sábado, 29 de junio de 2019

UNA ESCUELA CON ROSETAS HEXAFOLIAS A ORILLAS DEL RUDRÓN

Portada de Escuela de Instrucción Primaria con varias
rosetas hexafolias pintadas en rojo


FOTOGRAFÍA: Escuela con rosetas pintadas en el valle del Rudrón. (Tomada en 2010)

Como ya todos debéis saber, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, puesto que ya han aparecido aquí algunas entradas que tocan su temática, recorremos de nuevo la provincia de Burgos a la búsqueda de rosetas hexafolias. Las ventanas singulares, que a cientos tenemos ya guardadas, nos introdujeron en ellas, y a través de ellas en el universo de los símbolos, tan oscuro como poco conocido en Burgos. Y una vez enganchados ya no pudimos detenernos, la roseta de seis pétalos nos había atrapado con fuerza; ocupaba un lugar preeminente en ese universo, no ya solo en las ventanas sino en los lugares más insospechados de dentro y de fuera de los edificios de nuestros pueblos, y terminó por formar parte inseparable de nuestros sueños. 
Así, pues, hace años que vimos la necesidad de inventariar y catalogar todas las rosetas hexafolias que nos fuera posible para que, en un incierto futuro, posibles estudiosos del tema tuvieran un punto de partida lo más amplio posible para la investigación. La aventura ha merecido y merece la pena, pues nos está llevando a conocer ese lado oculto de los pueblos que antes no habíamos visto, esa parte mágica sin la cual no podríamos conocer el alma de nuestros predecesores.   
Las hexafolias aparecen aquí y allá en cualquier lugar de la provincia (en algunas zonas más que en otras) la mayoría de las veces como elementos protectores de las casas y sus habitantes y generalmente grabadas en piedra. Aunque es verdad que también las hay pintadas, como las que hoy dejamos aquí pertenecientes a una vieja escuela de Instrucción primaria a orillas del Rudrón. Causaría emoción y ternura pensar que una o más rosetas pintadas en el frontis de esta escuela pudieron servir a algún maestro para proteger a sus niños de maleficios o para ayudarles a resolver sus problemas aritméticos.  

lunes, 24 de junio de 2019

LA MAGIA DEL FUEGO DE SAN JUAN


Fuego hipnotizador, noche de móviles 


FOTOGRAFÍAS: Hoguera de la Noche de San Juan (Burgos). 

Un fuego con 65 años de antigüedad en una noche mágica. Hubo un tiempo en el que las hogueras, como los amaneceres sanjuaneros, tenían algo de inocente, de tradición de la buena, de autenticidad, y desde luego de mágicas. Hace mucho que no asistía a una de ellas (la última en Ubierna hace veinte años). Ya por entonces aprecié que nada se parecía a los testimonios que me trasmitieron los mayores de los pueblos. Hoy, en esta que presencié en el Barrio de San Juan Bautista (antes Barriada Yagüe), las hipnotizadoras llamas no me impidieron sustraerme del fenómeno social, de los miles de personas que rodearon el fuego (la mayoría jóvenes con sus bolsas de botellón, muchos sentados en el suelo en corros picoteando en sus móviles y ajenos a las llamas). Signo de los tiempos, sin duda, botellón y móviles.      

miércoles, 19 de junio de 2019

EL ABRAZO DE LA YEDRA

Cuando la hidalga ventana todavía se encontraba libre

La yedra es bella, pero más lo es la ventana


FOTOGRAFÍAS: Ventana y yedra en Cortiguera (Tomadas en 2012 y 2019) 

La yedra crece y crece sin parar hasta engullir todo lo que encuentra a su paso, lo mismo si es el simple tapial de un huerto que si es un torreón o un palacio, todo lo fagocita, no distingue ni respeta si se la deja obrar libremente, siempre tiene insaciable hambre de piedra. Come  despacito, pero firme en su intención y a la chita callando. El abrazo de la yedra parece sustentar los muros, pero si miramos debajo de ella descubrimos que las piedras históricas han perdido masa muscular y en cualquier momento puede llegar el desastre. La hiedra embellece, es combustible para recalcitrantes románticos, pero muchas veces oculta otras bellezas mayores que se encuentran encarceladas en su maraña.
Hace siete años glosábamos en esta misma bitácora una maravillosa ventana perteneciente a una casa hidalga de Cortiguera. Entonces vimos que una amenazadora yedra trepaba por el muro donde esta se encontraba, con lo que parecía aviesas intenciones, y supusimos que no tardaría mucho en devorarla, como acabamos de constatar. No han sido tantos los años pasados y la ventana ya no está, ha desaparecido, o eso creímos en nuestra muy reciente visita. La buscamos calle arriba calleja abajo, por todas las ruinas que nos salieron al paso, infructuosamente. “La casona que la contenía ha desaparecido, ya no está”, llegamos a concluir. Y ahí quedó la cosa. De vuelta a Burgos, al cotejar las fotografías de entonces con las de hoy tuvimos que admitir, ya sin ningún género de dudas, que debajo de aquella yedra creciente estaba la ventana, aunque ya nada de ella era visible.

