viernes, 21 de septiembre de 2012

CAMINOS DE SANTA CASILDA (II) POR REINOSO, UN ITINERARIO DE LEYENDA


En Quintanavides confluyen
dos caminos de peregrinaje. 

Reinoso.
Peñas de los Huevos

Reinoso.
Peñas fantasmales, lugar para otear horizontes. 

Camino de Santa Casilda.

Quedaron grabadas en la roca
 las ruedas del carro en el que viajaba la santa..

FOTOGRAFÍAS: Camino de Santa Casilda (Tomadas en septiembre de 2012). 



Ya vimos en reciente entrada una de las rutas que desde la ciudad de Burgos llevaba o lleva a Santa Casilda. Hoy, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, os traigo una nueva ruta por la cual se llega al santuario de la reconvertida mora. Se trata de un itinerario que fue muy seguido por devotos de los pueblos aledaños al Camino de Francia, un itinerario con evocaciones a la santa e indudable interés paisajístico. Parte de Quintanavides, lugar en cuyo callejero se puede ver una placa que señala la dirección a seguir. Y algo asombroso, junto a esta placa se ve también la concha de los peregrinos santiaguinos, lo que no deja de ser una curiosa coincidencia, pues sugiere que el paso de Quintanavides nació con vocación doblemente peregrina. Pero sigamos. Desde este soleado pueblo-camino se llega a Reinoso, tras haber pasado por Revillagodos, pueblo de notables resonancias y gran heráldica. En Reinoso se abandona el asfalto, es la hora del calzado peregrino. Se empieza a ganar altura, se enfila una amplia senda de tierra, hoy reconvertida para maquinaria agrícola. Al poco, aparecen las Peñas del Huevo, lugar mágico donde los haya, con testigos rocosos de figura fantasmal y aires dolménicos, donde alguien se entretuvo, un legendario  día, arrojando huevos contra ellas hasta erosionarlas. Observad, querido amigos de este baúl de recuerdos, que esta leyenda la encontramos también en muchos lugares de la geografía burgalesa y nacional, que peñas abiertas o  agujereadas a huevazos las encontramos en Peñahorada, en Huidobro, en Corro, por citar sólo algunos ejemplos. El poder de los huevos y de la fábula. Y sigue la senda por balcones de aire y despejado panorama; a la izquierda, los Montes Obarenes, difuminados por la bruma, en el lado opuesto, la Demanda serrando el cielo, y en medio, la Bureba del pan, tres hitos geográficos que marcan señorío en Burgos. Sigue el camino: no tarda en aparecer una vieja y borrosa tablilla con flecha indicadora y el nombre de la santa, es la dirección correcta, es jalón para los devotos que caminan a Buezo con su pierna y brazo de cera, con sus trenzas, con sus cuadros. Y pronto se llega al paso de la leyenda casildiana, lugar entre riscos calizos en cuya estrechura quedaron grabadas las ruedas del carromato en el que viajaba la santa cuando se dirigía a Buezo. Hoy estas huellas están borradas, pues el camino viejo, ya digo, se transformó en tiempo moderno. Observad también, amigos de lo insólito, que huellas de otros personajes famosos de nuestro pasado quedaron igualmente  grabadas en otros lugares burgaleses y nacionales, llámense Roldán, El Cid o el apóstol Santiago. Y aquí me paro, veo que el camino sigue y sigue entre trigales, jalonado por molinos eólicos, esos gigantes que nacieron como hongos de locura, hasta llegar al santuario, pronto se juntará con el que viene de Burgos por San Pedro de la Hoz, y con otro que viene de Quintanavides. Pero esa puede ser otra entrega. 



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