domingo, 26 de abril de 2015

VENTANAS DE LA TRASHUMANCIA EN HUERTA DE ARRIBA



Cuesta me hizo. Alabado sea el Santísimo Sacramento, año 1686


Fabricaron esta casa Francisco Fernández de la Cuesta
 y su mujer Ana Pérez Gil de la Cuesta y Segura, año 1724  


Cuesta me hizo


Cuesta me hizo, 1655


Una ventana para el Santo Oficio


Jesús, María y José sean conmigo.
Francisco García de Santa Coloma, Comisario del Santo Oficio


FOTOGRAFÍAS: Ventanas en Huerta de Arriba (Tomadas en abril de 2015)


Buscaba un roble gigante en las monumentales dehesas de Huerta de Arriba y los Tolbaños, del que me habían hablado, y me salieron al paso una serie de ventanas con escudo y leyenda, de cuya condición llevamos un buen número guardado en este Cajón de Sastre. Debo decir que en un primer momento me sorprendió observar tantas ventanas historiadas en Huerta de Arriba, y además con escudo, pues con tales características me parecían más propias del Alto Ebro que de cualquier otro lugar burgalés. Quedé sorprendido en un primer instante, ya digo, pues pasar de repente del chip arbóreo que me llevaba al de la hidalguía castellana, suponía un cambio para el que no iba preparado. Pronto, sin embargo, me di cuenta de que estaba en campos de lana y trashumancia, y que aquellos alardes en las ventanas debían recordar a los ricos mercaderes-ganaderos trashumantes que debieron vender sus vellones a las fábricas de Ezcaray, Pradoluengo, Canales y otras, y que llegaron a alcanzar la condición de hidalgo en los siglos XVII y XVIII.  Hoy, amigos de  este Cajón de Sastre, cuando veáis estas ventanas blasonadas recordad a los pastores que marchaban con sus rebaños de miles a la Extremadura, donde pasaban los  meses de invierno dejando la sierra triste y oscura; recordad a los Mayorales, a los pastores rabadanes, a los pastores zagales, a los pastores temporeros, a los pastores compañeros... con sus mastines. Asomaos a estas ventanas y recordad a todos los vecinos de aquel Huerta de Arriba trashumante, pues casi todos se dedicaron a la guarda y custodia del ganado, salvo algunos profesionales, como el herrero, el sastre, el zapatero, los tejedores, el tabernero... 

Entre las que aquí dejo, donde se reconoce el apellido Cuesta,  se encuentra la ventana central de una casona que perteneció al Comisario del Santo Oficio,  Francisco García de Santa Coloma, seguramente relacionado también con el negocio de la trashumancia.


lunes, 20 de abril de 2015

CESTAS DE PIEDRA PARA LA COLADA EN ARROYO DE SAN ZADORNIL


Lavadero con cestas de piedra para la colada y lugar para el fuego

Lavadero cubierto en Arroyo de San Zadornil

Piedra lejiera en Treviño


FOTOGRAFÍAS: Lavadero de Arroyo de San Zadornil. Piedra lejiera en Treviño. (Tomadas en junio de 2007).

  
Bien es sabido que en un tiempo no tan lejano, antes de las lavadoras modernas, en el medio rural se utilizaron cestas vegetales para la operación de blanqueo de ropa con ceniza. Era lo que con rigor se llamaba la colada. Básicamente, consistía en introducir la ropa lavada en una cesta apoyada sobre una piedra lejiera, echar sobre ella ceniza líquida y hervida, dejándolo a dormir hasta el día siguiente, que es cuando se sacaba la ropa y se “tendía al verde” con continuos riegos de agua para el perfecto blanqueo. Esto era así en prácticamente todos los pueblos. ¿En todos?, no, en todos no. En Arroyo de San Zadornil, en lugar de vegetales tenían cestas de piedra. Y tenían dos, una grande y otra más pequeña, situadas ambas en la misma boca del lavadero. Con estas cestas de piedra se servían todos los vecinos, bajo un pertinente orden y control de utilización. Y precisamente por eso, por ser de piedra, han llegado hasta nosotros, cosa que no debe suceder con las de mimbre, de las que aún estoy por ver una.
Para el hervido de la ceniza, generalmente en calderas de cobre, este singular lavadero cubierto contaba también con un lugar casi anexo para el fuego; aún hoy se ve con nitidez una especie de semicírculo donde se llevaba a cabo la operación. 
El conjunto tiene, pues, alto valor etnográfico. Los vecinos lo saben y lo miman, como miman también todo el conjunto urbano, donde es un placer perderse




miércoles, 15 de abril de 2015

LA ESCUELA DE BAÑUELOS, LOS NIÑOS IMPRESORES (VI)


