jueves, 23 de febrero de 2012

LA SABINA DE FERNÁN GONZÁLEZ




FOTOGRAFÍA: Tomada en invierno de 2010.

Parece que se retuerce de dolor la sabina. Es tan vieja que debe tener retortijones en el intestino de los recuerdos. Sufre de ancianidad, sí, pero su memoria no le ha abandonado, recuerda bien los viejos tiempos en los que el conde Fernán González se sentaba a sus pies cansado de perseguir jabalís. ¡Cuánto ha llovido desde entonces en el sabinar de San Pedro de Arlanza! El retorcido árbol, desde lo más intricado del bosque, llegó  a conocer la vida del monasterio benito, distinguía bien cada toque de campanas, cada oración y cada libación de los monjes, al arrullo del río Arlanza. La vieja sabina ha sobrevivido a todo, al canto y al encanto del románico, también del gótico; el monasterio murió, con sus eremitas, pero ella sigue ahí, en medio del sabinar, con sus siglos de soledad y leyenda a cuestas. Sufrimiento vegetal hecho arte. 

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