciadoncha, [en cierta ocasión] subieron con el garrafón a por vino a la bodega, y había tufo. [Le dijeron al chico]: “Que no bajes”.  “¡Coño, que mi padre quiere el vino!”. Bajó, y allí se quedó. El tufo si te caes ya no te levantas. Yo en mi bodega, metía una soga con una herrada con gasolina y te la apagaba. Cuando fermenta el vino, como metían cantidad pues había un tufo que te duraba ocho días; y si las cubas las tenías muy llenas, te tiraba. Y entonces había que bajar pa limpiarlas y quitar... Yo, una vez tuve que quitar a la zarcera la piedra y meter una herrada [por el hueco], meterle con una cadena, con gasolina pa ver si se marchaba [el gas]; entonces se dejaban las puertas abiertas, se ponía un palo cruzao pa que no entraría nadie. Se dejaba abierto día y noche, y la zarcera abierta, pa ver si con el aire marchaba.

UNA HERRADA CON FUEGO POR LA ZARCERA.  LUMBRE PARA SACAR AL MUERTO POR TUFO

Como la zarcera es grade, se metía el caldero por ella con fuego pa ver si te la apagaba, pa que se marcharía el tufo, porque a veces te lo apagaba del tufo que había. Si se apagaba, es que había tufo, y si no se apagaba es que estaba bien. Al que le tocaba eso, porque había bodegas que no tenían zarcera. 

Aquí en Santa María también hubo algunos [casos de muertos por tufo], y por to los sitios. [A los que habían muerto] les dejaba tiesos, y después, pa sacarle, había que prender lumbre para poder entrar a por él, [Con la lumbre] se marchaba el tufo, con el humo se marchaba, lo he visto hacer y lo he hecho.


Cuba de vino en bodega


UN MUERTO POR TUFO EN CIADONCHA

Relato de Artemio Pérez, de 86 años

El tufo, eso era peligroso. Aquí, en Ciadoncha, se ahogó uno. Le mandó… Venía de arar, a las doce o la una del mediodía, y su padre le mandó a por vino. Pero ¿qué pasa?, que tenía tufo la bodega. Y era el padre un poco raro, dice “venga, vete a por vino”. Y otro señor le dijo, “mira, no te metas a la bodega, que de la bodega mía te doy un garrafón, ya me lo devolverás”, Y el tío, que no y que no, “que tengo que llevar el vino de mi bodega”; y el tío se metió y allí se quedó; que no sale, que no sale, que no sale… Le sacaron poniendo fuego. Poniendo lumbre, poniendo manojos [de sarmiento encendidos] pues le haces marchar al tufo. Y te lo apaga, ¿eh?, te apaga el fuego el tufo, ¡qué fuerza tendrá!  El tufo se produce porque al fermentar el vino es cuando se forma el gas, y es cuando corre peligro.

[Para saber si había tufo] ¡joder, enseguida te daba a la nariz!, a galope te daba a la nariz. O prendías una cerilla y te la apagaba, y si bajabas con una vela igual te la apagaba. Si prendías una cerilla y te la apagaba, pues ya sabías que eso [que había tufo]. Nosotros en nuestra bodega, que era muy honda, tuvimos que poner cuatro o seis manojos de los palos que cortamos de las cepas. En la bodega que comprendías que había tufo prendías uno o dos manojos y le hacías marchar y podías entrar.

"¡QUÉ FUERZA TENDRÍA!"

 [Si no se ponía fuego, el tufo duraba] días, semanas, sin poder entrar a la bodega. Nosotros, hasta que metimos tol vino pudimos entrar, pero mal. Pero una vez que metimos tol vino resulta de que ya vio mi padre que había tufo.  Dice “no se puede entrar a la bodega -dice-, hay que llevar manojos, verás que pronto [se quita]”. Pero le ponías el manojo, le prendías en la calle, le metías, y en la escalera te le apagaba. ¡Qué fuerza tendría!, hacía buena llama, pero con todo y con eso te lo apagaba.


Lagar en Villaverde Mogina 


 

CON MI AGRADECIMIENTO A 

Teodoro y Martín González, de Santa María del Campo

Artemio Pérez, de Ciadoncha

Pablo Delgado, de Ciadoncha

Cesáreo Gómez Gómez, de Santa María del Campo   


 

 

domingo, 2 de junio de 2024

BODEGAS (III). CASETAS DE MAJUELO


Caseta de majuelo en el término de Fuentespina,
 en Santa María del Campo


FOTOGRAFÍAS: Casetas de majuelo en Santa María del Campo y Mazuelos de Muñó (tomadas en 2024 y 2014, respectivamente)

CASETAS DEL MAJUELO

         Por los relatos de algunos informantes se puede intuir un paisaje del medio oeste burgalés totalmente distinto al actual, con toda probabilidad de mayor y más variado colorido. Hasta finales de los años sesenta del pasado siglo los viñedos competían en hectáreas con el conjunto de las otras sembraduras tradicionales, como cereales (trigo y cebada), yeros, beza o alholvas, por mencionar solo las principales. Según los testimonios recogidos bien podría decirse que hasta donde alcanzaba la vista su presencia era algo más que notoria, quizá mayor que la que hoy distingue a la ribera del Duero.    

