martes, 29 de mayo de 2018

PEÑAS BURGALESAS QUE MERECIERON SER LEYENDA

        
El Regidor de Perros tiene mucha nariz

Peña sin nombre a las puertas del Monte Hijedo
Como una mano que apunta al cielo

FOTOGRAFÍAS: Peñas de Perros, Santa Gadea de Alfoz, Hacinas, Lomas de Villamediana y Alfoz de Santa Gadea (Tomadas en 1971, 2016 y 2018)

Como lágrimas caídas del cielo que con el tiempo llegaron a fosilizarse, existen en Burgos, salpicando aquí allá con su majestuosa presencia, una serie de peñas que llaman la atención de caminantes perdidos. Cada una por sí misma, en su aislamiento y espectacularidad, podría haber sido protagonista de alguna fabulosa leyenda. Pero por más que he escarbado en sus raíces, nada he encontrado, ni siquiera lo más recurrente: el simple relato de alguna piel de gato, o de becerro, llena de monedas de oro. Nada, ningún tesoro escondido a sus pies. Ni siquiera un nombre que haga referencia a moros o moras del “tiempo de los moros”.  Están vacías de contenido estas peñas de otra era, estos hitos en lugares de ensueño. Y es extraño. ¿Cómo ha sido posible que llegaran hasta nuestros días, como princesas encantadas disfrazadas de megalitos, sin una mísera conseja que llevarnos a la carpeta de las leyendas, sin algún testimonio que cargar en la mochila de nuestra propia fantasía? ¿Falta de imaginación de nuestros ancestros? ¿Pérdida de la trasmisión oral por alguna causa que ignoramos? Desconocidas no serían, pues destacan sobremanera en el paisaje, en alturas o en fondos de los valles. Algunas tienen nombre, es lo menos que se las puede exigir. De entre todos, me quedo con “El Regidor”, cerca del despoblado de Perros. El regidor de perros, podríamos decir. Una lágrima con forma de mano hay que, al caer del cielo en el planeta de Santa Gadea, quedó apuntando con sus dedos hacia el lugar del que había venido. Y entre todas ellas, vemos cuatro junt@s, “Los Peñucos de Hacinas”, como cuatro hermanas o hermanos que, pudiendo haberse convertido en piedra por alguna maldición, nada ni nadie nos lo asegura. Son peñas y peñones, hitos de piedra encantados que podrían haber entrado en el imaginario popular pero que no tuvieron ese honor.


Los Peñucos de Hacinas
Un hermano no da la mano
El Peñuco del Alfoz de Santa Gadea
Cuando suben las aguas de Arija se convierte en isla


Peña de la Cueva de los Alcaldes, testigo de antiguos Concejos

lunes, 21 de mayo de 2018

LOS MILAGROSOS HUESOS DEL CONDE FERNAN GONZÁLEZ Y DEL EREMITA PELAYO (1) O LO QUE PUDO HABER SIDO UNA EXTRAORDINARIA LEYENDA

        Un amigo me suele decir que Internet es un basural en el que de vez en cuando puede encontrarse una joya. Yo no estoy de acuerdo con lo primero, me parece demasiado exagerado y brutal, pero sí en la posibilidad de lo segundo. Rebuscando, rebuscando, y sobre todo separando el trigo de la paja, uno puede encontrarse con joyas como la que yo mismo encontré hace tres años y que me dio pie para escribir el pequeño artículo divulgativo (digo pequeño porque el tema hubiera podido desarrollarse mucho más de caer en manos y ojos de algún sesudo historiador ) que a continuación veréis y que entonces dejé abandonado. En el artículo, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, se hace referencia a un documento de los Archivos de los Duques de Osuna, fechado en Covarrubias en 14 de noviembre de 1510 (que encontré rebuscando en PARES) en el que varios testigos, naturales del pueblo burgalés de Castrillo de Solarana, juraban haber percibido ciertos golpes y estruendo en los sepulcros del conde Fernán González y del monje Pelayo en el monasterio de San Pedro de Arlanza. ¡Ahí es nada, ruidos que salían de sepulcros cerrados hacía siglos! La cosa no tenía desperdicio.
        Ya digo, el artículo lo tenía arrinconado, abandonado. Hoy, sin embargo, he pensado que quizá a alguno de vosotros pueda interesarle y que sería injusto por mi parte no compartirlo. Así que, aquí va: 


FOTOGRAFÍAS: Monasterio de San Pedro de Arlanza (Tomadas en otoño de 2015)




Ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza


 
Preside el acceso al monasterio el conde Fernán González

                    

            “... y haciendo oración cerca de la sepultura del conde Hernán González,  a hora de queriéndose poner el sol, oyeron gran ruido y estruendo dentro de la dicha sepultura  del dicho conde”.