Asistentes a las I Jornadas posan junto a la escuela

Imprimiendo como los niños de Benaiges

Enlazados para un homenaje 

Sombras proyectadas sobre otras sombras


FOTOGRAFÍAS: En la Escuela de Bañuelos. En La Pedraja (abril 2015, Sergi Bernal). 


           De esta manera titulé y publiqué, recientemente en este Cajón de Sastre, una serie de cinco entradas. Las guardé en el Cajón bien dobladitas,  con la sensación de haber acabado una obra sobre la que ya no habría de volver, como en tantas ocasiones y en tantos temas me viene sucediendo. Craso error. Hay algo magnético que te atrapa en la historia de Antonio Benaiges, el maestro que prometió el mar a sus alumnos y que no pudo cumplir con su promesa porque le quitaron la vida al pie de una fosa común en el Monte de la Pedraja, en 1936. Hay algo magnético, ya digo. La tela de araña creada en torno a la figura de este maestro ejemplar, su escuela y sus niños impresores es ya tan grande y envolvente que por mucho que uno lo intente no puede escapar. Así, su poder de atracción me llevó el pasado fin de semana a vivir las Primeras Jornadas de la Asociación Escuela Benaiges en Bañuelos de Bureba. Fue impresionante. Vi docentes llegados de distintas partes de España, de Cataluña, Madrid, Zaragoza... Vi a niñas y niños de cincuenta y más años imprimiendo con la técnica Freinet, ilusionados como los pequeños alumnos de Benaiges, esperanzados porque la escuela de Bañuelos va a ser recuperada como museo pedagógico, un destino digno en el que ni los más optimistas hubieran pensado hasta hace bien poco. Vi alegría e ilusión, mucha ilusión. ¿Y si esta escuela llegara a convertirse en un referente nacional, en un lugar de peregrinaje? ¿Acaso no lo es ya? La Asociación Escuela Benaiges, de Bañuelos, suma día a día nuevos adeptos y está consiguiendo cosas imposibles de creer para este humilde pueblo burgalés escondido entre lomas peladas.

Como complemento a las entradas anteriores dejo aquí un testimonio fotográfico de las primeras jornadas. impresionante fue lo vivido el domingo en torno a la fosa de la ignominia en La Pedraja: las palabras, los silencios, la canción dedicada, las sombras de los numerosos asistentes, cogidas de la mano y proyectadas sobre los enterrados, los familiares de Benaiges sintiendo aquel abrazo...


Una canción para Antonio Benaiges,
en el Monte de la Pedraja,
bajo su retrato.


martes, 14 de abril de 2015

EL DRAGÓN COMEPIEDRA, CUENTO



El cuerpo del dragón


Otra vista del dragón

No parece el dragón que fue

El dragón paralizado


FOTOGRAFÍAS: Obtenidas y manipuladas en abril de 2015

Durante muchos años el dragón Comepiedra atemorizó a los viandantes que osaban adentrarse en el desfiladero. Su enorme dentadura trituradora producía tan espantosos rugidos que hacían levantar la boina al más valiente.  Había comido gran parte de la montaña y no le era bastante. Cuando tenía hambre y pedía almuerzo, sus bramidos eran tan sobrecogedores que paralizaban la vida en la comarca. Tenía esclavos que le suministraban comida arrancada a la montaña, pero nunca se saciaba y pedía más y más piedra, su voracidad no tenía límite, parecía que quisiera comerse toda la sierra. “¡Chuletas de piedra, quiero más chuletas de piedra!”, pedía a sus esclavos a gritos y a todas horas. De tanto devorar, el estómago del dragón se resentía con frecuencia y violencia, vomitando entonces grandes guijarros de fuego al camino, con gran peligro para los arriesgados transeúntes que se veían obligados a pasar bajo su aliento.

