miércoles, 29 de diciembre de 2010

¡FELIZ Y PRÓSPERO 2011!


FOTOGRAFÍA: Sombras animadas en el canal de la fábrica de luz "El Porvenir de Burgos". (Tomada en diciembre de 2010).

Con mis mejores deseos para todos los amigos y seguidores de este Cajón de Sastre. Que al menos uno de vuestros sueños llegue a cumplirse.

Una curiosidad para los que de costumbres pecuarias no anden muy sobrados: por estas fechas de fin de año, aunque también por San Pedro, se ajustaba en los pueblos burgaleses a los pastores. Por lo general, este ajuste tenía lugar en la Sala de Concejo. Del tira y afloja entre pueblo y pastor para llegar a un acuerdo que beneficiara a las dos partes, nació el expresivo y poco conocido dicho,

San Silvestre,
si no estás contento, vete.

martes, 28 de diciembre de 2010

CANAL DE "EL PORVENIR DE BURGOS"






FOTOGRAFÍAS: Central eléctrica El Porvenir de Burgos. Desvío de aguas del Ebro para la central. Puente y canal sobre el río Ebro, factura y recuerdo de Altos Hornos de Vizcaya. Obras en el canal. Entrada al túnel del canal clausurada por obras. Vieja maquinaria, arqueología industrial en movimiento. Operarios de El Porvenir (gentileza de Miguel Bravo).

Hace ahora 103 años que se inauguró una fábrica de luz en Quintanilla de Escalada, en lo más hondo de los cañones del Ebro, para llevar luz a muchos pueblos y a la ciudad de Burgos [1]. Venturosamente, esta fábrica en el desfiladero, titulada "El Porvenir de Burgos" y cuyo ronroneo mece a los buitres que anidan en los roquedos, todavía hoy sigue produciendo luz, aunque sea con maquinaria más moderna que la de origen y acoplada ahora a la red general. Para el funcionamiento de la central se construyeron una serie de infraestructuras y edificios, cuya conservación es admirable después de tanto tiempo. Entre todo, destaca un gran canal para llevar el agua a las turbinas, con cerca de cuatro kilómetros de largo y un túnel de casi 500 metros horadado en la ladera de la montaña, que es el que ahora está siendo objeto de restauración y consolidación. Un túnel, por cierto, de infausta memoria, ya que en él tuvo lugar un terrible suceso. Fue el 17 de junio de 1938, un grupo de jóvenes que intentaba llegar en barca por el canal al santuario de Nuestra Señora del Ebro, donde se iban a celebrar las rogativas para pedir lluvia, naufragó dentro del túnel, muriendo ahogados nueve de ellos, todos del pueblo de Turzo, y el cura párroco de Orbaneja del Castillo que también iba en la embarcación.

Dicha barca es la que utilizaba normalmente mi amigo Milo, de Quintanilla de Escalada, que fue durante 41 años el encargado de cuidar la central. Desde su pueblo y por el canal, todos los días se desplazaba en ella a su puesto de trabajo ayudándose por un chuzo y dejándose llevar por la corriente. Llevaba también un guiñapo de cotón para alumbrarse en la oscuridad cuando atravesaba el túnel.

Este canal, ya digo, es el que ahora se está reparando, lo sé porque el pasado 26, día gélido, de sol y hielo, visité de nuevo la Central y pude observar el canal vacío de agua y las obras que en él se están llevando a cabo.

Otro día volveré, y espero que acompañado de mi amigo Emiliano Díez, guardián de la memoria de los cañones del Ebro.

[1]: A quien interese el tema de esta fábrica de luz, puede documentarse en mi libro Burgos en el recuerdo I, donde se hace breve historia y memoria de la misma. (Agotado. Solo en Bibliotecas).

jueves, 23 de diciembre de 2010

NOCHES DE NAVIDAD



FOTOGRAFÍAS: Avellanosa de Rioja (2009). Anciano burgalés (2007).

