martes, 10 de diciembre de 2024

EL CARRO Y LOS AEROGENERADORES, TESTIGOS DE ÉPOCA


FOTOGRAFÍAS: Tomadas en Acedillo, 2004 y 2019 

 

EL CARRO EN SU GARAJE, LA DESPOBLACIÓN GENERA RUINAS 

El garaje se desmoronó y dejó a la vista la joya que guardaba dentro, un carro con su preceptiva matrícula, en este caso de Acedillo. La fotografía es de 2004, queridos amigos, por lo que cabe suponer que del conjunto, una vez transcurridos veinte años, ya no quedará nada. El carro fue en su momento una tecnología avanzada, una modernidad imprescindible. Poco a poco, fue implantándose en la vida de nuestros pueblos he hizo más fácil las actividades campesinas. Los bueyes fueron el mejor motor para su rodar en cualquier terreno, pero los nobles bóvidos se griparon y pasaron a mejor vida, ya no quedan bueyes. Por supuesto que no descubro nada diciendo todo esto, pero hay algo en la insólita imagen que invita a la retrospección, probablemente también a la melancolía. Este carro, en su día, durmió confortable en el garaje que ahora veis arruinado, queridos amigos, como duermen ahora nuestros lamborghinis. ¿Qué habrá sido de él?   


Se desmoronó el garaje y el vehículo quedó desguarnecido 


 ARROGANTES MOLINOS DE VIENTO ...

No solo transforman el paisaje, también la evocadora imagen de los pueblos. Los aerogeneradores, situado aquí y allá, a veces sin orden ni concierto, se han adueñado del territorio y de nuestro cielo sin compasión. Nos hemos acostumbrado a verlos, arrogantes, recortados en montes y altozanos, también a su grave rugir. Ya no nos queda fuerza moral para enfrentarnos al progreso y dejamos hacer. Pero sospechamos que un día llegará en que estos monstruos se bajen de su pedestal, se humillen antes nuevas energías y se conviertan en deshechos de una época.  

 

,,, transforman el paisaje de nuestros pueblos 

martes, 3 de diciembre de 2024

SUENA EL TELÉFONO..., LLAMADAS EN LA SOMBRA



Algo tan pequeño y... 

 FOTOGRAFÍA: Teléfono móvil (Tomada en diciembre de 2024)

 


El cabreo que tengo por  tantas llamada comerciales como de un tiempo a esta parte vengo recibiendo me lleva a reproducir una entrada escrita hace diez años:


Soy de la opinión de que, en muchos casos, las nuevas tecnologías nos complican la vida, más que facilitárnosla, y nos hacen menos felices. Seguro que alguno de vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, habéis pensado lo mismo en alguna ocasión. Tengo un teléfono móvil pequeñito, diría que insignificante, sin más servicios que los de responder y llamar. Apenas mis dedos pueden manejarlo, pues a veces tecleo varios números a la vez y tengo que ponerme las gafas de cerca para ver los números. Pero bueno, no necesito ni quiero más, aun con todas las incomodidades, me voy arreglando. Ocurre, sin embargo, que no es la cuestión de tamaño del aparatillo ni los escasos servicios que me presta lo que más me molesta, sino las veces que me lo pongo en la oreja para contestar a números de teléfonos anónimos que me llaman, cuelgan y no dicen nada. Estas llamadas tramposas y sin identificar, de silencios cortos pero profundos, pueden interrumpirnos en momentos claves de nuestra vida, a veces en nuestros sueños, que tanto nos ha costado conciliar, otras veces en momentos de declaración de amor, y quizá, Dios no lo quiera, en el trance de un drama familiar que necesita de nuestra máxima atención.

Y me pregunto si estas llamadas no pueden ser perseguidas por ley, si esta impunidad con la que algunos nos agrian la vida por teléfono debería ser tipificada como delito (¿Lo es ya?).  