La situación llegó a oídos del Rey, quien ordenó a su hijo, el príncipe Administraco, que pusiera remedio. Le dijo: “Hijo mío, tienes que ir a matar el dragón Comepiedra, nuestros súbditos nos lo demandan y además está dejando al reino sin la montaña que nos provee de caza. Llévate la espada mágica, la de papel envenenado, y cuando por la noche la bestia esté dormida y tenga la lengua fuera, se la clavas. Así lo hizo tu hermano Oficiacos con otro dragón que hace años asoló también el reino y con magníficos resultados”.

Obediente, el príncipe Administraco se apostó una tarde detrás de unos peñascos hasta la llegada de la noche. Y cuando vio que el dragón había caído rendido, espatarrado sobre sus propios vómitos de piedra, se acercó sigilosamente y le hundió la espada de papel en la lengua, que tenía más de dos metros de larga y descansaba babeante sobre una losa. El dragón apenas si se despertó, de tan letal que era el papel envenenado, ya nunca más volvería a comer montañas. Su enorme cuerpo quedó allí tendido hasta que el rey ordenó que le abrieran las carnes de piedra y que sajaran su perversa alma. Desde entonces, su esqueleto fue disminuyendo poco a poco, ante la dolorida mirada de la montaña herida.


Falta lo que comió el dragón

Su apetito fue insaciable


miércoles, 8 de abril de 2015

TEJEROS LLANISCOS EN BURGOS, LOS HOMBRES DEL BARRO

           
Valle de Ardisana, tierra de tejeros

Una tejera sin actividad en el Valle de Ardisana


FOTOGRAFÍAS: Valle de Ardisana. Vibaño. Tejera de Pino de Bureba. Cubillo del Campo (Tomadas en abril de 2015). Fotos de época en tejera de Pino de Bureba (posibles de los años cincuenta, cedidas por Carmen Balmori en Vibaño). 

Pino de Bureba, Quintanabureba, Briviesca, Cabañas de Virtus, Condado de Valdivielso, Cubillo del Campo, San Mamés de Abar, Villalibado..., son nombres que recuerdan a laboriosos asturianos que trabajaron el barro en Burgos durante más de un siglo, quizá dos, quién sabe si más. Decir tejeros en estas tierras es sinónimo de asturianos. No hay tejera en la provincia que no esté asociada a tejeros asturianos. Cuantas veces me encontré con tejeras abandonadas en los pueblos burgaleses, cuantas veces me hablaron de ellas, indefectiblemente salían a relucir asturianos que las regentaron o las trabajaron. ¿Y quiénes eran aquellos asturianos que trabajaron el barro en Burgos, haciendo tejas y ladrillos sin descanso? ¿Y por qué quienes desarrollaban el oficio de tejero eran asturianos y no de otras regiones de España? ¿De qué lugar o lugares de Asturias procedían, acaso de toda Asturias? Eran preguntas que muchas veces me hice, en realidad cada vez que me encontraba con las ruinas de una tejera. Ahora, por fin, mi ignorancia no es tanta. Sin habérmelo propuesto, en un reciente viaje al Concejo de Llanes con un grupo de amigos, fui a dar al corazón mismo de los tejeros, al centro geográfico irradiador del cual salía cada año legión de hombres del barro en distintas direcciones.