De Ecos de la lluvia y el aire

Si no es para médicos, no se mueven del pueblo donde echaron raíz. Como mucho, algunos van a la ciudad por Navidad, en las noches Buena y Vieja. Mejor está decir, amiga Lluvia, que se los llevan los hijos forzadamente, tras muchas rogativas: a ella, a él, a los viejos sobrevivientes. ¡No puedes pasar esta noche aquí, sola, solo!, dicen. ¡Hazlo por tus nietos! Y después de la cena insisten: quedaos a dormir, madre, padre... sabiendo la respuesta de todos los años: no rotundo. Se resisten, invocan el insoportable calor en las colmenillas de ladrillo, ésas en las que dicen vivir sus hijos, el asfixiante cuarto de la televisión... Ni un minuto más de la cuenta, tras el mazapán, fuerzan la vuelta a la negrura de las noches en sus pueblos de silencio, de cielos estrellados en libertad; prefieren, Lluvia, las caricias y espinas de mi aliento, los fríos dardos de tus gotas, por mas que algunas veces nos mostremos en tempestad. Valoran la amanecida en la normalidad de los años anclados, hay que encender la gloria, y quizá haya que hacer pasillo entre la nieve para que los chicos puedan meter el coche, cuando lleguen mañana de la capital.

martes, 21 de diciembre de 2010

¡FELICES DÍAS, AMIGOS!



FOTOGRAFÍAS: Los 7 enanitos de Casilda (Tomadas en 2008).

Para todos los amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, que habéis tenido la paciencia de seguirme desde el principio de los tiempos, y para los posibles que decidan en adelante abrir el cajón y sumergirse en su memoria, envío este regalo que pretende ser agradecimiento y felicitación navideña.

Los 7 enanitos los fabricó mi amiga Casilda García, nacida en uno de los pueblos del silencio que el viento ha barrido, Cuzcurrita de Aranda. Ahora, mi amiga artista, que añora hasta el dolor el pueblo que le vio nacer, vive en Brazacorta. Para allá y para ella, y para su pueblo desaparecido, envío un emocionado recuerdo y un no menos emocionado abrazo.

martes, 14 de diciembre de 2010

LA CERCA DE VILLAÑO









FOTOGRAFÍAS: Villaño. Arquitectura tradicional de Villaño, la casa losina. Vistas de la Casa de Vadillo, con ventana de la cocina del mojón incluida. Casa de La Agonera. Vista de la depresión de Orduña desde la cascada de Délica. (Tomadas en diciembre de 2010).

Recientemente y a propósito de mi entrada MEDINA DE POMAR Y PARAGUAY [2-12-10], recibí un comentario de un amigo y seguidor de este blog, de allende los mares, en el que me solicitaba información sobre la Cerca de Villaño, en Villaño de Losa, y sobre una casa en este lugar que él mismo la llamaba Casa de Vadillo. ¿La Cerca de Villaño?, ¿la Casa de Vadillo? Confieso que el asunto me sonaba a chino mandarín. El caso es que, como no podía ser de otro modo, busqué en Internet por si sonaba la flauta. Y sonó, y fue así como me encontré con los primeros datos sobre dicha cerca y sobre la Casa de Vadillo. El asunto tenía su miga y despertó mi curiosidad, pues tal Cerca se trataba nada más ni nada menos que de un enclave vizcaíno en tierras de Burgos, en concreto perteneciente al Municipio de Orduña, del que, lo confieso, no tenía ni la más remota idea. Tenía además el ingrediente de que Villaño se encuentra muy próximo a Villalba de Losa, localidad en permanente controversia con Orduña por los orígenes de Juan de Garay. ¿Y si siguiendo esta pista encontraba algún dato nuevo que pudiera aportar alguna luz a la controversia? ¿Y si Juan de Garay hubiera nacido en esta cerca de Orduña? ¿Y si las dos partes tenían razón, ya que la Cerca de Villaño reúne la condición de ser vizcaína y estar en Burgos? Al fin y al cabo, este enclave se halla muy próximo a Villalba de Losa. Me parecía que había ingredientes para la fabulación, incluso para cocinar una novela, o al menos para crear una nueva entrada en este Cajón de Sastre. Dirigí mis pasos hacia el Diccionario de Pascual Madoz, busqué Villaño, y nada, ni una referencia a la Cerca. Busqué entonces en el mismo Diccionario la población de Orduña. Y aquí, sí; aquí el corresponsal de Madoz da cuenta de jugosas noticias. Al describir la configuración urbana de la villa dice lo siguiente:

“Hay además 5 barrios, llamados Casas Blancas o San Juan del Monte, Ripa, Cedélica [¿Délica?], Arbieto y la Cerca de Villano”.
Ya tenía, pues, referencia escrita y fiable de la Cerca de Villaño. Pero sigamos a Madoz. Sobre el enclave vizcaíno en Burgos leemos en el Diccionario:

