jueves, 26 de mayo de 2022

MOMENTOS CON ROBUSTIANO


Robustiano sacaba música de los cencerros 



FOTOGRAFÍAS:
Robustiano afinando cencerros. Velortada. (Tomadas en 1995) 

En los muchos momentos que estuve con él nunca le vi maldecir ni quejarse por tener que arrastrar sus piernas, pesadas como leños, al hacer algún desplazamiento. Era algo que tenía asumido desde niño y que estoicamente superaba con el esfuerzo diario de dotar de música a los cencerros del ganado. En realidad, los desplazamientos que yo le vi, que tanto me impresionaban, eran muy cortos, no iban más allá de la poca distancia que separaba el interior de la cabaña del solerón cubierto que cobijaba su peculiar taller. Aquí, sentado en un banco de tres patas y provisto de un martillo, enfrentado a los campanos, pasaba sus días repiqueteando hasta conseguir entonaciones pastoriles escondidas o soñadas, muchas veces rebeladas por díscolas. Fui testigo, en numerosas ocasiones, de su lucha con el metal para extraer la música deseada. Por ello siento que fui un privilegiado, pues no muchos habrá que puedan presumir de semejante espectáculo. El suyo era un oficio de afinado continuo, de concentración y paciencia eremítica, la misma paciencia que tuvo conmigo al tener que soportar los largos interrogatorios a los que le sometí en cada una de mis visitas. Robustiano era fácil de encontrar, esa fue mi suerte, pues al contrario que los pasiegos andantes, que unas veces estaban a la hierba en cabañas de arriba, otras en las de más abajo y otras en las vividoras, él siempre estaba en el mismo lugar, en su cabaña de Carredondo, en Lunada. Por eso, siempre que me interesó disipar una duda en torno a las costumbres pasiegas, supe dónde y a quien tenía que acudir, el Campaneru de Salcediyu tenía respuesta para todo lo que yo quería saber.

Vivencia especial con Robustiano fue cuando una tarde de verano nos desplazamos a San Roque de Río Miera, él me lo había pedido y bien que lo agradecí, pues tuve ocasión, a mitad del portillo de Lunada, de contemplar el sorprendente ejercicio de la velorta en un prado cercano a una cabaña.


Velortada de hierba

2 comentarios:

  1. Qué sería sin tu memoria ni la de gentes tan entrañables como Robustiano, no sería igual. Gracias por estos reencuentros.

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    1. Cuando los encuentros han sido buenos y especiales la memoria suele responder, amiga Rosa.
      Gracias y un saludo,

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