FOTOGRAFÍAS: Viñedos y campos de Sotillo de la Ribera (Tomadas en mayo de 2014).
Un día de
primavera, de sol y nubes, puede ser inolvidable en la Ribera burgalesa, más
por la tarde, cuando los rayos de frente ciegan y a nuestra espalda, sobre los
viñedos, se abren universos de colores indescriptibles. No hay más que poner los ojos en su sitio y
el chip de recepción, lo demás lo pone la tierra y los haces de luz salidos de
entre los nubarrones. Bien es verdad, y lo advierto, que hay que andarse con
cuidado, pues la fatiga emocional que puede llegar a ocasionar tanta maravilla
puede llevar al éxtasis, a la paralización más absoluta, o incluso a fuertes
taquicardias. Muchas veces he pensado, y lo pienso cada vez más convencido, que
la verdadera riqueza no debe estar en poseer cuentas millonarias en las Bahamas
y otros paraísos negros como el infierno, sino en tener capacidad para
disfrutar de estos prodigios. Los que así pensamos somos gente de suerte,
privilegiados, y nos dan lástima aquellos que pasan por la vida amasando
tonterías sin cuento. En fin, no sé por qué digo todo esto, pues quizá a
alguien se le ocurra que mirar los campos y viñedos de la Ribera en primavera,
con las luces de la tarde, puede llegar a tener un coste económico. Por ahora,
podemos admirar y aplaudir sin que ello nos cueste dinero. Os dejo, queridos amigos
de este Cajón de Sastre, dos imágenes del pasado viernes, que las disfrutéis.
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