“El barrio de la Cerca de Villano, encima de la Peña Vieja, tiene la particularidad de estar unido al mismo pueblo de Villano, y consta de 11 casas, de las cuales 3 son de Vizcaya, y las 8 restantes perteneces al part. [partido] jud. [judicial] de Villarcayo (provincia de Burgos); de manera, que los vec. [vecinos] de aquellas gozan de los fueros y libertades como tales vizcaínos, al paso que los de las otras no, como castellanos; y así las primeras nunca se han visto desocupadas: en la cocina y fogar de una de ellas está el mojón divisorio de los térm. [términos] y jurisd. [jurisdicción]”.¿Un enclave vizcaíno en Burgos? ¿Tres casas pertenecientes a Orduña, que a su vez es un islote vizcaíno entre Burgos y Álava? ¿Fueros de Vizcaya en Burgos? ¿Mojón divisorio en la cocina? La cosa se animaba. Definitivamente, el tema era de los que enganchaban. Todavía no me creía una historia que me parecía más de leyenda que realidad. Y así, quise retroceder un siglo por ver si había datos coincidentes, bastaba con consultar el Catastro de Ensenada [1752]. Como mi amigo de ultramar me había hablado de la Casa de Vadillo, busqué en Villaño si había vecinos con este apellido, con tal fortuna que encontré varios (no así el de Garay, del que no vi señal). Pero no sólo encontré el apellido Vadillo, encontré también referencia a la Cerca. En este sentido, y en respuesta a la 23 pregunta del Catastro, los vecinos dijeron que

“En este dicho lugar hay 20 casas sin inclusión de 2 que se hallan confinantes a los de este expresado lugar en sitio y Término Redondo, aunque reducido, de la Ciudad de Orduña cabeza de Vizcaya, y metido en el de la propiedad de este expresado lugar que en una de ellas vive con su hermano un vecino, y en la otra un habitante”.La Cerca de Villaño se trataba, ya con toda seguridad, además de un enclave de otra provincia, de un coto redondo. Y en cuanto a vecinos con el apellido Badillo (entonces lo escribían con B), vi varios, al igual que en Barriga, Zaballa o Villalba de Losa, por citar algunos pueblos limítrofes. Estaba claro, pues, que la Casa de Vadillo no debía ser un invención, sino, con toda seguridad, una de las dos casas que en el mencionado Catastro se citan. Existía, empero, una diferencia entre lo dicho por Madoz y lo expresado por Ensenada, pues mientras uno menciona tres casas, el otro cita solo dos. ¿Cuál de los dos tenía razón?. Bueno, el asunto no era muy relevante, después de todo lo esencial.

Con estos mimbres, y como no podía ser de otra manera, sentí unos deseos irrefrenables de completar la cesta. Que fue así cómo, el pasado día 11 y en compañía de mi esposa, hice acto de presencia en Villaño, ignoto pueblo del valle de Losa, en un día invernal pero soleado. Nuestra llegada fue recibida con animado concierto canino: de uno y de otro lado del caserío, del ábrego, del regañón, del cierzo y el solano, salían los ladridos, pero ni el estrépito de su furia fue suficiente para que saliera alguien a recibirnos. Ni un alma se asomaba por huertos, puertas y ventanas. ¿Estaba el pueblo desierto? No. Llegamos por fin al barrio alto, el que más y mejor se asoma a la Sierra Salvada, y allí tuvimos la gran suerte de encontramos con un padre y un hijo que de la historia que nos guiaba sabían mucho. El hijo sabía lo que le había contado el padre, luego la coincidencia en el relato de los dos no era de extrañar.

