lunes, 18 de febrero de 2013

PISADAS EN LA ROCA

Pisadas encima de la casamata.



Las pisadas se pierden en un pequeño cantil.

Las pisadas podrían
corresponder a un 38 o 39.

Las pisadas siguen un paso normal. 

FOTOGRAFÍAS: Pisadas en la roca junto a una casamata. (Tomadas el 15-2-2013).

Seguro que lo que voy a contaros hoy, queridos amigos y seguidores de este Cajón de Sastre, tiene una explicación totalmente normal, sin ningún misterio milenium ni nada que se le parezca. Pero lo cierto es que desde el pasado viernes, cuando pretendía llegar con unos amigos a Robredo de las Pueblas y la nieve nos lo impidió, dejándonos a medio camino, sigo soñando con un descubrimiento que nos dejó atónitos. La nieve, en efecto, nos interceptó, pero no fue obstáculo insalvable para que, caminando sobre ella, llegáramos a un alto cerro desde el cual se divisaba un amplísimo panorama del norte burgalés. Todo era blanco a nuestro alrededor. Sobre los montes nevados de la Mata Nela, Vega Nela y las Peñas de Montoto reinaba (o al menos nosotros así lo percibíamos) una espesa e inevitable bruma de silencio y guerra. Y es que, en mi caso, no podía dejar de pensar en exploraciones pasadas, cuando seguí las huellas del Frente que en 1937 quedó establecido en estos montes. Recordaba graffitis de los italianos (que digo yo que, qué pintaba gente del Laccio o el Piamonte, perdida en estas brañas, tan lejos de novias y familias), las casamatas y trincheras de piedra y hormigón desperdigadas en cuetos y pandos, muretes de fusiles y ametralladoras, noches estrelladas de balas y silencios rotos, de miedo y dolor. Todo se agolpaba en mis recuerdos de veinte años atrás. Umm, creo que me estoy metiendo en un jardín que me llevaría muy lejos. En realidad, lo que quería contaros es lo que, con nuestros mismos ojos, pudimos ver grabado o inscrito en la roca  de aquel cerro, cerca del camino de Robredo y junto a una casamata de la guerra: nada más, ni nada menos, que ¡once pisadas humanas, de pies descalzos, hundidas sobre la roca arenisca! Ante ellas, no pudimos por menos que pensar en las icnitas de dinosaurios, tan prolijas en la provincia de Burgos, y en las pisadas del hombre prehistórico que tuvimos la fortuna de descubrir en Ojo Guareña en 1969. ¿Pisadas humanas sobre la roca arenisca, sedimentaria y con muchos millones de años? ¡Asombroso! ¿Qué era aquello, una broma?  Once pisadas en la roca, consecutivas y marcando el paso de un humano normal, cuya secuencia se interrumpe en un pequeño cantil. Once pisadas perfectas que, añadiendo más misterio al asunto, se encontraban pintadas de blanco. Once pisadas humanas junto a una casamata de hormigón, quizá un viejo puesto de mando. Unimos nuestros esfuerzos y no encontramos explicación alguna. Descartado que las pisadas no pudieron ser hechas en el momento de blandura del material ahora rocoso, sólo quedaba la opción de que alguien tuvo que esculpirlas en tiempo más reciente, y de que ese alguien tuvo la santa paciencia de hacerlo con sumo cuidado y perfección (no hay ninguna desbaratada, lo que hubiera sido normal de ser hechas con alguna herramienta punzante). Y entonces, ¿quién pudo ser? ¿Quizá un soldado de aquellos que hicieron guardia sobre los luceros en la casamata? ¿Quizá aquel José Gómez, cuyo nombre aparece en un graffitti dentro de la casamata y fechado en 1937?  Probablemente, pues las huellas parece que se marcaron con calcetines. Lo del pintado de blanco debe ser aún más reciente. Pero, ¿y si fuera un performance de algún artista moderno? No parece lógico. Ahí quedan los interrogantes, queridos amigos, para que soñéis.    



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