miércoles, 24 de octubre de 2012

ALTORELIEVE EN LA ESPUMA

FOTOGRAFÍA: En un pueblo de La Bureba (Tomada el 6 de agosto de 2011). 

Derribaron una casa en un pueblo de La Bureba. En su lugar surgió un solar y una mediana. La mediana fue recubierta con una capa aislante, creo que de espuma proyectada. Alguien no advirtió su presencia, y ahora, sepultado por dicha capa, ofrece una insólita imagen. Podría llamarse El Cristo de la Espuma. 


sábado, 20 de octubre de 2012

BRIZUELA, LA VENTANA INDISCRETA


Ventana mutilada.

FOTOGRAFÍAS: Ventanas de la Casa Blanca, Brizuela. (Tomadas el 4 de octubre de 2012).  

Un día reciente, abandoné los campos queridos y heridos de Castilla, con sus rastrojos y lomas de campanario, allá por aldeas y pueblos de Castrogeriz y Villadiego, y tomé las del norte. Hacía tiempo que no me acercaba al norte, tan dentro de mí. Me acompañaba mi compañera y consejera, siempre atenta al detalle que se escapa. Comimos en la ermita de La Paz, atalaya increíblemente desconocida y desde la cual el mundo parece estar a tus pies, allá por los riscos de Nela, encima de Sobrepeña, con los canales de Dulla de frente, con los montes pasiegos perdidos en el horizonte. Imposible pedir más. Íbamos camino de Brizuela y Puentedey, pero con escala en Nela, tanto tiempo en el olvido. Buscábamos palacios y nos salió una ermita. ¡”Ermita de la Paz”! ¿Qué paz, la de los desiertos, la de los muertos? ¿Hubo alguna guerra que desconocemos en este recóndito y pacífico territorio? En la paz se  hacen las guerras. Pero dejemos este juego y vayamos al grano.  En realidad, lo que yo quería hoy era hablaros, otra vez, de ventanas. Y es lo que tiene salir al norte, que siempre vuelves con la mochila llena. Primero hicimos escala en Brizuela, sí, allí donde hace ya muchos años encontré a Jesús, el cantero casi centenario que sabía demasiado, todo sobre la piedra,  aquel que me enseñó la jerga hablada de los de su profesión, una reliquia única. De entonces guardaba recuerdo de un palacio en la plaza, ahora sé que es conocido como la Casa Blanca. No es casa de película ni de presidencia, pero tiene su nobleza, y tiene, sobre todo, unas ventanas que para sí las quisiera la White House. La de la fachada principal es soberbia, con sus escudos y su porte clásico parece llevarnos hacia el S. XVII. La del costado sur era bellísima también, pero alguien tuvo la infortunada idea de mutilarla abriendo vano sobre vano, sellando el noble, abriendo otro de... (me reservo la calificación).   

Ventana en Casa Blanca. 

La Casa Blanca.


Desde la Ermita de La Paz. 

viernes, 19 de octubre de 2012

PADILLA DE ABAJO, LA VENTANA QUE ALUMBRA Y DESLUMBRA

Ventana en la iglesia de Padilla de Abajo.
Se  hizo en 1573.

FOTOGRAFÍAS: Iglesia de Padilla de Abajo. (Tomadas el 2 de octubre de 2012).. 

        Ahí están, San Juan Verde y San Juan Seco, el engordador de la espiga y el degollado al final de la cosecha, entronados como una pareja de hecho y de derecho, como reales guardas de piedra que guiaron los siglos y los tiempos agrícolas y festivos de los habitantes de Padilla de Abajo. La bellísima portada que da lustre a este cajón de sastre, homenajea a quienes durante cuatro siglos fueron patrones de un lugar que un día estuvo pleno de vida, de un pueblo que hoy se resiste al mal de la despoblación. ¿Y para qué tanto arte, si al final...?  De la maravillosa ventana que acompaña a los santos, ¿qué decir?, ¿acaso su deslumbrante Renacimiento no ilumina más el exterior que el interior? La traigo aquí, queridos amigos, para enriquecer el elenco de ventanas con historia que en este Cajón de Sastre seguimos y guardamos con cerrojo de tres llaves. Os la recomiendo vivamente. 

San Juan Verde y San Juan Seco en la iglesia
de Padilla de Abajo. 


domingo, 7 de octubre de 2012

EL TÍMPANO DE PUENTEDEY Y LA CULEBRA HIPNOTIZADORA


FOTOGRAFÍA: Tímpano de Puentedey (Tomada el 4 de octubre de 2012). 

Puede que no se aprecie en la fotografía, pero si en el pórtico de la iglesia de Puentedey nos acercamos lo suficiente a la escultura de su curioso tímpano, veremos que los ojos del caballero románico con espada, enfrentado a una robusta sierpe, no  miran de frente al animal, sino que nos miran a nosotros. Sin duda, le costará más acertar con sus mandobles, pero, evitando su mirada, no caerá en las redes paralizantes del animal. La cualidad hipnotizadora de las culebras está bien asentada en el imaginario popular. Sería prolijo traer aquí las muchas descripciones que sobre este tema tenemos recogidas en los pueblos de Burgos. Como muestra, valgan estos dos ejemplos de Adrada de Haza y La Aldea.


  “Que si miras fijo a una culebra, que te hipnotizaba. Y aunque quisieras marchar, no podías. Y tú hablabas, o pedías auxilio, pero no podías marcharte”.

