miércoles, 14 de julio de 2021

EMILIO ARCE, MEMORIA DE VILLARGÁMAR (II)

Casona de Villargámar (Vista al poniente)
Durante un tiempo sirvió como vivienda y negocio hostelero.
Aquí tuvo su venta o ventorro Ojeda.

 FOTOGRAFÍAS: Molino y Casona de Villargámar (julio 2021). Venta la Polilla y mujeres escardadoras en Monte Sano (archivo Cortés)


SIETE VECINOS EN VILLARGÁMAR

Mucho ha cambiado el especto del gran patio de Villargámar. Las humildes casas que había adosadas al muro que da al camino, cuando los capuchinos compraron la propiedad a la viuda de Azuela, fueron derribadas  por los mismos frailes. Emilio Arce recuerda todas las casas que había y a todos los vecinos que vivieron en ellas, un total de siete vecinos. “Los frailes lo tiraron todo, y aquello que teníamos nosotros se hundió cuando la guerra porque era viejo”, se refiere a la casa donde él y sus seis hermanos nacieron. Recuerda bien la disposición de las viviendas, también al vecino que vivía en el molino, “un tío mío que se casó con un hermano de mi mujer, que sembraba también las tierras de la granja; ahí tenía las mulas. Quitao que a Ojeda, los he conocido a todos [los vecinos]. Y sigue describiendo: “Aquí había cuadras…, aquí vivía el del bar y el hortelano  [se refiere a la casona], aquí salía el bar…, por aquí había una entrada….”.

¿Un bar?


VENTORROS EN VILLARGÁMAR, EL DE OJEDA Y EL DE LA POLILLA

Lo que leéis, queridos amigos: ¡un bar! Pero no un bar cualquiera, entonces no se llamaban bares, se los conocía como ventorros, y eran merenderos, algunos amenizados con organillos, que se ponían a las afueras de la ciudad. María Cruz Ebro cita media docena de ellos en sus Memorias de una burgalesa (“El Charro”, “La Sangre”, “Frutos”, “Pachobarri”, “Fuente Bermeja”, “El Capiscol”), y los burgaleses más mayores recordarán bien El Ventorro Madre Juana, en la carretera de Arcos, o el de La Hogaza, en la carretera de Villarcayo cerca del cruce con Fresdelval, por citar dos muy conocidos. Según cuenta Emilio, en Villargámar hubo dos ventorros, uno era el de Ojeda, que debía tener su acomodo en la casona, era regentado a principios del siglo XX por Félix Ojeda y Casilda Carcedo (Diario de Burgos, 5/2/2012) y fue germen de lo que hoy es el afamado restaurante Ojeda de la capital burgalesa. “Se fueron de aquí en 1914, se marcharon de aquí a donde están ahora -cuenta Emilio.  No sé cuándo vinieron aquí. Aquí tenían el bar. El primer bar que tuvo Ojeda era aquí. Lo sé porque venía un día en el periódico, y porque un hijo de uno de los Ojeda que está en la Caja Rural y que tenía mucha amistad con él, un día vino con su madre y me dijo “aquí teníamos unas parras”, y le dije: “mira donde están”.

Después de que Ojeda abandonara Villargámar, para asentarse en su actual ubicación, el ventorro pasó a manos de un tal Avelino, “Yo conocí a uno que se llamaba Avelino, recuerda Emilio, uno que cogió el bar después.  No sé cuánto estuvo, porque cuando la guerra le mataron por comunista.  Un poco sí le conocí, vivió en la misma casa que vivió Ojeda”.


Casona de Villargámar por el lado Este
En esta parte de la casona vivió un hortelano.
"Por un lado de la casona estaba la vivienda del ventorro, 
y por el otro estaba la de un hortelano", 
así lo recuerda y conoció Emilio.


Emilio Arce señala el lugar donde estuvo el ventorro
de Ojeda, y el de Avelino.
"Abajo de aquella ventana estaba la cocina".


     El casi centenario nos habla de otro ventorro junto a la Granja Villargámar: “Ahí abajo, en esa casa que está medio hundida, o hundida del todo,  había otro bar, el Ventorro la Polilla, que  le llamaban así a la que lo llevaba, “La Polilla”. Tuvo su sentido la ubicación de este ventorro junto al Camino de Villargámar, pues era lugar de paso para los que de Villacienzo y Renuncio se dirigían a Burgos y sus ferias, y en su momento pudo servir a los muchos obreros que trabajaron en la construcción del ferrocarril Santander-Mediterráneo.





Probable lugar donde estuvo el ventorro de La Polilla (foto de finales del XIX).
Entonces la canalización del agua no era como ahora.
En la imagen de Cortés se aprecia el muro de la Granja en muy buen estado,
además de tres personas con atuendos propios de la época. 


MUJERES EN “MONTE SANO” PELANDO YEROS EN LA NOCHE

Emilio Arce no solo trabajó las tierra de Villargámar, tenía además fincas en las laderas de Monte Sano, junto al  Polvorín de la Rebolleda, y necesitó de obreras para trabajarlas: “Yo he llevado a montones de mujeres, llevaba to los años a las fincas mías. Igual las tenía [contratadas] quince o veinte días, allí y aquí. Las contrataba por aquí, de todas las mujeres de los barrios que había por aquí viviendo. Las había del Hospital del Rey, las había de la fábrica sedas y las había de[l barrio] San Pedro. Ellas mismas se encargaban [de buscar las obreras], si necesitabas diez, ellas se encargaban, se lo decías a una y ella llamaba a otras. Yo las llevaba para arrancar los yeros, a últimos de julio, que entonces se quedaban secos y ya no los podías regar (porque entonces no había máquina pa regar), para arrancarlos. Venían igual a las cuatro [de] la mañana o a las cinco, de noche, porque en el momento que les daba el sol [a los yeros] ya se desgranaban. Solo eran mujeres. Se traían el bocadillo, y a la hora de almorzar, si estaban ocho horas, pues media hora [para comer]”.


Mujeres trabajando en Monte Sano a finales del XIX (Archivo Cortés)


 

Ruinas de molino junto al camino de Villargámar.
Llegó a molturar fécula de patata 
 (Fuente: Diccionario Madoz). 


 

 

1 comentario:

  1. Sigue interesantisimo el artículo, ya tengo fichados la casona y el molino, para algún día...

    ResponderEliminar

Solo se admiten comentarios constructivos. Los comentarios anónimos, o irrespetuosos, no serán publicados, tampoco los que no estén correctamente identificados.