MADREÑEROS EN INVIERNO, TEJEROS EN VERANO

A finales de abril se producía la diáspora, los pueblos se quedaban sin hombres, las mujeres y los niños quedaban solos y compraban en las tiendas de fiado hasta la vuelta de maridos y padres. De Llanes, de Posada, del Valle de Ardisana... En el invierno los hombres hacían almadreñas para venderlas en los mercados, era su pobre modo de vida, y con la primavera salían hacia las tejeras que conocían, o que se iban a montar, de león, de Palencia, de Cantabria, de Burgos... Unos iban ya contratados, por ser conocidos de otros años, otros a la aventura. A veces se desplazaban en tren, a veces en bicicleta, incluso había quien lo hacía andando, todo dependía de las épocas y las posibilidades. Era gente sacrificada. Podían salir en cuadrilla, o un padre con hijo o hijos para iniciarlos, o en solitario por atajos de cajoneiros y afiladores. A últimos de abril se despedían de esposas y madres hasta el otoño. Lo expresaba muy bien Manolo, un vecino de Malatería: Los hombres se marchaban y las mujeres quedaban al cuidado de lo que quedaba del campo, unas patatas, unas alubias..., y los animales, tres o cuatro vaquinas de leche. Mi madre quedaba con los hermanos menores pal colegio, que ya te digo, éramos siete, y los mayores se iban. Marzo o abril marchaban, y en octubre o noviembre volvían”.



Vibaño, lugar de madreñeros y tejeros


TRABAJANDO CON LAS ESTRELLAS

Ya en las tejeras de Castilla ninguna comodidad les esperaba, solo el polvo de las barreras, el implacable sol de la meseta y largas jornadas de trabajo, que se prolongaban no de sol a sol, sino desde las últimas a las primeras estrellas. En algunas tejeras ni siquiera un lugar o chamizo donde dormir les esperaba, las primeras tejas eran para hacerse un techado, y como colchón, trozos de césped arrancados de donde lo había. Así era en los primerizos días en las tejeras más humildes. Y sin embargo, era gente alegre y cantarina, lo dicen aquellos que les vieron trabajar semidesnudos. Y tenían su particular manera de hablar, su jerga, que llamaban “la xíriga”, la que desde hace algunos años encomiablemente se recoge y enseña en Llanes para que no llegue a perderse; los tejeros más veteranos son los que orgullosamente la enseñan. Es una jerga que fue utilizada con la misma intención que la que guiaba al habla de los canteros, o de los caldereros ( Bron), o de los zapateros (mansolea)..., guardar secretos profesionales o de otra índole, autodefensa, despistar al man (el amo)... “procurábamos hablar pa que la otra gente no nos entendiera. [como los canteros] sí, y como los caldereros. Los caldereros también tenían su jerga, yo oí algunas palabras”. Crearon su mundo oculto con el habla, sin por eso llegar a ser ninguna secta.


IMÁGENES DE TEJEROS EN PINO DE BUREBA


Tenían cocinera los hombres del barro


Algunos eran casi niños

No les faltaba el buen humor

Trabajaban de estrellas a estrellas

Trabajaban semidesnudos

Entre ellos debían hablar en xíriga

Tejas para secar

Tejas al sol

Ladrillos dispuestos en el horno


Sacando tierra para hacer el barro




CERÁMICA SAN MARTÍN, DE PINO DE BUREBA

No hay que buscar mucho por la zona de Llanes para encontrar teyerus (tejeros), están por todos los lados. Pude encontrarlos en Poo, en Posada, en Vibaño, en Los Callejos, en Malatería... Pero me interesaba alguno que hubiera trabajado en alguna tejera de Burgos, y eso tampoco fue tarea difícil, pues encontré algunos que trabajaron en la de Pino de Bureba, una de las más importantes de la provincia. Decir Pino de Bureba en tierras llaniscas es nombrar un destino seguro de los tejeros asturianos. Con más de un siglo de antigüedad, la gran “Cerámica San Martín” es ahora un sitio solitario y desolado. Dejado de producir tejas y ladrillos hace más de veinte años, abierta a todos los vientos, sufre el mal de la expoliación y la ruina. Seguro que si Evaristo Concha, a quien encontré en Vibaño y que durante tres años trabajó como encargado en esta tejera, la viera en su estado actual de deterioro sentiría melancolía, no en vano el barro de aquí fue durante mucho tiempo el pan de su familia, como también lo fue de gente del mismo Pino y Cornudilla. Impresiona ver ahora el emporio tejero sin actividad, con los secadores vacíos, los hornos apagados, las techumbres derrumbándose, los taludes de barro recordando extracciones pasadas. ¿Dónde quedan los cientos de camiones cargados de ladrillos y tejas que de aquí salían, dónde los cuerpos semidesnudos bajo el sudor ocre del barro? En cierto modo, Evaristo Concha fue un privilegiado entre los tejeros que llegaron de Asturias a Pino, pues durante algún tiempo (1958, 59 y 60) le acompañaron su mujer y su hija y tenían su propia vivienda para alojarse. Carmen Balmori, su esposa, no trabajaba el barro, solo miraba cómo aquellos hombres que hablaban la xíriga “trabajaban de luz a luz; con las estrellas se levantaban y con las estrellas lo dejaban... Se iban a la cama a las tantas de la noche, y a veces, en medio de la noche, había que cargar un camión enorme que venía de hacer ruta en dirección a Bilbao”.