Testigo Juan de Aranda


            “... e  llegando al monesterio de señor San Pedro de Arlanza , era ya cuasi noche e acordaron de quedar allí aquella noche e entraron a la  yglesia a facer oración, e este testigo oyo ciertos golpes en la sepultura del conde Hernán González, e mirando hacia ella, commo oyó los dichos golpes en lo baxo de la dicha sepultura, este testigo ovo [tuvo] gran pabor y miedo, e  saliose de la dicha yglesia lo más presto que pudo”. 

Testigo Juan Pérez, hijo de Hernando Delgado, vecino de Castrillo de Solarana


“... e mirando la dicha/26 sepultura oyó vn golpe reçio dentro de la dicha sepultura, e este testigo dixo golpes dan aquí dentro, e llegándose a ver más çerca ovo mucho temor e se le expelucaron los cavellos e no osó estar más allí, e así se salió con los otros que yvan ya delante e los alcançó en medio de la claustra”. 

Testigo Pero Sanz


“... e estando hincado de rodillas haciendo oración oyó ciertos golpes a manera como si diesen dos lanzas de armas una con otra, e le pareció que los dichos golpes y ruido eran hacia el altar cerca de la sepultura de San Pelayo”. 

Testigo Alonso Crespo


 “... oyó tres golpes como en hueco hacia, al parecer de este testigo, cabe la sepultura de San Pelayo, y como lo oyó así como estaba hincado de rodillas, volvió la cabeza de un lado a otro por ver si se hacía por alguna persona, y como no vio nada se levantó y salió hacia la claustra”. 

Testigo Hernando de Juan Delgado



Podría haber sido una preciosa leyenda y haberse trasmitido de boca en boca, de generación en generación hasta nuestros días, como tantas lo hicieron en torno a figuras heroicas del medioevo que resucitan para ayudar en batallas cruciales del cristianismo. Pero no, los hechos prodigiosos que aquí se van a reflejar, “ocurridos” en el monasterio benito de San Pedro de Arlanza, con la figuras del conde Fernán González y del eremita Pelayo y los huesos movientes de sus sepulturas como protagonistas, aún siendo merecedores de ello, parece  que no tuvieron la suerte de convertirse en relato para la trasmisión oral, al menos no hemos podido registrar en nuestras encuestas nada parecido; o si la tuvieron, fue con una caducidad de la que nada sabemos. El testimonio documental que aquí se adjunta, donde se recogen dichos hechos, de increíble elaboración y con no menos sorprendente pátina de veracidad, resulta, pues, de extraordinario valor para el conocimiento y estudio de las leyendas burgalesas, más si se tiene  en cuenta que lo que en él se expresa no es copia de un cantar de gesta, poema,  crónica o cualquier otra manifestación literaria, sino que se trata de un documento “formal” e independiente; aunque bien es cierto que pudiera estar inspirado en escritos anteriores (fray Gonzalo de Arredondo, abad de San Pedro de Arlanza), como se sugiere en una parte del documento.

“... dado muchos golpes vnos con otros, segund dixo/7 que otras veçes auían fecho en tienpos que auían guerras contra los in-/8 fieles, e quando se ganó dellos el reyno de Granada por el dicho señor/9 rey don Hernando segund lo mostró por vn testimonio signado de/10 escrivanos públicos fecho del dicho tienpo, de donde se espera con la/11 ayuda de nuestro señor e de su cavallero el conde Hernán Gonçález, a qual/12 se rece ser levantado e enviado en socorro e ayuda de los christianos que aca-/13 baran esta santa jornada”.

No puede caber duda de que los monasterios, además de poder, tenían imaginación, y que las dos cosas juntas iban de la mano para su  engrandecimiento. Con la deturpación de hechos históricos, o la creación de algunos que nunca sucedieron, convenientemente propagados como milagro, trataban de arrimar el ascua a su sardina, de crear emociones y estados de opinión, (a fin de cuentas, de manera similar a como se hace hoy en los medios televisivos, audios y escritos). Hay que ponerse en época y momento y ver a los monjes de los monasterios en sus “reuniones editoriales”, cada tiempo con su correspondiente abad, tratando de crear documentos en los que se adulara y engrandeciera a los amigos benefactores, generalmente reyes y nobles, y se menospreciara al enemigo infiel, durante mucho tiempo la “secta mahomética” o la “abominable secta de Mahoma”, que de ambas formas, entre otras, se le llega describir en el documento que comentamos. Haciéndolo así, la casa monacal y la institución a la que representaba se hacían más poderosas. Una vez ideada y decidida la historia que nunca existió, el o los escribanos de turno en el convento habían de ponerse manos a la obra en su celda o scriptorium. Resulta ciertamente enternecedor imaginar la figura de un concentrado monje escribiendo y adornando, en culta escritura cortesana, a la luz de un humeante velón, hechos de ficción que el “consejo editorial” le dictó, dándoles carácter de veracidad, y luego al encargado archivero guardando el legajo en los cajones de la historia del convento. Esto podría haber ocurrido con la maravilla de documento del que aquí hablamos y que en el A.H.N, Fondo Duques de Osuna (legajo nº 40, Documento nº 8) se guarda con el encabezado “Información de cierto milagro sucedido con los huesos del Conde Fernán González que estaban sepultados en la iglesia de San Pedro de Arlanza”.