¿La Casa de Vadillo? Esa es, dijeron padre e hijo señalando un gran caserón que había muy cerca de su casa y que parecía recientemente remozado. ¿Y lo que llaman la Cerca de Villaño? Pues es esto, donde estamos pisando ahora. ¿Solo esto? Pero, ¿cuáles son los límites? Pues miren, dijo el padre al pie de un murete de piedras, aquí había un mojón, que ya ha desaparecido, luego, allí había otro, y allí otro más, y allí otros dos, que aún están. Los señaló todos, pero no vimos ninguna cerca, sólo algún tapial de tiempo moderno. Al ver nuestro desconcierto, nos pidió papel y lápiz y nos dibujó el contorno, la Cerca se configuraba como una especie de triángulo de unos 500 metros cuadrados de superficie dentro del cual estaban las casas vizcaínas. Luego nos introdujo en lo que era territorio del enclave y también propiedad de la Casa de Vadillo, que a la sazón ahora pertenecía a su hermano. Al pie del gran caserón, señalando la fachada del oriente, el hombre nos ilustró: miren, la Casa [de Vadillo] estaba dividida en dos partes, de aquella columna para acá era Vizcaya, y de la columna para allá era Burgos. Aquella ventana pequeña que se ve al final pertenecía a la cocina, que por eso se ve aquella piedra saliente, que era el desagüe de la fregadera. En la entrada de la cocina estaba el mojón que separaba Burgos de Vizcaya, Villaño de Orduña.

La Casa de Lagonera, o La Agonera

¿Ya las otras casas que mencionan Madoz y Ensenada? Preguntamos a padre e hijo. Esa que ven ahí en ruinas, es una de ellas, se llama la Casa Lagonera. [podría ser también casa de La Agonera, pues dijeron que tal era el nombre de una mujer que vivió en ella]. Sólo dos casas, no hay más dentro de la Cerca, al parecer tenía razón el Catastro de Ensenada. En esa casa vivió también el pastor de las ovejas de todo el pueblo hasta hace unos treinta años, dijo el padre, que por haber nacido en Villaño y tener cierta edad conoció al pastor. Luego, nadie, luego la ruina. Son admirables todavía los recercados de puerta y ventanas, con sillares calizos sólidos y primorosamente labrados.

Por nacer en la cocina tuvo que hacer la mili

Pero volvamos a la Casa de Vadillo y conozcamos un poco de su insólita historia. Algo ya nos apuntaba Madoz, cuando nos decía que en la cocina y fogar de una de ellas está el mojón divisorio de los términos y jurisdicción. Esto dio pie para que en la tradición de Villaño se conserven como ciertas algunas historias sorprendentes. Nuestros amigos, padre e hijo, cuentan la de dos hermanos que habiendo nacido uno en la cocina, que era de Burgos, tuvo que ir a hacer la mili, mientras que el otro, que por ser verano fue alumbrado en una habitación, y por tanto en territorios vizcaíno, se libró de ella al estar bajo otra jurisdicción y al amparo de los Fueros de Vizcaya. Y por si alguien está pensando en engaños sobre el sitio de nacimiento que se pudieran dar, los mismos padre e hijo que nos acompañaban se encargaron de aclarar el tema diciéndonos que “entonces había muchos testigos cuando iba a nacer un crío”; lo cual no ha de parecer extraño, dirimiéndose una situación tan seria.

Fiesta de afirmación territorial

Hasta mediados del siglo pasado -los villañeses de más edad lo recuerdan-, un determinado día de la primavera el alcalde de Orduña y la Corporación entera tenían por costumbre subir a Villano todos los años, acompañados de vecinos y música de txistus, para reafirmar el carácter vizcaíno del enclave. Subían andando desde Orduña, por el Camino Real, un trayecto para el que empleaban dos horas: “venían andando, merendaban y se iban de nuevo andando”. No se nos dijo si los verdaderos vecinos de Villaño participaban en el acto de renovación de posesión, es probable que no, pero quién sabe, la música puede ser contagiosa.

El territorio con chichones entra

Según se nos relató, hasta tiempo bien reciente fue costumbre de los amojonadores de Orduña subir a su Cerca todos los años para cuidar del buen estado de los mojones y de que no hubiesen sido removidos de su situación original. Con ellos subían sus hijos más pequeños, primero para que aprendieran que aquello era territorio de Vizcaya y segundo para que, a través de ellos, la tradición de propiedad no se perdiese. Y era tal la seriedad y el afán con que se tomaban esta labor los amojonadores, que cogían a los niños por las piernas, los ponían boca abajo y de esta guisa hacían chocar sus cabezas contra los mojones. Para que sepáis que estos son los límites, para que no olvidéis que esto es de Orduña y así lo trasmitáis a vuestros hijos, como nosotros lo estamos haciendo; esa debía ser la lección. “¡Y los chavales, cómo lloraban, les metían cada hostia contra el mojón...! Pa que se acordarían donde estaba el mojón. Y eso lo he visto yo”, dijo el padre.

