lunes, 6 de agosto de 2012

MEMORIAS TURCAS (Continuación)

MOMENTO EN CAVUSIN

FOTOGRAFÍAS: Cavusín (Tomadas en mayo de 2010).

Habíamos dejado el Valle Rosa, cabalgábamos sobre lomos de un elefante volcánico cuando comenzó a llover. Apretamos el paso, allí mismo, raramente, no había nada para cobijarse: había que bajar al valle de nuevo, seguir y seguir, Göreme quedaba lejano, aún no era muy tarde y nos guarecimos en una oquedad eremítica. ¡Qué calma y que sosiego irradiaba el lugar! Los conos de piedra, titanes guardianes de otro planeta, estaban otra vez delante de nosotros, nuestra sed de aventura seguía intacta y continuamos por un camino hacia el norte (¿norte?) creyendo que acabaríamos en Cavusín. Apenas habíamos recorrido mil metros y apareció este pueblo de los sueños, un lugar cuya imagen de otro mundo tardaremos siglos en olvidar.



A la entrada de Cavusín lo primero que vemos es su cementerio, musulmán, por supuesto. Cientos de lápidas desparramadas, grabadas con esos preciosistas lazos que más que letras parecen demostraciones artísticas del mejor modernismo; unas de pie, otras tumbadas, todas las tumbas holgadas en un campo verde en ladera. Más adelante, surge del pueblo un altivo minarete; de frente, una gran peña, agujereada hasta el infinito, nos recibe como una aparición. ¿Es acaso proa del barco del holandés errante hecha piedra? ¡Fantasmagoría!, ¡vade retro, calavera terrible, ojos de cuencas vacías! Imbuidos de un estado de ansiedad, alguien desconocido se dirige a nosotros en español. Es un turco que atiende un humilde comercio de recuerdos para turistas; tiene su novia en Vallecas y mañana mismo se va a Madrid, ¡la pequeñez del mundo global!




Primero fueron los eremitas bizantinos quienes taladraron y habitaron en la proa rocosa, luego, en tiempo otomano, se siguió perforando y haciendo viviendas trogloditas, más tarde, en la gran nave se construyeron casas, donde habitaron los cavusinenses hasta tiempo no lejano.  El turco que nos habla en castellano nos dice que en algún determinado momento el gobierno dio orden para que estas viviendas fueran desalojadas por el peligro que corrían de venirse todas abajo, posiblemente algún terremoto afectó a todo el conjunto. La emigración haría el resto, y así nació un pueblo nuevo. Hoy el caserío viejo de Cavusín se encuentra en deplorable abandono, pudiendo los visitantes curiosos fisgonear entre las casas abandonadas y aprender, si así lo desean, de la arquitectura doméstica otomana y rural. Novedosa arquitectura para nosotros, extraños habitantes de la estepa burgalesa. Las casas no son solo cuevas, también las hay del tipo híbrido, es decir mitad bajo roca mitad en superficie. Realizadas con piedra sillar volcánica (no hay otra), pese a su sencillez, sus fachadas lucen preciosos arcos, recercados y otros y adornos. En fin, una maravilla de arquitectura tradicional que puede no tardando mucho convertirse en recuerdo.  



2 comentarios:

  1. Básicamente te comentaba esta interesantísima línea de posts de la Cappadocia y que sigo atentamente pues aunque hace muchos años que estuve en Turquía y la ruta turística no incluyó Anatolia, más que nada por cuestiones de precio, fue algo que luego lamenté profundamente. Por eso mi interés por estos lugares fascinantes y sobre todo por la narración tan amena que pones.
    En Burgos, muy modestamente, también podemos admirar este tipo de eremitorios. Hace algún tiempo publiqué una entrada que titulé la Cappadocia burgalesa, más que nada en contraposición a pretensiones de otra Comunidad y me salió esto:
    http://zaleza.blogspot.com.es/2012/01/la-cappadocia-burgalesa-al-pan-pan-y-al.html

    Gracias por deleitarnos con este pedazo de blog.
    Saludos cordiales,

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    1. Gracias, ZáLeZ, por el comentario. Pues anímate, Capadocia bien vale un nuevo viaje, mejor si no es de aluvión. Por lo demás, en Burgos, Salvo San Miguel de Presillas, nada hay comparable. Aunque bien es cierto que Valderredible se las trae como fenómeno eremítico. Voy a ver con sumo gusto tu entrada, que me recordará sin duda a los dos libritos que publiqué en los ochenta sobre eremitorios burgaleses.

      Saludos cordiales

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