jueves, 27 de agosto de 2015

SUENA EL TELÉFONO..., LLAMADAS EN LA SOMBRA




FOTOGRAFÍA: Telefonía comparada (Tomada en agosto de 2015).         

Soy de la opinión de que, en muchos casos, las nuevas tecnologías nos complican la vida, más que facilitárnosla, y nos hacen menos felices. Seguro que alguno de vosotros, queridos amigos de este Cajón de Sastre, habéis pensado lo mismo en alguna ocasión. Tengo un teléfono móvil pequeñito, diría que insignificante, sin más servicios que los de responder y llamar. Apenas mis dedos pueden manejarlo, pues a veces tecleo varios números a la vez y tengo que ponerme las gafas de cerca para ver los números. Pero bueno, no necesito ni quiero más, aun con todas las incomodidades, me voy arreglando. Ocurre, sin embargo, que no es la cuestión de tamaño del aparatillo ni los escasos servicios que me presta lo que más me molesta, sino las muchas veces que me lo pongo en la oreja para contestar a números de teléfonos anónimos que me llaman y cuelgan sin decir nada. Estas llamadas tramposas y sin identificar, por lo general siempre de los mismos números, pueden interrumpirnos en momentos claves de nuestra vida, a veces en nuestros sueños, que tanto nos ha costado conciliar, otras veces en el momento de una expresión de amor, y quizá, Dios no lo quiera, en el trance de un drama familiar que necesita de nuestra máxima atención.
Y me pregunto si estas llamadas no pueden ser perseguidas por ley, si esta impunidad con la que algunos nos agrian la vida por teléfono debería ser tipificada como delito (¿Lo es ya?).  
¡Ah, qué tiempos aquellos de Telefónica como único servidor! Recuerdo muy bien al operario de esta empresa que venía presto a casa a reparar o revisar nuestro teléfono de mesa cuando se producía alguna avería. Era como el cartero, el lechero o el panadero o el de Círculo de Lectores, alguien entrañable a quien conocíamos bien, como de casa. ¡Que tiempos los de aquellos teléfonos de mesa, de volumen más que digno y de sonido potente y unívoco! Si se averiaban, el operario nos ponía uno nuevo, de manera gratuita, y se acabó el problema. ¡Eso era un servicio! Desgraciadamente, aquello no duró mucho, poco a poco los aparatos sustituidos iban siendo de peor calidad y más pequeños, hasta que todo acabó con las “nuevas tecnologías” y la eclosión de los móviles.
          En fin, vamos sobreviviendo. 

(perdón por escribir de un tema tan banal cuando está ocurriendo lo que está ocurriendo con el drama de la emigración, que llena el mar de cadáveres)


domingo, 23 de agosto de 2015

JARAMILLO DE LA FUENTE YA TIENE SU HISTORIA EN LIBRO


Un edificio de usos múltiples con utilidad

El salón de actos estuvo a rebosar 

Hubo gente venida de fuera

El autor firmando ejemplares


FOTOGRAFÍAS: Presentación del libro (Tomadas el 22 de agosto de 2015) 


Poco a poco los pueblos de Burgos van escribiendo su historia en papel. Son numerosos los libros publicados en la provincia, generalmente escritos por autores locales, vecinos ilustrados que han querido recoger del olvido datos perdidos en archivos, costumbres y vivencias de las que ellos mismos fueron testigos y protagonistas, y de las que contaron sus padres y abuelos. Y eso está muy bien, de hecho, sería formidable que con el paso del tiempo cada pueblo burgalés tuviera su propio libro, para que las generaciones del futuro sepan y no olviden cómo fue su pasado. 
Ayer le tocó su turno a la villa de Jaramillo de la Fuente, que presentó en su flamante Edificio de Usos Múltiples el libro “Jaramillo de la Fuente, historia, vida y costumbres”, cuyo autor, Simón Bernabé García, alcalde de esta población, estuvo durante seis años trabajando para sacar adelante una obra que a mí me parece ejemplar, por el importante soporte documental que le acompaña y por el aliento humano que destilan sus páginas. 
La asistencia al acto fue multitudinaria, como suelen hacerse las cosas en este pueblo ejemplar, siempre unido como una piña. Da lo mismo que se plante un árbol mágico, o se haga una exposición, una comida, o la presentación de un libro, todo el mundo responde con total implicación. Una maravilla. Ayer, Simón Bernabé, debió sentirse satisfecho al sentirse tan arropado en la presentación de su precioso libro.


lunes, 10 de agosto de 2015

LA TRAVESÍA DE PEÑAHORADA EN EL ARCHIVO CORTÉS

 
Alegría de otra época

 FOTOGRAFÍA: Travesía de Peñahorada. (Foto Cortés, Archivo Municipal de Burgos). 