Un Parador Real


Quizá no anden desencaminados nuestros informantes, padre e hijo, al decir que la Casa Vadillo fue un parador, un lugar para uso exclusivo de los reyes cuando hacían sus viajes. La pequeña superficie de la Cerca, ciertamente, no hubiera dado para más. “Aquí dormían; los reyes subían por la Virgen de Orduña, dormían aquí y, después, de aquí iban a Villarcayo ”. Quizá Carlos V, que hizo donación a Orduña de este terrenillo, llegó a dormir en este parador en alguna ocasión. Pero de eso no hay constancia escrita.

De Juan de Garay, de sus placas conmemorativas en distintos lugares y de los monumentos a su recuerdo, hablaremos otro día.

martes, 7 de diciembre de 2010

MÁQUINAS DE OTRO TIEMPO











FOTOGRAFÍAS: Sala de máquinas en un lugar ignoto de Burgos, máquinas de otro tiempo. (Tomadas en diciembre de 2010).

He encontrado un tesoro arqueológico. Pero de momento, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, me vais a permitir que no diga dónde se esconde. Tengo hecha una denuncia a la autoridad competente, y cuando se hayan tomado las oportunas medidas de seguridad, pasaré a informaros sobre esta cuestión. De momento, y antes de que los amigos de lo ajeno hagan de las suyas y se lleven o destrocen el tesoro, os sirvo un aperitivo con alguna fotografía manipulada de las piezas que lo componen. No hay oro ni plata, ni siquiera cobre, tan perseguido hoy, pero sí un valor histórico y tecnológico. Hay máquinas de otro tiempo que algunos verían para su desguace, y otros, entre los que me encuentro, como elementos de arqueología industrial que hay que recuperar a toda costa. Si se observan bien estas máquinas, perdidas en un barracón ignoto, desconocidas por el hombre de hoy, o quizá tan sólo olvidadas o despreciadas por viejas, veremos que tienen ciertas analogías con el cuerpo humano. Y es que hubo un tiempo en el que, al contrario que ahora, que ya nadie entendemos nada ni intentamos comprender nada de los aparatos que nos rodean (solo pretendemos que nos sirvan al instante), a las máquinas de ayer se las comprendía, se las escuchaba el latir del corazón, se las sentía su caminar, sus pasos, sus eructos intestinales después de un buen engrase. Eran máquinas a las que se les podía ver las neuronas y el cerebro, eran grandes porque lo que producían era grande:¡la luz eléctrica! Tenían un gran hermano que ordenaba sus movimientos,¡el interruptor de cuchillas! Otro día hablaremos de este inteligente artefacto que importaba y exportaba y que mandaba tanto como un Jefe de Gobierno Multinacional. Soy contemporáneo de este dictador, y por eso me resulta tan duro el enfrentamiento con las nuevas tecnologías.
He aquí una muestra.

jueves, 2 de diciembre de 2010

MEDINA DE POMAR Y PARAGUAY


FOTOGRAFÍAS: Estatua de Juan de Salazar en Medina de Pomar (noviembre, 2010). Casa típica de Areguá. Llanada de palmeras cerca de Yaguarón. Yaguarón desde el Cerro de Santo Tomás. Iglesia franciscana con campanario en el exterior. Confesionario barroco en la iglesia franciscana de Yaguarón (Tomadas en 2002).

Hace poquitos días, en una visita a Medina de Pomar, me topé con un monumento que nunca antes había visto. Me refiero a la estatua que la villa medinense tiene dedicada a Juan de Salazar y Espinosa, fundador de Asunción, capital de Paraguay. Tuve una sensación extraña, diría que desagradable, pues habiendo sido tantas las veces que había estado en la plaza donde se ubica, era la primera vez que me fijaba en ella. ¿Despiste? ¿Falta de atención? ¿Olvido? De todo puede ser. Fuera como fuere, el caso es que el conquistador "nacido en Espinosa de los Monteros" me hizo recordar, de mi periplo americano en 2002, jornadas inolvidables en el país de los guaraníes.

