Un amigo me suele decir que
Internet es un basural en el que de vez en cuando puede encontrarse una joya.
Yo no estoy de acuerdo con lo primero, me parece demasiado exagerado y brutal,
pero sí en la posibilidad de lo segundo. Rebuscando, rebuscando, y sobre todo separando el trigo de la paja, uno puede encontrarse con joyas como la que yo mismo encontré
hace tres años y que me dio pie para escribir el pequeño artículo divulgativo
(digo pequeño porque el tema hubiera podido desarrollarse mucho más de caer en manos y ojos de algún sesudo historiador ) que a continuación veréis y que entonces dejé abandonado. En el artículo, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre,
se hace referencia a un documento de los Archivos de los Duques de Osuna,
fechado en Covarrubias en 14 de noviembre de 1510 (que encontré rebuscando en
PARES) en el que varios testigos, naturales del pueblo burgalés de Castrillo de Solarana, juraban
haber percibido ciertos golpes y estruendo en los sepulcros del conde
Fernán González y del monje Pelayo en el monasterio de San Pedro de
Arlanza. ¡Ahí es nada, ruidos que salían de sepulcros cerrados hacía siglos! La
cosa no tenía desperdicio.
Ya digo, el artículo lo tenía arrinconado,
abandonado. Hoy, sin embargo, he pensado que quizá a alguno de vosotros pueda
interesarle y que sería injusto por mi parte no compartirlo. Así que, aquí
va:
FOTOGRAFÍAS: Monasterio de San Pedro de Arlanza (Tomadas en otoño de 2015)
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Ruinas del monasterio de San Pedro de Arlanza |
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Preside el acceso al monasterio el conde Fernán González |
“...
y haciendo oración cerca de la sepultura del conde Hernán González, a hora de queriéndose poner el sol, oyeron
gran ruido y estruendo dentro de la dicha sepultura del dicho conde”.
Testigo Juan de Aranda
“... e llegando al monesterio de señor San Pedro de Arlanza , era ya
cuasi noche e acordaron de quedar allí aquella noche e entraron a la yglesia a facer oración, e este testigo oyo
ciertos golpes en la sepultura del conde Hernán González, e mirando hacia ella,
commo oyó los dichos golpes en lo baxo de la dicha sepultura, este testigo ovo
[tuvo] gran pabor y miedo, e saliose
de la dicha yglesia lo más presto que pudo”.
Testigo
Juan Pérez, hijo de Hernando Delgado, vecino de Castrillo de Solarana
“... e
mirando la dicha/26 sepultura oyó vn golpe reçio dentro de la dicha
sepultura, e este testigo dixo golpes dan aquí dentro, e llegándose a ver más
çerca ovo mucho temor e se le expelucaron los cavellos e no osó estar más allí,
e así se salió con los otros que yvan ya delante e los alcançó en medio de la
claustra”.
Testigo
Pero Sanz
“... e estando hincado de rodillas haciendo oración oyó ciertos
golpes a manera como si diesen dos lanzas de armas una con otra, e le pareció
que los dichos golpes y ruido eran hacia el altar cerca de la sepultura de San
Pelayo”.
Testigo
Alonso Crespo
“... oyó tres golpes
como en hueco hacia, al parecer de este testigo, cabe la sepultura de San
Pelayo, y como lo oyó así como estaba hincado de rodillas, volvió la cabeza de
un lado a otro por ver si se hacía por alguna persona, y como no vio nada se
levantó y salió hacia la claustra”.
Testigo
Hernando de Juan Delgado
Podría
haber sido una preciosa leyenda y haberse trasmitido de boca en boca, de
generación en generación hasta nuestros días, como tantas lo hicieron en torno
a figuras heroicas del medioevo que resucitan para ayudar en batallas cruciales
del cristianismo. Pero no, los hechos prodigiosos que aquí se van a reflejar,
“ocurridos” en el monasterio benito de San Pedro de Arlanza, con la figuras del
conde Fernán González y del eremita Pelayo y los huesos movientes de sus
sepulturas como protagonistas, aún siendo merecedores de ello, parece que no tuvieron la suerte de convertirse en
relato para la trasmisión oral, al menos no hemos podido registrar en nuestras
encuestas nada parecido; o si la tuvieron, fue con una caducidad de la que nada
sabemos. El testimonio documental que aquí se adjunta, donde se recogen dichos
hechos, de increíble elaboración y con no menos sorprendente pátina de
veracidad, resulta, pues, de extraordinario valor para el conocimiento y
estudio de las leyendas burgalesas, más si se tiene en cuenta que lo que en él se expresa no es copia de un cantar de
gesta, poema, crónica o cualquier otra
manifestación literaria, sino que se trata de un documento “formal” e independiente;
aunque bien es cierto que pudiera estar inspirado en escritos anteriores (fray
Gonzalo de Arredondo, abad de San Pedro de Arlanza), como se sugiere en una
parte del documento.
“... dado
muchos golpes vnos con otros, segund dixo/7 que otras veçes auían
fecho en tienpos que auían guerras contra los in-/8 fieles, e quando
se ganó dellos el reyno de Granada por el dicho señor/9 rey don
Hernando segund lo mostró por vn testimonio signado de/10 escrivanos
públicos fecho del dicho tienpo, de donde se espera con la/11 ayuda
de nuestro señor e de su cavallero el conde Hernán Gonçález, a qual/12
se rece ser levantado e enviado en socorro e ayuda de los christianos que aca-/13
baran esta santa jornada”.