Aspecto actual de la tejera de Pino de Bureba, antigua "Cerámica San Martín"





Tras el cese de actividad llega
             el abandono y la ruina.

¿Molino de tierra?

Bocas de horno en tejeras


TEJERAS DE CUBILLO DEL CAMPO

          Antes de trabajar en la de Pino de Bureba, Evaristo Concha, siguiendo una saga familiar de tejeros y siendo casi un niño, estuvo en otra tejera de Burgos, concretamente en una de Cubillo del Campo: “La tenía un señor que tenía un bar que estaba en la carretera general [de Burgos a Soria]. No me acuerdo cómo se llamaba aquella venta. Yo estuve allí, tenía catorce años, así que sería en 1952..., ya llovió”. Por sus palabras, parece evidente que Evaristo se refiere a una tejera que hubo justo enfrente de la venta que se encontraba a la entrada de Cubillo. Hoy la venta, nacida en 1876, como se expresa en una inscripción en el dintel de entrada, y que tantos carreteros serranos alojó, se encuentra cerrada, en realidad está así desde hace aproximadamente 60 años; y de la tejera apenas si se pueden ver algunos restos. Pero la huella de Evaristo quedó impresa en aquel barro burgalés.


Cubillo del Campo.
En primer término se pueden apreciar los restos una tejera 

Una venta a la entrada de Cubillo, junto a la carrtera

Dintel de la entrada a la venta.
Luce un porrón y un queso, más una data: 1876.


          Y no fue la tejera de la carretera la única que hubo en Cubillo del Campo. Hubo otra más antigua, perteneciente al Concejo de este lugar, de cuya presencia apenas si quedan algunos túmulos y hondonadas cubiertos de verde césped, así como restos de ladrillos y tejas desparramados aquí y allá en superficie. Sobre lo que fue el horno ahora se levanta el depósito de aguas de Cubillo. Es más que probable que quienes trabajaron el barro en esta tejera fueran, en algún momento, igualmente asturianos, pero no tengo constancia segura de ello. Dos ancianos que la conocieron en activo me contaron que disponía de un solo horno, que servía también para hacer cal, y que este se alimentaba con leña de encina que los mismos vecinos llevaban con carros de bueyes. Me contaron también que, por ser la tejera del municipio, los que la trabajaban estaban obligados a entregar 40 tejas a cada vecino cada año.



Huellas de la antigua tejera municipal de Cubillo del Campo.
 En el lugar que ahora ocupa el depósito de agua
se encontraba el horno. 


Los llaniscos fueron tejeros hasta que se produjo la gran emigración de los años sesenta a los países europeos, Alemania, Suiza, Bélgica... Desde hace algunos años, Evaristo y otros veteranos tejeros reviven sus tiempos del barro enseñando la xíriga en Llanes, incluso han llegado componer y editar un diccionario de esta lenguajerga, la que debió escucharse en las tejeras de Burgos durante muchos años. Pero esa sería otra historia. 

Con mi agradecimiento a los llaniscos
Carmen,  Evaristo, Nacho, Pancho y Manolo. 



TEJEROS LLANISCOS EN BURGOS, LOS HOMBRES DEL BARRO

           
Valle de Ardisana, tierra de tejeros

Una tejera sin actividad en el Valle de Ardisana


FOTOGRAFÍAS: Valle de Ardisana. Vibaño. Tejera de Pino de Bureba. Cubillo del Campo (Tomadas en abril de 2015). Fotos de época en tejera de Pino de Bureba (posibles de los años cincuenta, cedidas por Carmen Balmori en Vibaño). 