Los amigos y seguidores de este Cajón de Sastre os habréis dado cuenta de mi empeño en los últimos tiempos de seguir la pista de los indianos burgaleses. Sé que ésta es una tarea difícil, quizá imposible para mí. Sé también que Juan de Salazar no fue indiano, aunque con indios se topara y tratara, por eso parece un poco extemporáneo traerle a este capítulo ultramarino, y por ello me disculpo. Sin embargo, el acercamiento me permite, apenas sin venir a cuento, algunas noticias de un país americano al que aprendí a querer y llevo siempre en el corazón. No sé si el conquistador burgalés escribió memoria de sus aventuras en Paraguay, yo hice las mías. Permitidme, que os cuente una pequeñísima parte:

DE ÚLTIMA HORA:
Un amigo de este Cajón de Sastre me envía un comentario muy interesante advirtiéndome de que Juan de Salazar no nació en Medina de Pomar, ni siquiera en Pomar, sino que lo hizo en Espinosa de los Monteros. Por lo tanto, y a pesar de que la estatua esté en Medina, corrijo la entrada: donde digo Medina de Pomar debe decir Espinosa de los Monteros. Espero que no haya algún amigo de Medina que venga ahora a barrer para su pueblo. Pero si lo hay y lo demuestra con suficientes datos, pues aquí paz y después gloria, volvería cambiar la entrada. Al César lo que es del César. ¡Qué bien!










De “MEMORIAS DE AMÉRICA”

(agosto de 2002)

Letreros en la ruta

Una de las cosas que llamaron mi atención en los numeroso viajes por el interior de Paraguay fueron los letreros preventivos e institucionales en las principales carreteras (rutas, se dice allá); unos alertando sobre el exceso de velocidad, otros sobre lo pernicioso de conducir bajo los efectos del alcohol. Aquí van algunas perlas que, sin lugar a dudas, podríamos importar para nuestras carreteras, autovías y autopistas:


“SI ESTÁS LLEGANDO TARDE,
LLAMA A PAPA Y A MAMÁ PARA AVISAR”

O este otro:

“AQUELLA CURVA LA TOMASTE A 120
Y ESTA LA HAS TOMADO A 140”

Y otro más:

“NO BEBAS SI MANEJAS.
AÚN NO TENEMOS COBERTURA CON EL CIELO”

Y sin más preámbulos, he aquí algunos recuerdos:

Junto al lago azul de Ypacarai

“... Al caer la noche, de regreso hacia el centro de Areguá, saboreando aún la magia de los minutos vividos en el lago Ypacarai, comenzamos a escuchar unos tenebrosos sonidos, parecidos a los rugidos de un motor y salidos del interior de la selva. “Pueden ser sapos”, dije yo sin mucha convicción, pues desconocía qué tipo de animales pueblan la noche en aquellas latitudes, además de que aquello me parecía muy superior al canto de un sapo. Y por un momento me vinieron a la memoria los conquistadores españoles, nacidos y criados en el secano, cuando exploraban este húmedo y selvático territorio, y el posible terror que pudieron experimentar al enfrentase con las voces de la jungla. Al poco, vimos un camino que se internaba en el bosque y que llegaba hasta la luz encendida de una pequeña casa o hacienda. Nos dirigimos hasta ella por ver si alguien nos podía informar de los mencionados rugidos, y uno de nosotros, en este pequeño trayecto, vio moverse algo en el suelo que le hizo dar un respingo. Lo observamos de cerca y vimos que se trataba, en efecto, de un enorme sapo saltando torpemente; a continuación vimos otro, y otro y otro... Definitivamente, aquellos monstruosos sapos, que debían existir en cantidades millonarias, eran el origen del concierto nocturno. Llegamos hasta la casa de la luz encendida en la jungla al mismo tiempo que, de su interior, salía una mujer presta para tirar el agua de una palangana; se daba continuos manotazos en la cara y en las piernas, como nosotros, intentando aplastar los mosquitos que a todos nos devoraban. Ella, muy afable, nos informó de la procedencia de los ruidos: eran, en efecto, ranas, y no sapos, los que gruñían. Y aunque yo no me quedé muy convencido por la explicación, había que respetar la terminología del país. Quizás allá, a los sapos los llaman ranas. En todo caso, según nos informó la paraguaya, el continuo y siniestro croar de aquellas monstruosidades, en aquella noche de bochorno y mosquitos, anunciaba que en poco tiempo iba a llover...”.


