Por el lado estrecho |
El tronco de Matusalén |
FOTOGRAFÍAS: Roble de la Laguna, en Huerta de Arriba. (Tomadas en junio de 2014).
El bosque se
ha metido tan dentro de mí, que he llegado a olvidar las piedras y otras causas
que aquí hemos venido siguiendo (y que seguiremos, D. M). Una fiebre que
imagino tardará en desaparecer, pues cada noche legiones de troncos inmortales
mecen ahora mis dormires y mis despertares. Cuando empecé la aventura de los árboles
burgaleses ni por un momento pensé que iba a encontrar lo que al final he
encontrado, un patrimonio increíble, fantástico y digno de los mejores sueños.
“Los árboles ancianos”, he llamado a la colección de cuarenta ejemplares
obtenida. Y bien que podría haberla llamado árboles singulares, o árboles
venerables, o viejos árboles burgaleses, de mil maneras, pero he elegido la
ancianidad matusalénica porque me parece que, por su desmesura en los años
vividos, están cerca de lo sobrenatural. Sus descomunales troncos siempre han
sido así, nadie los ha visto de otra manera, nunca más flacos, siempre con
igual volumen. He preguntado a los más ancianos de los lugares y todos me han
respondido lo mismo, que siempre los vieron tal y como ahora se ven. Lo mismo
dijeron su padres, y sus abuelos. Entonces, cabe preguntarse: ¿es que nacieron
gigantes? Portento sería, portento son.
Hoy,
queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, y para finalizar la serie
vegetal, os traigo un arbolito de Huerta de Arriba, el que llaman Roble de
la Laguna, que a juzgar por su imponente tronco debe haber sobrevivido a
todas las épocas históricas..., o estar desde el principio de los tiempos. Si
llegáramos a imaginar a un legionario romano descansando a su sombra, tras una
cacería, nadie podría acusarnos de visionarios.
Pronto los
veremos todos reunidos. Os contaré.
No hay comentarios:
Publicar un comentario
Solo se admiten comentarios constructivos. Los comentarios anónimos, o irrespetuosos, no serán publicados, tampoco los que no estén correctamente identificados.