Grupo de danzas de Arauzo de Miel bailando para el Árbol de la Provincia |
Con tanta música este año la encina nos regalará muchas bellotas |
Una potente voz salió de la torre |
Canto al árbol, lamento desgarrador por la despoblación |
¡Cumpleaños feliz, cumpleaños feliz! |
FOTOGRAFÍAS: Escenas del décimo aniversario (Tomadas el 13 de julio de 2019)
Negros nubarrones mañaneros de ayer amenazaban
el homenaje al Árbol de la Provincia que íbamos a vivir en Jaramillo de la
Fuente. A Simón Berbabé, el alcalde de
la villa, se le veía preocupado por una posible fiesta aguada. La encina, ajena
a la amenaza, tan campante, tan hermosa como está a sus diez añitos, nos
recibió con cientos de bellotas que surgieron tras la trama precursora. Este año
va a ser de buena cosecha. Los nubarrones lo intentaron, pero no consiguieron
aguarnos la celebración. Apenas algunas gotas débiles nos llevaron a ochenta a
concentrarnos en el atrio de la iglesia.
Fue un par de minutos. Luego todos salimos para ver cómo los danzantes de
Arauzo de Miel bailaban a la simbólica encina, adornada para la ocasión con una instalación de la artista Mar Martínez. Sonaban la gaita y la caja, era emocionante
ver volar las enaguas multicolores de las chicas del grupo en torno a un árbol. Lo nunca visto, ¡bailar a
un árbol!, o quizá sí. ¡Pues ni que estuviéramos en la Prehistoria! Después se
hizo un espeso silencio, callada la
gaita, desde lo más alto de la torre, de una ventana románica salió una potente
voz, un grito-canto- lamento: era Isabel Corullón, otra artista invitada para la ocasión que
nos puso a todos la carne de gallina; desde abajo la mirábamos con sorpresa, y la
oíamos, y en la distancia la vimos abrir su musical boca de soprano tal que si
fuera un Papamoscas catedralicio. Bajó de la torre, y por unos instantes siguió
cantando en la claustrilla, sola entre columnas y capiteles medievales; su poderosa y sentida voz, lamento por los pueblos
vacíos, salía por los siete arcos como dirigiéndose a la mágica encina que vive
con 1.233 tierras de otros tantos lugares. Isabel se encaró al vegetal y continuó
cantando su balada sin letra que el monumento provincial entendió
perfectamente. Y entre tanto, los escuchantes quedábamos petrificados por el
escalofrío.
Junto
a la fuente de la pradera, Dorien,
la artista holandesa de El Hacedor, llegada de La Aldea del Portillo de Busto, y otro artista adobero,
atentos al Canto de la Despoblación que ejecutaba Isabel, fabricaban adobes con
tierras procedentes de distintos pueblos burgaleses. Con manos y pies sumergidos en el barro, comentamos lo importante
y simbólico que sería fabricar un adobe por cada pueblo burgalés, 1.233 adobes.
(Deberemos concretar esta idea, amiga Dorien).
Pegados al bello claustro una decena
de voluntari@s leyeron uno por uno los nombres de todos los pueblos burgaleses, 1.233 nombres, nunca antes nombrados de seguido, que iban a juntarse con las tierras
enterradas que dan vida al árbol. Cada pueblo una emoción, cada lugar un recuerdo. Acallados los nombres todos a coro y acompañados esta vez con los acordes de un piano (gracias, Alberto), cantamos el tradicional "Cumpleaños Feliz".
Por la tarde, después de la comida
grupal, de los ochenta que asistimos al homenaje, en el Centro de Usos
Múltiples de Jaramillo de la Fuente, donde duerme el Mapa de la Tierras, nuestro
imprescindible Álvaro Alonso de Armiño, navegante en el Espacio Tangente, nos proyectó su ansiada película que describe el
día de la plantación de la encina de todos. Y quienes vivimos aquella gloriosa
jornada, al ver las imágenes que se sucedían, no pudimos por menos que sentir
una profunda emoción y nostalgia por un proyecto que tanto ilusionó a un pueblo y a tanta gente. Un proyecto que se
convirtió en una mágica realidad y que aún pervive en el Árbol de la Provincia.
Larga vida al árbol, a Jaramillo de la Fuente y al Espacio Tangente.
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