Los trabajos en las viñas requerían su tiempo, y en ese tiempo podía llegar la tormenta o la simple lluvia. Para esa contingencia, para que sirvieran de refugio a los obreros y a los guardas de los viñedos que nombraba la Hermandad de Labradores, se construyeron las llamadas “casetas de los majuelos”, todas de igual estructura y en las que llegaban a caber hasta cuatro personas. De piedra, a hueso o unida con argamasa, con base circular de apenas metro y medio de diámetro, los mismo de altura y rematadas en cono, la mayoría están hoy arruinadas, aunque aún se conserva alguna en pie que nos sirven para conocer cómo eran. Llama la atención en ellas lo reducido del acceso, con apenas 1 metro de alto por 80 centímetros de ancho. Según describen quienes en alguna ocasión se refugiaron en ellas, semejante angostura servía para que animales de cierta alzada no pudieran acceder al habitáculo, lo que no quita para que en alguna ocasión llegara a criar en su interior el jabalí. 



Ya no hay viñedos que guardar y la añosa Caseta de Majuelo de Fuentespina
espera la suerte de otras cercanas que ya desaparecieron.


Así lo recuerdan y describen Teodoro González, de Santa María del Campo, y Artemio Pérez, de Ciadoncha

Había cuatro o cinco sitios que había majuelos, y el pueblo de Mahamud [tenía] más majuelos que Santa María. Igual cada uno tenía diez hectáreas. ¡Más que cereales había! En [el término de] Fuentespina todo eran majuelos, pa ir a Escuderos a la izquierda. Como son tierras pequeñas no se trabajan y se han perdido. Entonces, allí hay casetas redondas de piedra de los majuelos. Eran para cuando iban a podar meterse si llovía. Pa ir a Belbimbre hay otras dos [casetas]. Las de Fuentespina está a unos tres kilómetros. Hay una que va como hacia Villahoz, y otra donde estaba antes la escombrera. [En cada caseta] cogíamos cuatro tíos alrededor. La tenía uno y ahí se metían todos. Esas no tenían puertas, ¿eh? [se hicieron] con la entrada baja pa que no se metería el ganao. Ahí, en esas casetas, ha criao el jabalí dentro de la caseta, como está abandonada… Yo he oído que, al entrar, encontrarse allí con la jabalina. (sic. Teodoro)

TRES GUARDAS PARA VIGILANCIA DE LAS VIÑAS EN CABAÑAS DE MADERA

Aquí, en el tiempo de la uva, se ponían tres guardas más. Uno aquí, otro en Fuentespina y otro ahí ¿…? Los ponía el Ayuntamiento, la Hermandad. Y estos, en un alto, hacían una cabaña de madera, ponían así unos palos, y todo alrededor de madera, pa esconderse, y así se sabía si estaba o no estaba [el guarda]. Y entonces, así vigilaban por si [robaban]. Pero después los quitaron, porque era más lo que robaban ellos que lo que robaba el personal. (sic. Teodoro).

TODAS MIRANDO A LA SALIDA DEL SOL

Pues esas Servían… porque entonces, en aquellas épocas, en to los términos había una. Ahí había una que llamábamos la Caseta de Valdehazadón, allí otra que llamábamos la Caseta del Tío Ramón, otra había para ir a Santa María… Servían para refugiarse si venía un nublao o cosas de esas…. Y tenían la boca muy baja y todas mirando a la salida del sol. Se ve que de este lao venían menos nublaos, azotaba menos. [para] los guardas, que ponían tres guardas para el viñedo, los ponía la Hermandad los tres meses, desde San Pedro hasta septiembre. Claro, si ibas por ahí y cogías un racimo y te pillaba el guarda, te ponían una multa y te sacaban en aquellos tiempos dos o tres pesetas. To los años eran los mismos [guardas]. Estaban tol día, desde que salía el sol hasta que se metía. Por la noche, no (sic. Artemio).


Caseta de majuelo en los campos de Muñó, vieja conocida de este blog (30/5/2012) .