Quizá sea este documento manuscrito, más que otras historias y crónicas del abad de Arlanza, fray Gonzalo de Arredondo y Alvarado, que nos hablan también de huesos movientes del conde y del monje Pelayo ya en 1483, la fuente en la que, un siglo más tarde, fray Antonio de Yepes pudo haber bebido para escribir su propia versión de los portentosos hechos, como sugiere su comentario De estos últimos acontecimientos tan notables y movimientos que hicieron los huesos del Conde hay una información muy larga que yo he visto”. Fechado en 1510, se relatan en este documento, bajo juramento sobre una cruz “dibujada” en los Santos Evangelios (“sí, juro”), y con lujo de detalles por los varios testigos que los presenciaron, que declararon “secreta y apartadamente” ante notarios públicos y apostólicos, escribanos y alcaldes, más un clérigo de la iglesia de “Santo Thomé”, de Covarrubias, que asistió como procurador en representación del abad de San Pedro de Arlanza, los hechos que acontecieron en el monasterio del “señor San Pedro de Arlanza” los días 5 y 9 de septiembre de aquel año. En síntesis, estos se resumen en lo siguiente:


“A LA HORA DE QUERIÉNDOSE PONER EL SOL”


Varios vecinos de Castrillo de Solarana, que volvían como romeros del santuario de Nuestra Señora de Valbanera, hacen un alto en su camino para hacer oración en San Pedro de Arlanza, monasterio que les pillaba de paso. Según declararon estos peregrinos, mientras hacían oración en dicho convento, “un día a hora un poco antes que se pusiese el sol, y el otro en poniéndose el sol”, oyeron “grande estruendo y ruido y dado muchos golpes unos con otros” que salían de las sepulturas del conde Fernán González y del “santo monje Pelayo”, que estaba enterrado también, según se refiere en dichos interrogatorios, cerca del altar de la iglesia. Al parecer, aquellos ruidos eran la forma de manifestar el apoyo que Fernán González y el citado monje, una vez muertos, daban a los ejércitos cristianos cuando estaba a punto de producirse algún hecho de armas relevante. Y es que, según se explica en el documento, “Dios Nuestro Señor, mostrando sus gloriosas y grandes maravillas y manifestándolas a nosotros, por sus santos y escogidos siervos para que con más celo le conozcamos y sirvamos y temamos y confesemos su gran poder y milagros infinitos...”, dota a estos siervos, “mediante su inmensa bondad, de especial gracia para ayuda y reparo en defensa de estos reinos de donde son naturales”.

Especial gracia debieron tener, en efecto, el conde burgalés y el monje Pelayo, para que, una vez muertos, sus huesos se revolvieran en sus sepulcros, chocaran entre sí y produjeran gran estrépito en determinadas ocasiones. Resulta ciertamente extraño que sucesos tan extraordinarios como los descritos, donde muertos resucitan, no llegaran a propagarse como leyenda y a asentarse en la tradición oral de los pueblos, en especial de los de tierra de Lara. 



El conde Fernán González en plan belicoso



(1) PARES (PORTAL DE ARCHIVOS ESPAÑOLES)
 A.H.N. OSUNA C40 D19
Portada
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL/1
OSUNA/2
LEG. 40 ; nº 6 /3
Información de cierto milagro sucedido con los/4 huesos del Conde Fernán González que estaban sepulta-/5 dos en la Iglesia de San Pedro de Arlanza./6
(HOJAS 1-6)/7


martes, 8 de mayo de 2018

LAS CHOPAS DE SALGÜERO


Chopo con título de chopa
De la tala de hace cinco años salen dedos
 a buscar la luz
Dignidad de chopa, digna ancianidad
Guardianes del río



FOTOGRAFÍAS: Chopas del arroyo Salgüero (Tomadas en mayo de 2018)