Pino de Bureba, Quintanabureba, Briviesca, Cabañas de Virtus, Condado de Valdivielso, Cubillo del Campo, San Mamés de Abar, Villalibado..., son nombres que recuerdan a laboriosos asturianos que trabajaron el barro en Burgos durante más de un siglo, quizá dos, quién sabe si más. Decir tejeros en estas tierras es sinónimo de asturianos. No hay tejera en la provincia que no esté asociada a tejeros asturianos. Cuantas veces me encontré con tejeras abandonadas en los pueblos burgaleses, cuantas veces me hablaron de ellas, indefectiblemente salían a relucir asturianos que las regentaron o las trabajaron. ¿Y quiénes eran aquellos asturianos que trabajaron el barro en Burgos, haciendo tejas y ladrillos sin descanso? ¿Y por qué quienes desarrollaban el oficio de tejero eran asturianos y no de otras regiones de España? ¿De qué lugar o lugares de Asturias procedían, acaso de toda Asturias? Eran preguntas que muchas veces me hice, en realidad cada vez que me encontraba con las ruinas de una tejera. Ahora, por fin, mi ignorancia no es tanta. Sin habérmelo propuesto, en un reciente viaje al Concejo de Llanes con un grupo de amigos, fui a dar al corazón mismo de los tejeros, al centro geográfico irradiador del cual salía cada año legión de hombres del barro en distintas direcciones.

MADREÑEROS EN INVIERNO, TEJEROS EN VERANO

A finales de abril se producía la diáspora, los pueblos se quedaban sin hombres, las mujeres y los niños quedaban solos y compraban en las tiendas de fiado hasta la vuelta de maridos y padres. De Llanes, de Posada, del Valle de Ardisana... En el invierno los hombres hacían almadreñas para venderlas en los mercados, era su pobre modo de vida, y con la primavera salían hacia las tejeras que conocían, o que se iban a montar, de león, de Palencia, de Cantabria, de Burgos... Unos iban ya contratados, por ser conocidos de otros años, otros a la aventura. A veces se desplazaban en tren, a veces en bicicleta, incluso había quien lo hacía andando, todo dependía de las épocas y las posibilidades. Era gente sacrificada. Podían salir en cuadrilla, o un padre con hijo o hijos para iniciarlos, o en solitario por atajos de cajoneiros y afiladores. A últimos de abril se despedían de esposas y madres hasta el otoño. Lo expresaba muy bien Manolo, un vecino de Malatería: Los hombres se marchaban y las mujeres quedaban al cuidado de lo que quedaba del campo, unas patatas, unas alubias..., y los animales, tres o cuatro vaquinas de leche. Mi madre quedaba con los hermanos menores pal colegio, que ya te digo, éramos siete, y los mayores se iban. Marzo o abril marchaban, y en octubre o noviembre volvían”.



Vibaño, lugar de madreñeros y tejeros


TRABAJANDO CON LAS ESTRELLAS

Ya en las tejeras de Castilla ninguna comodidad les esperaba, solo el polvo de las barreras, el implacable sol de la meseta y largas jornadas de trabajo, que se prolongaban no de sol a sol, sino desde las últimas a las primeras estrellas. En algunas tejeras ni siquiera un lugar o chamizo donde dormir les esperaba, las primeras tejas eran para hacerse un techado, y como colchón, trozos de césped arrancados de donde lo había. Así era en los primerizos días en las tejeras más humildes. Y sin embargo, era gente alegre y cantarina, lo dicen aquellos que les vieron trabajar semidesnudos. Y tenían su particular manera de hablar, su jerga, que llamaban “la xíriga”, la que desde hace algunos años encomiablemente se recoge y enseña en Llanes para que no llegue a perderse; los tejeros más veteranos son los que orgullosamente la enseñan. Es una jerga que fue utilizada con la misma intención que la que guiaba al habla de los canteros, o de los caldereros ( Bron), o de los zapateros (mansolea)..., guardar secretos profesionales o de otra índole, autodefensa, despistar al man (el amo)... “procurábamos hablar pa que la otra gente no nos entendiera. [como los canteros] sí, y como los caldereros. Los caldereros también tenían su jerga, yo oí algunas palabras”. Crearon su mundo oculto con el habla, sin por eso llegar a ser ninguna secta.