¡Ah, qué tiempos aquellos de Telefónica como único servidor! Recuerdo muy bien al operario de esta empresa que venía presto a casa a reparar o revisar nuestro teléfono de mesa cuando se producía alguna avería. Era como el cartero, el lechero o el panadero o el de Círculo de Lectores, el practicante, alguien entrañable a quien conocíamos bien, como de casa. ¡Que tiempos los de aquellos teléfonos de mesa, de volumen más que digno y de sonido potente y unívoco! Si se averiaban, el operario nos ponía uno nuevo, de manera gratuita, y se acabó el problema. ¡Eso era un servicio! Desgraciadamente, aquello no duró mucho, poco a poco los aparatos iban siendo de peor calidad y más pequeños, hasta que todo acabó con las “nuevas tecnologías” y la eclosión de los móviles.

 En fin, vamos sobreviviendo como podemos. 

domingo, 1 de diciembre de 2024

EL MORAL APUNTALADO

         

Apenas un puñado de hojas resisten como testigos del otoño. 


FOTOGRAFÍAS: Moral de Revenga (Tomadas en noviembre de 2024

       Quise fotografiar el moral de Revenga en su versión otoñal, que es cuando se viste de amarillo y ofrece una de sus más bellas versiones, por no decir la más bella, pero por una causa y por otra lo fui dejando, y cuando por fin pude visitarlo, hace apenas tres días, ya era demasiado tarde, pues apenas un puñado de hojas escondidas podían verse a resguardo de su inmenso y arrugado tronco. He dicho viejo y arrugado, aunque también podría haber dicho anciano y decrépito, ya que, para que os hagáis una idea, queridos amigos de este Cajón de Sastre, el moral necesita ahora media docena de gruesos postes para sujetar tan solo una de sus ramas, la principal. Han pasado siete años desde mi última visita. Entonces todavía el árbol, creo recordar, no usaba cachava para mantenerse en pie, pero hoy necesita no una, sino seis. Los siglos le pesan, y por eso los vecinos de Revenga, quizá pensando que su monumental moral ha de durar tanto como su iglesia románica, pues creen que ambos son hermanos y que nacieron y plantaron al mismo tiempo, hacen lo posible para mantenerlo erguido y con cierta dignidad.


La inmensa Rama de la Fuente necesita hoy seis cachavas para sostenerse

Se fueron las hojas amarillas. Otro otoño ha de venir, espero.


Sobre el gigantesco y viejo moral de Revenga escribíamos en el verano de 2015:  

 EL MORAL DE REVENGA                    

En 300 años no quedará un solo árbol en el planeta, nos lo acaban de decir los que estudian y saben del tema. La demoledora y creíble noticia está caliente aún, como recién salida del horno, y nos ha golpeado donde más debe dolernos. Por eso me ha parecido oportuno traer hoy aquí, a modo de homenaje a nuestros bosques y arboledas, un nuevo monumento vegetal de los numerosos que atesoramos en Burgos, un ejemplar singular más que acompañará a los muchos que llevamos ya guardados en este Cajón de Sastre. Se trata del viejo moral de Revenga, otro de los que crecieron al amparo de las iglesias y ermitas de nuestra provincia, románicas o góticas. Un desvencijado y retorcido árbol que acabo de descubrir, que se resiste a morir y que durante siete siglos ha abastecido de moras al campo de Muñó y aledaños. Se le conoce como El Moral, sin más sobrenombres, aunque algunas de sus hijas-ramas, tres, que llegaron a ser descomunales, pero que ya cayeron por su peso y volumen, fueron merecedoras de nombres propios; Rama de las Campanas, llamaban a la que se dirigía hacia el campanario; Rama de la Fuente, a otra que se enfilaba, desafiando la gravedad, hacia el venero, y Rama de las Tralleras, a la que no producía moras, quizá por su juventud y múltiples ramificaciones venosas.

De Presencio, de Ciadoncha, de Villaverde, de Villafuertes, de otros pueblos de la zona, se acercaban a partir del día de Santiago para hacer acopio de moras del famoso moral de Revenga, que no sabe que dentro de tres siglos ya no existirá.