 Querido Sauce del Puente:
Como te prometí ayer, fui por la tarde a tierra de Juarros para ver a tus hermanos, muchos, por cierto. Pero si te soy sincero, sentí cierta frustración, pues no son sauces, como llegué a intuir de tus palabras, sino chopos de ribera, o más bien chopas, porque todos han alcanzado, por su antigüedad y volumen, la dignidad femenina, privilegio solo reservado a pocos árboles. De acuerdo: son tus hermanos porque son vegetales, como tú, pero no sauces. En todo caso, te diré, querido Sauce del Puente, que quedé maravillado de su monumentalidad y de verlos tan bien ordenados junto al cantarín río que baja de Salguero. ¿Te puedo hacer una confidencia? ¿Sí? Pues bien, te la haré: a lo largo de mi vida he pasado infinidad de veces por esta carretera juarreña,  casi siempre en época invernal, tiempo difuso, sin hojas, pelón. Quizá por eso también yo, en la distancia, confundí siempre los troncos de estos chopos con sauces. Y te diré más: una y otra vez prometí bajarme del coche y acercarme a ellos, para identificarlos y abrazarlos, pero nunca lo llegué a hacer, hasta ayer, cuando los nubarrones y centellas de tormenta amenazaban con romper la calma de tierra de juarros. Te dejo estos retratos de familia que pude obtener para que los guardes en el vientre de tu tronca, y los mires de vez en cuando en tu soledad junto al puente sobre el Ubierna.  



Salgüero de Juarros, un remanso para soñar


  

domingo, 6 de mayo de 2018

EL SAUCE DEL PUENTE

    
El Sauce del Puente con larga cabellera de invierno


FOTOGRAFIA: Puente sobre el Ubierna, marzo de 2018

        Estoy aquí hace más de un siglo y tú me has ignorado. Sé que te han interesado encinas, robles, hayas, castaños, tejos, sabinas, morales e incluso humildes chopas. De todos ellos guardas memoria en tu baúl de los árboles longevos. Por eso me duele más que te hayas olvidado de mí, sauce entre los sauces, que vengo oyendo el murmullo del Ubierna cien años antes de que tú nacieras. He visto pasar por el puente de Ortega a muchos labriegos con sus pollinos llevando pesados costales al molino cercano, y podría contarte historias de leyenda que mucho te interesarían. Pero tú me habías ignorado. Tengo hermanos en Juarros que te hablarán de mí, ve, pregúntales.
        Disculpa, sauce entre los sauces, pronto iré donde me dices. 
  

martes, 1 de mayo de 2018

DESPOBLACIÓN Y PATRIMONIO


Artística portada, con leyenda y escudo, datada en 1727

Desde el exterior parece estar completa, 
dentro reina la ruina

Sorprenden cuatro hornacinas juntas,
bajo una cubierta que ya no está  



Dentro crecen los árboles 

Una obra hecha a expensas de un 
"caballero del hábito de Santiago"


FOTOGRAFÍAS: Ruinas en el valle de Valdelucio (Tomadas en abril de 2018)

        Uno de los efectos colaterales (¡colaterales!, ¡ni que habláramos de una guerra!) de la despoblación de nuestros pueblos es la degradación y desaparición del patrimonio histórico, artístico y etnográfico. Quienes desde hace tiempo nos dedicamos a recorrer la provincia de Burgos lo sabemos muy bien, tras haber comprobado, año tras año, visita tras visita, que lo que un día conocimos en pie, hoy, tras el abandono de los vecindarios, lo vemos reducido a escombros.
        Muchas veces hemos llamado la atención sobre el estado de algunos monumentos (no por humildes menos valiosos) a los que no se les ha prestado ni presta ninguna atención. “El pueblo se quedó vacío, luego el patrimonio ya no sirve, lo olvidamos”, parece que aceptamos todos con naturalidad. Presumimos de la riqueza patrimonial de Burgos, pero no hacemos ni una mínima parte de lo que podría hacerse para su salvación.
        Podríamos hacer una lista de edificios-patrimonio, eclesiásticos o civiles, que ya son prácticamente irrecuperables, pero sería interminable y sobrepasaría el reducido espacio que desde un principio nos propusimos aquí. Quizá algún día alguien haga esa lista, y entonces todos nos llevaremos las manos a la cabeza.
        “Deberían cuidar de que esto no se cayera, porque forma parte de su historia”, recomendé  recientemente, inocentemente, a un hombre que encontré en un pequeño pueblo de Valdelucio tras haber visto su interesantísima iglesia arruinada. Su respuesta fue lapidaria: ”Pero cómo, si aquí vivo yo solo”.
        Tanto la despoblación, como la conservación del patrimonio rural son batallas perdidas, lo sé, pero causa dolor e impotencia ver cómo tantas maravillas desaparecen ante nuestro ojos. Las imágenes que aquí dejo, queridos amigos de este Cajón de Sastre, corresponden a la maravilla de Valdelucio que antes he citado. Seguro que, como yo, disfrutaréis con dolor al contemplarla.
        Al menos que quede registro de ella.