Lara con el Pico Mencilla como telón de fondo
FOTOGRAFÍAS: Lara de los Infantes. Pico Mencilla. Quintanilla de las Viñas (Tomadas el 13 de enero de 2021)
A
veces pienso que el Pico Mencilla marcó mi vida y mi destino, si es que en
verdad creyera en destinos predeterminados. Haber nacido bajo el poder telúrico
de esta gran montaña, diosa protectora de los campos de Lara, debió ejercer una
influencia a la que hubiera sido inútil rebelarse, me dejé llevar. Majestuosa, indomable
y a veces trágica, dominadora mole, la fuerza que sale de su vientre elefantiásico
marcó para siempre a quienes cabalgamos sobre su lomo alguna vez. Los lareños
sentimos siempre su aliento, para bien y para mal (casi siempre para bien),
como lo sintieron los romanos que nos ocuparon e hicieron civita en Lara
(Nova Augusta), o los monjes artistas de Santa María de las Viñas, cuyo arte
de los símbolos va más allá de lo imaginable, o los que a su abrigo
construyeron iglesias románicas con pórticos y labras de fantasía, o los que hollaron
peñas de vientos imposibles para asentar fortalezas de condes e infantes de leyenda.
El Pico Mencilla, la Montaña Mágica, continuó arropándonos con su capa parda hasta
que dejamos de creer en la bondad de su cobijo e inventamos la despoblación.
¿Qué piensa ahora, qué pensará la Montaña Mágica cuando todos nos hayamos ido?
Hoy,
cuando de regreso de Santa María la visigoda, camino de Lara, la veo y contemplo
luminosamente blanca bajo la luz del mediodía, con su túnica de nieve reposada,
no veo solo el telón de un escenario apacible, mi imaginación se desborda y
adivino en la cumbre las figuras de dos músicos arrecidos que un día soñé salidos
de la tempestad (Pasacalles en el Mencilla). Dos apariciones que, desde
ahora y en el tiempo que me quede, siempre veré cuando atisbe la cima.
Al cumplir veinte años intenté doblegar el poder de la Montaña Mágica para cambiar mi destino. Con la nieve hasta la cintura, subido en su lomo blanco, cabalgué hasta su cumbre. Te he doblegado, le dije al coronar, allí donde se domina el mundo, mi destino será ahora el que yo quiera. Iluso de mí, ella ya había decidido y me contestó: “No te engañes, no tienes vuelta atrás, tú serás lo que serás y yo quiera, siempre estaré contigo y tú conmigo”.
En mi pueblo, también como telón de fondo existe un pico, el Aznaitín, sobre el que siempre intenté sobrevolar. Es curioso que recuerde más la línea de montañas del horizonte que las callejas rebosantes de monumentos. Cada cual con su pueblo, con sus recuerdos, levanta la mirada hacia el pasado, añorando lo que fuimos, pero aunque las circunstancias sean adversas, aún podemos elevarnos, mucho más despacio, en la cúspide de esas montañas que forjaron lo que somos.
ResponderEliminarMe ha encantado esta narración que rebosa sensibilidad en cada punto, en cada palabra. Gracias.
Gracias, Rosa, te conozco, tú sí que has aprendido a comunicarte con la naturaleza, con las montañas, sé que hablas en su mismo idioma.
EliminarUn abrazo
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
ResponderEliminarHola José Ángel. Aunque entiendo que no hayas encontrado otro modo de comunicación, para que yo te conteste habrás de darme tu correo electrónico. Puedes escribirme a eliasru@hotmail.com
EliminarUn saludo