domingo, 2 de enero de 2022

CAÑADAS MURADAS Y CAMPANAS DE BARRO EN MOZUELOS


FOTOGRAFÍAS: Vereda y macetas en Mozuelos de Sedano (Tomadas en diciembre de 2021)

Una de las cuatro cañadas de Mozuelos.
Aunque arruinados, se observan los dos muros
que la demarcan. 


Después del reciente amanecer solsticial en el dolmen de La Cabaña, del que en reciente entrada os hablé, queridos amigos, me acerqué a Mozuelos, uno de los 64 pueblos del silencio que hace más de veinte años me ocuparon y dolieron. El motivo: seguir los anchos callejos murados que entonces llamaron mi atención, seguirlos de principio a fin para intentar comprender la utilidad que tuvieron. Cuando los vi esa primera vez, en gran parte arruinados, supuse que convergiendo en el pueblo y llegados del páramo debieron servir para conducir el ganado de manera ordenada, tanto en los momentos de salida a los apriscos y lugares de pastoreo al amanecer como en los de su recogida en el pueblo al atardecer. Me faltaba, no obstante, la confirmación a mis suposiciones, y esa la obtuve en una charla mantenida con Ángel González, un ex-vecino de Mozuelos que, residente ahora en una ciudad del norte, vuelve siempre que puede a encontrarse con el pueblo silencioso de sus amores. Mi suerte fue encontrarle en aquella tarde invernal, cuando el sol postrero peinaba la nieve de los lejanos Picos de Europa. Me confirmó que dichos callejos fueron lo ya dicho, que recibían el nombre de “veredas”, o "cañadas" que estas eran tres y que a la situada en el centro se la conocía como “la principal”. Me dijo, así mismo, que esta, además de para el tránsito y recogida ordenada del ganado, fue utilizada también como camino por los vecinos de algunos pueblos situados al sur de Mozuelos para acceder a Sedano y sus ferias, Masa y Nidáguila, fundamentalmente.  Los nombres de dichas cañadas eran: Los Olmos, El Pedregal, La Santiruela y El Cotejón. 
        Desconozco, o no recuerdo, otros lugares de Burgos en los que se manifiesten semejantes callejos pecuarios con dicha finalidad, motivo por el que me atrevo a valorarlos y sugerirlos como elementos de incuestionable interés etnográfico.


Dos macetas de barro como campanas de la iglesia

Lo he dicho en este Cajón de Sastre en más de una ocasión: siempre en cada pueblo, en cada uno que visitemos, podemos encontrarnos con algo que puede sorprendernos. En esta visita a Mozuelos mi sorpresa fue encontrarme con algo ciertamente insólito, nada más ni nada menos que dos macetas de barro en el campanario de la iglesia sustituyendo a las campanas de bronce que en su día tuvieron. ¿Unas campanas de barro? Como lo cuento. Al parecer, las originales, tras la despoblación sufrida por Mozuelos, fueron presa de los ladrones de iglesias, quedando desde entonces el campanario desnudo. Pasaron los años, y cuando el pueblo comenzó a recuperarse, tímidamente, de su abandono, a alguien se le ocurrió la brillante idea de instalar dichas macetas de barro, con badajo incluido. Y la cosa debió tener su éxito, pues me cuenta Ángel que el sonido que producen, al ser accionadas con la pertinente cuerda, es perceptible incluso desde el interior de las casas.


Campanario de la iglesia de Mozuelos con campanas de barro

 

Dos macetas haciendo de campanas

 

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