martes, 21 de julio de 2009

CASAS NOTABLES DE BURGOS (II)




CASA DE PRUDENCIO DORRONSORO O
CUANDO EL LADRILLO SE HACE ARTE

Diario 16 Burgos, 12 diciembre 1993

El paseo sosegado por la calle Santander, si es que el tráfico de esta transitadísima rúa burgalesa permite tal lujo en el día de hoy, depara al buen observador el regusto de la contemplación de una serie de edificios de vieja y espléndida factura y no menos interesante diseño. Algunos son propios de una época dorada de la arquitectura doméstica en Burgos, cual fue el final del siglo pasado (XIX) y los primeros del XX. Destaca entre todos ellos uno, con fachadas a las calles de Santander, avenida del Cid y San Juan, que en el momento de su construcción recibió el nº 51 de la última calle citada. Se trata de una ejemplar edificación en la que se conjugan, de manera armoniosa, ladrillo, piedra, hierro y madera, incluso algunas labores escultóricas y bandas de azulejos, cuya autoría hay que atribuir al maestro de obras Eduardo Olasagasti Irigoyen. A él hay que agradecer la magistral utilización del ladrillo en esta casa y de él podían haber tomado buena nota algunos arquitectos de hoy, cuando de forma masiva, desnuda e impersonal han hecho y hacen uso del caravista.
El nacimiento de esta casa se remonta a 1853, año en el que el Ayuntamiento Constitucional concede licencia de construcción en un solar de su propiedad a José Martínez de Velasco. La obra, empero, quedó paralizada por espacio de diez años, ignorándose los motivos, siendo reanudada en 1894 por el nuevo dueño del solar, Prudencio Dorronsoro, a quien el Consistorio da permiso para edificar según planos, en expediente de 22 de julio de ese año. (AMBU).
No es común que un edificio se resuelva a tres calles, como es este el caso (Santander, San Juan y Plaza del General Santocildes), por ello, y debido a que cada una tenía su propia catalogación, existió algún problemilla en la resolución De la altura que debía tener, que al final quedó establecida en 18 metros. Por lo demás, su alzado no originó ninguna otra cuestión conocida. La presencia de un edificio de estas características debió suponer, para la época en que fue construido, un toque de modernidad. Por el lado oriental se abría a grandes espacios no urbanizados y ocupados por huertos lindantes con los ríos Vena y Pico. Los vecinos que ocuparon la fachada orientada hacia Los vadillos serían testigos de excepción, durante medio siglo, de los movimientos de tropas y piezas de artillería en el Parque de Artillería de San Idelfonso, que entonces estaba situado a los pies de la casa, en la Plaza del General Santocildes. Igualmente, asomados a las ventanas, serían observadores de privilegio del trasiego en el gran casetón del mercado norte que estuvo presente hasta 1967 en la misma plaza.

No hay comentarios:

Publicar un comentario

Solo se admiten comentarios constructivos. Los comentarios anónimos, o irrespetuosos, no serán publicados, tampoco los que no estén correctamente identificados.