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En el horizonte está Nocedo.
Nocedo han dejado atrás, pisan firme con tesón,
soñando en poder volver, todavía sin llegar,
portillos de infierno, nieblas de perdición,
los muleros avanzan, cabalga el mayoral.
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Fuente Tistierna (cerca de Villalta). |
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Pueblo abandonado en el Páramo de Masa.
Ya asoma Villalta, parador de nunca más,
es mitad del camino, pronto la noche caerá.
hay que llegar a Poza, antes del estrellar,
los muleros avanzan, cabalga el mayoral.
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Camino de Nocedo a Poza. |
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Reflejos en el páramo. |
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Mirador sobre el diapiro.
Salineros de Poza, que ya bajan los muleros,
mirad por Alto Oero, antes que dejéis la sal,
vienen del ancho páramo, descansar quieren sin más.
los muleros avanzan, cabalga el mayoral.
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FOTOGRAFÍAS: camino Nocedo-Poza de la Sal. Fuente Tistierna. Villalta. Caja de los Espejos. Mirador de La Bureba sobre el diapiro. (Tomadas en septiembre de 2013). Contraluz en el monumento a Félix Rodríguez de la Fuente en el portillo de Poza. (2008).
... Los muleros de “El Peseta”,
con su mayoral al frente de la reata, tras dejar atrás Nocedo, continuaron su
larga marcha en dirección a Miranda de Ebro. Pero esta ciudad en feria de marzo
(San José) aún quedaba lejos. A punto de caer la tarde, todavía sus decididos
pasos estaban llegando a las proximidades de Villalta. Apuraron el paso por el
camino recto de Nocedo a Poza para llegar a buena hora a la villa salinera,
donde habrían de pasar la noche, su única noche en la ruta. Llegados a Fuente
Tistierna, es muy probable que salieran del camino para dar de beber a su
reata. Ni un segundo más. Y bien que Villalta estaba a la vista, con el viejo Parador de Agustín González, pero allí nada se les había perdido.
Atravesaron la carretera Burgos-Bercedo y continuaron por el camino del Páramo
de Masa, espiritual llanura, sobre pisadas que ya conocían bien, las suyas de
los años anteriores. No muy lejos han visto ya el Alto Otero, y lo agradecen.
El sol acababa de esconderse allá por la Peña Amaya, con rojo atardecer un día,
con nieve de tempestad otro. El portillo de Poza por fin estaba a su alcance.
Abajo, algunos salineros, reparadores de última hora, vieron cómo bajaban por
la cuesta, en fila de a uno, el mayoral montado en su caballo y el criado en la
yegua, con el cencerro conductor, delante; la reata mular, en orden militar,
detrás. Cuando llegaron a la villa pozana, la noche era total. Allí cenaron,
allí durmieron...
En la retrospección no hemos dado cuenta del bosque de molinos eólicos
que hoy ha crecido en el páramo, despistando el camino de los muleros que ahora
seguimos. Un bosque de metal que algún día, después de siglos de dar vueltas, o
de menoss años, se convertirá en chatarra para desguace. ¿Quién lo desguazará
entonces? Su murmullo al girar rompe hoy el sosiego del páramo, aunque los
contraluces de la tarde embellecen el horizonte. Una construcción de piedra,
chapa oxidada y espejos, en una ladera del Alto Otero, parece puesta para
emitir señales y contactar con inteligencias de otros planetas. ¿O quizá es una de obra
de arte, o un multiplicador de molinetes? Demos rienda a la imaginación. Para rematar el camino,
asomémonos al mirador de La Bureba y soñemos, ¿habrá otro tan extraordinario?
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Contraluz en el portillo de Poza de la Sal. |
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