A estas alturas de la película ya todos sabéis mi especial querencia por Peñahorada, más de una vez la he confesado aquí, dejando gloriosos atardeceres... y amaneceres de San Juan. Y es que los cuarenta años que llevo de acogida en este lugar no pasaron en vano y han dejado en mí y en mi familia profunda huella. De un tiempo que no conocí encontré imágenes en el Archivo Municipal de Burgos, las identifiqué cuando no estaban identificadas y las archivé en mis baúles como un tesoro. Algunas os iré dejando. Aquí va la primera.

¿Dónde están ahora esa caras alegres de la fotografía, y esos sombreros decimonónicos de los hombres en la iglesia? Las imágenes del fotógrafo Cortés son de Peñahorada, seguro, pues conozco a la perfección mi pueblo de adopción. 

Finales del XIX, los hombres de la “Capital de Las Torcas”, sombrereadas sombras asomadas en el murete de la iglesia, parecen observar a las mujeres que, agarradas del brazo y ataviadas con sus pañolones y amplios faldones, portando llavones de hierro eterno, los de aliviar orzuelos, pasean por el centro de la travesía-calle-carretera sin temor al tráfico, aunque quizá tengan que apartarse con la llegada de la diligencia de Rámila, la que viene del norte o la que vuelve de Burgos, pero esto debe ir para largo. Deben haber salido de misa, tal vez sea domingo, o un festivo. Hay elementos en la escena que llaman la atención, el primero de ellos, los mencionados sombreros, pues no parecen propios de la tierra, aunque reconozco que de indumentaria sé muy poco. Aquí debo decir que la boina ya estaba inventada y que su uso era generalizado en Burgos ya por aquellos años, por eso es deducible que bien podían ser sombreros reminiscentes para un día de especiales campanadas. Las boinas se usaban para días laborables, para mil batallas, aunque también las había, y las hay, de domingo, que duraban y duran toda la vida de uno. Lo de los sombreros, pues, parece algo insólito.

Si observo detenidamente a las mujeres puedo sacar el parecido con padres y madres que conocí y que ya se fueron, pero omito dar detalles por no tener seguridad. Quizá tuve la suerte de conocer a las dos muñecas que vienen detrás, pero no sé, estando tan lejanas...   


domingo, 2 de agosto de 2015

HAYA GRANDE DE BARDAL Y SIERRA


El gigante (la giganta) Haya Grande vive rodead@ de pinos y de algunos, pocos, 
retoños de su especie

En su larga vida vio muchos hermanos desaparecer

Monte Bardal y Sierra, selva en la que se esconde Haya Grande


FOTOGRAFÍAS: Haya Grande en el Monte comunero de Bardal y Sierra


Restos de una especie dominante, quedó sola en el vasto pinar, oculta como nunca estuvo hasta la llegada de los forasteros vegetales, escondida como otras compañeras, de igual porte y de peor suerte, que murieron y pudrieron a  la sombra de los que usurparon su territorio. Desde la lejanía más remota, desde el mismísimo Jaramillo de la Fuente, la copa de la gigantesca haya podía verse, sobresaliendo entre todas las hayas de su generación,   en su nido lejano del monte comunero Bardal y Sierra, cerca del canchal de los buitres desde el que se domina el mundo. Los moros de vista afilada, desde su bastión en la Peña Carazo, tuvieron que verla también, al igual que los que hollaron las cumbres de Las Mamblas y otros horizontes. Haya Grande, aun con los lógicos achaques de la edad, continua en pie y con vida en un monte que un día estuvo sembrado de oves. Representa una estirpe de veteranos en declive, pues las sierras de los hombres decapitaron y trocearon sus cuerpos en muchos lugares de Burgos. Roble Borracho, su pariente en siglos, tan próximo a ella, pero separado por el canchal, siente su aliento en el viejo y hundido camino de Burgos y sabe de su soledad, pues los pastores de Santa Julita le hablaron de otros pastores de cabras que se asombraban y ensombraban bajo su enorme corpachón. Larga vida, Haya Grande.