No
puede caber duda de que los monasterios, además de poder, tenían imaginación, y
que las dos cosas juntas iban de la mano para su engrandecimiento. Con la deturpación de hechos históricos, o la
creación de algunos que nunca sucedieron, convenientemente propagados como
milagro, trataban de arrimar el ascua a su sardina, de crear emociones y
estados de opinión, (a fin de cuentas, de manera similar a como se hace hoy en
los medios televisivos, audios y escritos). Hay que ponerse en época y
momento y ver a los monjes de los monasterios en sus “reuniones editoriales”,
cada tiempo con su correspondiente abad, tratando de crear documentos en los
que se adulara y engrandeciera a los amigos benefactores, generalmente reyes y
nobles, y se menospreciara al enemigo infiel, durante mucho tiempo la “secta
mahomética” o la “abominable secta de Mahoma”, que de ambas formas, entre
otras, se le llega describir en el documento que comentamos. Haciéndolo así, la
casa monacal y la institución a la que representaba se hacían más poderosas.
Una vez ideada y decidida la historia que nunca existió, el o los escribanos de
turno en el convento habían de ponerse manos a la obra en su celda o scriptorium.
Resulta ciertamente enternecedor imaginar la figura de un concentrado monje
escribiendo y adornando, en culta escritura cortesana, a la luz de un humeante
velón, hechos de ficción que el “consejo editorial” le dictó, dándoles
carácter de veracidad, y luego al encargado archivero guardando el legajo en
los cajones de la historia del convento. Esto podría haber ocurrido con la
maravilla de documento del que aquí hablamos y que en el A.H.N, Fondo Duques
de Osuna (legajo nº 40, Documento nº 8) se guarda con el encabezado “Información
de cierto milagro sucedido con los huesos del Conde Fernán González que estaban
sepultados en la iglesia de San Pedro de Arlanza”.
Quizá
sea este documento manuscrito, más que otras historias y crónicas del abad de Arlanza, fray Gonzalo de
Arredondo y Alvarado, que nos hablan también de huesos movientes del conde y
del monje Pelayo ya en 1483, la fuente en la que, un siglo más tarde, fray
Antonio de Yepes pudo haber bebido para escribir su propia versión de los
portentosos hechos, como sugiere su comentario “De estos últimos acontecimientos tan notables y movimientos
que hicieron los huesos del Conde hay una información muy larga que yo he
visto”. Fechado en 1510, se relatan en este
documento, bajo juramento sobre una cruz “dibujada” en los Santos Evangelios
(“sí, juro”), y con lujo de detalles por los varios testigos que los
presenciaron, que declararon “secreta y apartadamente” ante notarios públicos y
apostólicos, escribanos y alcaldes, más un clérigo de la iglesia de “Santo
Thomé”, de Covarrubias, que asistió como procurador en representación del abad
de San Pedro de Arlanza, los hechos que acontecieron en el monasterio del
“señor San Pedro de Arlanza” los días 5 y 9 de septiembre de aquel año. En
síntesis, estos se resumen en lo siguiente:
“A LA HORA DE QUERIÉNDOSE PONER EL SOL”
Varios
vecinos de Castrillo de Solarana, que volvían como romeros del santuario de Nuestra
Señora de Valbanera, hacen un alto en su camino para hacer oración en San Pedro
de Arlanza, monasterio que les pillaba de paso. Según declararon estos
peregrinos, mientras hacían oración en dicho convento, “un día a hora un poco
antes que se pusiese el sol, y el otro en poniéndose el sol”, oyeron “grande
estruendo y ruido y dado muchos golpes unos con otros” que salían de las
sepulturas del conde Fernán González y del “santo monje Pelayo”, que estaba
enterrado también, según se refiere en dichos interrogatorios, cerca del altar
de la iglesia. Al parecer, aquellos ruidos eran la forma de manifestar el apoyo
que Fernán González y el citado monje, una vez muertos, daban a los ejércitos
cristianos cuando estaba a punto de producirse algún hecho de armas relevante.
Y es que, según se explica en el documento, “Dios Nuestro Señor, mostrando sus
gloriosas y grandes maravillas y manifestándolas a nosotros, por sus santos y
escogidos siervos para que con más celo le conozcamos y sirvamos y temamos y
confesemos su gran poder y milagros infinitos...”, dota a estos siervos,
“mediante su inmensa bondad, de especial gracia para ayuda y reparo en defensa
de estos reinos de donde son naturales”.
Especial
gracia debieron tener, en efecto, el conde burgalés y el monje Pelayo, para
que, una vez muertos, sus huesos se revolvieran en sus sepulcros, chocaran
entre sí y produjeran gran estrépito en determinadas ocasiones. Resulta
ciertamente extraño que sucesos
tan extraordinarios como los descritos, donde muertos resucitan, no llegaran a
propagarse como leyenda y a asentarse en la tradición oral de los pueblos, en
especial de los de tierra de Lara.
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El conde Fernán González en plan belicoso |
(1) PARES (PORTAL
DE ARCHIVOS ESPAÑOLES)
A.H.N.
OSUNA C40 D19
Portada
ARCHIVO HISTÓRICO NACIONAL/1
OSUNA/2
LEG. 40 ; nº 6 /3
Información de cierto
milagro sucedido con los/4 huesos del Conde Fernán González que
estaban sepulta-/5 dos en la Iglesia de San Pedro de Arlanza./6
(HOJAS 1-6)/7