La Aldea, 15-6-97

“Las culebras te hipnotizan. A mí, de pequeña, iba al majuelo, como llamábamos, y había muchas acequias alrededor, y como pasaría una culebra, me quedaba plantada, plantada, plantada, y ya no podía dar un paso. Te saca la tijera así de larga”.

Adrada de Haza,  9-9-2005

miércoles, 3 de octubre de 2012

"TORRE CAÍDA" Y LAS ESPIGAS. LOS ARTISTAS DEL PUEBLO

Sobre la nave desaparecida, la niña de hierro salta a la comba.

Torre Caída. 

Ruinas de Santa María. La iglesia caída. Las esculturas.  

La colina del arte. 

La columna blanca.

Ventana y relieves. 

FOTOGRAFÍAS: Torre Caída, en Padilla de Arriba. (Tomadas el 2 de octubre de 2012). 

 Pasado  este tórrido verano, que parecía no tener fin, he vuelto  a mis pueblos,  a mis carreteras solitarias de los páramos resecos. He vuelto al partido de Villadiego, por donde disfruto perdiéndome. Como casi siempre, voy sin brújula y sin rumbo, y allá donde se distingue un campanario, allá que me voy pues debe haber un pueblo. No llevo noticias de nada, quiero explorar y sentir, sin influencias externas. Y así, llegué ayer a los Padilla, al de arriba y al de bajo. Y en verdad que la visita fue de los más enriquecedora. Dejaré para otra ocasión Padilla de Abajo, donde solo encontré en movimiento la camioneta del carnicero ambulante, que hacía sonar su bocina para despertar los letargos de una mañana calmada por el sol de otoño. Asomados en su hornacina, San Juan Verde y San Juan Seco atisban el invierno que está próximo y sienten la tristeza de lo cerrado y de lo que se cerrará.  Conocía desde hace muchos años este pueblo, pero no su vecino de arriba. Y aquí, queridos amigos de este ya repleto baúl, saltó la sorpresa: en el barrio de abajo, siguiendo la calle El Claustro, hallé las ruinas románicas de una iglesia para mí totalmente desconocida. (Siempre la provincia, su tierra, su paisaje y sus pueblos guardan algo por descubrir). ¿Era un desastre del  patrimonio más, de los muchos que llevamos vistos? Quizás. Pero en su descargo he de decir que el monumento dio en ruina en una época en la que las sensibilidades y los guardianes del patrimonio estaban bajo mínimos. Corría 1921 cuando se vino abajo definitivamente. Después fue la parábola del árbol caído y las astillas. Hoy se llama a estas ruinas Torre Caída, como si en lugar de una iglesia hubiera sido un castillo; ayer, se llamaba Santa María. Pudo ser un monasterio, pudo ser simplemente una iglesia o una ermita, documentos tiene que haber que descubran su partida de nacimiento. No queda mucho en pie, parte del campanario y parte de la cabecea, y algún resto claramente románico, como la ventana del oriente, a cuyo lado se ve una hilada de sillares labrados que, aunque bellísimos, son de dudosa filiación, ¿prerrománicos?


La segadora y la espiga.  

El gallo de hierro anuncia la primera luz.  

Los viejos de roca y las espigas. 

Niña saltando a la comba en el vacío. 


OBSESIÓN POR LA ESPIGA   

Sería prolijo, queridos amigos, hacer aquí relación de los artistas que,  con el paso de los años, he ido encontrando a lo largo y ancho de la provincia. Podría hablaros, una vez más, de mi amiga Pilar, de Lorilla, que hizo la maqueta de su pueblo muerto y esculpió románico con tanto arte como los grandes maestros de Silos; o de las casas pintadas de Quintana y Rezmondo; o del constructor en miniatura de cosechadoras y toda suerte de aperos en Mambrillas de Lara; o de todos aquellos que levantaron castillos en el siglo XX; o de Casilda, de Brazacorta, que construye belenes con piedras parameras figuradamente animadas. Podría hablaros de otras personas que sintieron la llamada del arte de los sueños, de aquellas que sin pasar por academias sacaron arte de lo más profundo de sus raíces, gente del pueblo y de pueblo, a mucha honra. Y así, hoy quiero traeros la obra de un escultor, Emilio Torres, cuyas obsesiones tienen forma de espiga. Ya a la entrada de Padilla de Arriba, se puede ver una gran espiga de hierro sujetada por las manos de alguien enterrado que ve crecer el pan, homenaje a lo que dio sentido a los pueblos. Después, el mismo artista ha sembrado de esculturas el entorno de Torre Caída. Allí, crecen y envejecen esculturas de metal y piedra con las espigas como protagonistas (me quedo con la muchacha espigadora); crecen y envejecen más dos abuelos de roca sentados, recuerdan cuando Santa María estaba en pie. Canta un gallo de hierro el amanecer, canta la luz del oriente que ha de entrar por el ventanuco del ábside románico; y al mismo tiempo, una niña de metal salta a la comba en el vacío de la nave caída. Ya digo, obsesiones y pasiones de un artista del pueblo y para el pueblo.

Habrá quien pueda opinar que este pequeño parque escultórico resulta anacrónico junto a las ruinas románicas. Pero, bien mirado, quizá sea una manera de dar vida a lo que nos dejamos morir. Al fin y al cabo, las representaciones alusivas al campo y a los pueblos no están reñidas con el arte ni con las iglesias o monasterios. Quizá sea un exceso, eso sí, la gran columna blanca que soporta a la Virgen, quizá. De todos modos, todo luciría más si se ajardinara y adecentara la loma donde se levantan las ruinas.


Juntos siempre, hasta hacerse de roca.