viernes, 7 de junio de 2019

GRAFITIS EN SILLARES DE SALAZAR, QUINTANILLA VALDEBODRES Y PESQUERA DE EBRO


Precioso rincón urbano y casa del siglo XVI en
Quintanilla Valdebodres

Ventana con los sillares del recercado pintados

Dintel inferior pintado con toda suerte de motivos


FOTOGRAFÍAS: Sillares de Salazar, Quintanilla Valdebodres y Pesquera de Ebro (Tomadas en 2019)

De mis tiempos de explorador de cuevas, de eso hace un periodo geológico, recuerdo que una de las cosas que más me atraía cuando entrábamos por primera vez en una caverna desconocida y fósil era escrutar las paredes por si pudiera haber grabados o pinturas rupestres. Así de soñadores éramos por entonces, así de pretendientes a arqueólogos éramos también, quizá influenciados por los relatos de otros exploradores que nos precedieron y que tuvieron la fortuna de descubrir yacimientos subterráneos increíbles. La gran mayoría de las veces las paredes las encontrábamos inmaculadas, llenas de color quizá, aunque sin huella humana. Pero en alguna ocasión sí tuvimos la suerte de encontrarnos con representaciones prehistóricas que dormían su profundo y milenario sueño en alguna pared, en la total oscuridad. Por lo general, eran sencillos trazos, a veces indescifrables, hechos con un raspador, o esquemáticas pinturas en negro representando motivos que eran cruciales para la vida del “artista” cavernícola. Unas veces podía ser un antropomorfo sumamente esquemático dibujado con carbón, otras, alguna trampa para cazar o un torpe ciervo inacabado, sinuosas líneas semejando ondulaciones del agua o el simple tizonazo de una antorcha, por citar solo algo de lo que nos llegamos a encontrar. Grafitis de la Prehistoria llenos de sentido, aunque nada comparables con el supremo arte rupestre de Altamira o Lascaux. Pero incluso en su humildad representativa, los momentos que  nos hacía vivir cualquiera de estos descubrimientos eran de un impacto emocional indescriptible e imborrable.  Aún hoy lo llevamos escrito en la memoria como si fuera ayer.
Todo esto viene al hilo de haber localizado una serie de grafitis, mucho más modernos, en algunos edificios antiguos del norte de Burgos, grabados o dibujados en sillares preponderantes y de piel tan fina como un lienzo. Ellos me han recordado a las manifestaciones rupestres descritas, solo que aquellas se hallan ocultas en la oscuridad y estas a la luz del día y a la vista de todos.
En el caso de Quintanilla de Valdebodres resulta llamativo el hecho de que la mayor parte de los motivos pictóricos se encuentren en el dintel inferior de una ventana, desde luego un lugar incómodo para escribir, dibujar o hacer algo coherente; esto solo podría explicarse si para llevarlos a cabo quien o quienes los pintaron se ayudaron con una escalera, porque resulta en verdad difícil pensar que se hicieran desde dentro de la vivienda. El gran sillar bajo el alféizar se encuentra repleto de grafitis, entre los cuales abundan cruces, algunos pequeños antropomorfos, incluidos espadachines, y otros inclasificables, todo ello de aparente aspecto infantil. No hay ni una sola letra, ni un solo nombre, solo trazos y dibujos hechos con pintura roja (pintura roja como la utilizada en los vitores), lo que podría indicar que fueron hechos por algún niño o joven iletrado. Algo comprensible si se tiene en cuenta que el edificio que contiene esta ventana y este panel debe pertenecer al siglo XVI, o como más temprano al XVII.
Otros grafitis hechos en sillares hemos localizado en una casona del siglo XVIII en Salazar. Uno de ellos hecho a carboncillo o lapicero, con cierta calidad artística, pues luce un caballo encabritado de sorprendente realismo, lástima que el posible jinete que lo montaba se encuentre ahora enmascarado por una inoportuna pintura blanca. Más tosca es la figura de una persona barbuda (no se aprecia bien si es mujer u hombre), dibujada en negro en otro sillar con  posición vertical.


Caballo encabritado en un sillar de Salazar

Figura humana barbuda en otro sillar de Salazar

Igualmente, en Pesquera de Ebro, donde los buenos sillares todo lo impregnan, hemos visto representada la figura en negro de un cuadrúpedo acéfalo (tal vez un equino o bóvido), una representación de arte popular de difícil datación. 

  
Cuadrúpedo pintado en negro en un sillar de 
Pesquera de Ebro

Así, pues, los casos descritos y otros de los que ya dimos cuenta en su día (Gredilla de Sedano) no hacen sino poner de manifiesto que el hábito de grabar, pintar o dibujar en las piedras de las fachadas antiguas podría ser una costumbre hasta cierto punto normal, obligada quizá por la carencia de papel y lienzos en dichas épocas y en ciertas casas del medio rural.
Los sillares como lienzos.