En Yaguarón
"... Hacia las once de la mañana llegamos a Yaguarón, una localidad situada en un llano, con largas calles rojas como sangre, escoltadas de verde, que se pierden en horizontes lejanos. Algunas de estas calles están empedradas, aunque la mayoría de ellas son de tierra batida, y las casas, como es habitual en todo el país, son bajas y rodeadas por frondosa vegetación.
Con el sol del mediodía iniciamos el ascenso al Cerro de Santo Tomás, en cuyo lugar, al pie de un cantil, se encuentra la ermita que le da nombre. La subida la hicimos por un pedregoso camino de suave pendiente, y a medida que ascendíamos por él fuimos encontrando cruces blancas de cemento, pertenecientes sin duda a un Calvario que debía culminar en la ermita. El santuario, con escaso valor artístico y pintado completamente de blanco, es un precioso mirador desde el que pudimos contemplar una gran planicie sembrada de palmeras, genuino paisaje paraguayo. Al fondo, muy difuminados, creo que hacia el este, pudimos divisar también algunas montañas cónicas y aisladas que, en nuestra calenturienta imaginación, se nos antojaban volcanes apagados. Para nosotros este paisaje era cuando menos exótico; abajo, el caserío apenas se dejaba ver por los árboles; algunas columnas de humo mañaneras, emergiendo entre la fronda, se perdían en su verticalidad y se recortaban en el palmeral; probablemente eran fuegos de barbacoas del sábado, ¿o tal vez correspondían a sencillas cocinas de leña? Costumbres...”.


Iglesia de madera de los franciscanos. La campana de oro

“... Tras la visita al citado museo comimos en un copetín situado frente a la iglesia de los franciscanos, que más tarde habríamos de visitar como guinda del pastel de este luminoso día. A las 14 horas, por fin se abrieron los varios portones de la iglesia y pudimos acceder a uno de los más brillantes testigos de la misión colonizadora y evangelizadora de los frailes franciscanos en Paraguay, competidores de los jesuitas en ese empeño de “misionar” a los indios, que estaban tan tranquilos y felices ellos. Con la ayuda del guarda y sacristán del templo fuimos conociendo algunos detalles del mismo. Decorado y pintado maravillosamente, y construido enteramente con madera (lapacho -tayic-, cedro y ¿.....?) por los indiesitos guaraníes, por los mismos indiesitos que se encuentran representados en la bóveda del presbiterio, nos llamó mucho la atención que durante la Guerra de la Triple Alianza todo el oro que recubría su altar de siete calles fue robado por los contendientes. El sacristán nos contó también que durante este saqueo, una campana, también de oro y que estaba en la sacristía, fue igualmente robada, y que otra que estaba fuera, en el pórtico del templo, gente del pueblo la arrojó al río para que se salvara de los expoliadores. Cuentan que, desde entonces y durante mucho tiempo, en los días de lluvia se la oyó sonar lastimeramente, y que la gente salía a buscarla. Pero nadie pudo encontrarla, y hoy la leyenda continúa.
Siguiendo con las tradiciones, hemos de recordar aquella que tiene como protagonistas los bancos de la iglesia. Al parecer, todos ellos son, según el docto sacristán, donaciones hechas por personas que han sido beneficiadas por algún que otro milagrito de San Buenaventura, obispo, doctor y patrono de la iglesia. Así, los bancos grabados con los nombres de los donantes sanados vendrían a tener el mismo significado que algunos de los exvotos de nuestros más famosos santuarios.
También nos gustaron mucho el púlpito sostenido por Sansón, presidido por el Espíritu Santo e igualmente labrado en dura madera, y los dos confesionarios gemelos, preciosas obras barrocas, policromadas, con suficientes méritos para ser declarados patrimonio de la humanidad, al igual que todo el conjunto de la iglesia. Dos retablos laterales, también de madera y que llegaban hasta el techo, fueron llevados al templo de La Trinidad, de Asunción, por orden del Mariscal López, cuando éste era presidente de Paraguay.

Resulta, por lo demás, curioso y sorprendente cómo han saltado a la fama mundial las obras de los jesuitas de las misiones en América, y sin embargo, las de los franciscanos permanecen desconocidas o ignoradas por el gran público. El buen sacristán de la iglesia de madera nos informó de que el embajador español había visitado en más de una ocasión esta iglesia, que debía ser un enamorado de ella y que había prometido ayuda de España para un proyecto nuevo de instalación eléctrica. ¿En qué habrá quedado la promesa?...”.