IMÁGENES DE TEJEROS EN PINO DE BUREBA


Tenían cocinera los hombres del barro


Algunos eran casi niños

No les faltaba el buen humor

Trabajaban de estrellas a estrellas

Trabajaban semidesnudos

Entre ellos debían hablar en xíriga

Tejas para secar

Tejas al sol

Ladrillos dispuestos en el horno


Sacando tierra para hacer el barro




CERÁMICA SAN MARTÍN, DE PINO DE BUREBA

No hay que buscar mucho por la zona de Llanes para encontrar teyerus (tejeros), están por todos los lados. Pude encontrarlos en Poo, en Posada, en Vibaño, en Los Callejos, en Malatería... Pero me interesaba alguno que hubiera trabajado en alguna tejera de Burgos, y eso tampoco fue tarea difícil, pues encontré algunos que trabajaron en la de Pino de Bureba, una de las más importantes de la provincia. Decir Pino de Bureba en tierras llaniscas es nombrar un destino seguro de los tejeros asturianos. Con más de un siglo de antigüedad, la gran “Cerámica San Martín” es ahora un sitio solitario y desolado. Dejado de producir tejas y ladrillos hace más de veinte años, abierta a todos los vientos, sufre el mal de la expoliación y la ruina. Seguro que si Evaristo Concha, a quien encontré en Vibaño y que durante tres años trabajó como encargado en esta tejera, la viera en su estado actual de deterioro sentiría melancolía, no en vano el barro de aquí fue durante mucho tiempo el pan de su familia, como también lo fue de gente del mismo Pino y Cornudilla. Impresiona ver ahora el emporio tejero sin actividad, con los secadores vacíos, los hornos apagados, las techumbres derrumbándose, los taludes de barro recordando extracciones pasadas. ¿Dónde quedan los cientos de camiones cargados de ladrillos y tejas que de aquí salían, dónde los cuerpos semidesnudos bajo el sudor ocre del barro? En cierto modo, Evaristo Concha fue un privilegiado entre los tejeros que llegaron de Asturias a Pino, pues durante algún tiempo (1958, 59 y 60) le acompañaron su mujer y su hija y tenían su propia vivienda para alojarse. Carmen Balmori, su esposa, no trabajaba el barro, solo miraba cómo aquellos hombres que hablaban la xíriga “trabajaban de luz a luz; con las estrellas se levantaban y con las estrellas lo dejaban... Se iban a la cama a las tantas de la noche, y a veces, en medio de la noche, había que cargar un camión enorme que venía de hacer ruta en dirección a Bilbao”.



Aspecto actual de la tejera de Pino de Bureba, antigua "Cerámica San Martín"





Tras el cese de actividad llega
             el abandono y la ruina.

¿Molino de tierra?

Bocas de horno en tejeras


TEJERAS DE CUBILLO DEL CAMPO

          Antes de trabajar en la de Pino de Bureba, Evaristo Concha, siguiendo una saga familiar de tejeros y siendo casi un niño, estuvo en otra tejera de Burgos, concretamente en una de Cubillo del Campo: “La tenía un señor que tenía un bar que estaba en la carretera general [de Burgos a Soria]. No me acuerdo cómo se llamaba aquella venta. Yo estuve allí, tenía catorce años, así que sería en 1952..., ya llovió”. Por sus palabras, parece evidente que Evaristo se refiere a una tejera que hubo justo enfrente de la venta que se encontraba a la entrada de Cubillo. Hoy la venta, nacida en 1876, como se expresa en una inscripción en el dintel de entrada, y que tantos carreteros serranos alojó, se encuentra cerrada, en realidad está así desde hace aproximadamente 60 años; y de la tejera apenas si se pueden ver algunos restos. Pero la huella de Evaristo quedó impresa en aquel barro burgalés.


Cubillo del Campo.
En primer término se pueden apreciar los restos una tejera 

Una venta a la entrada de Cubillo, junto a la carrtera

Dintel de la entrada a la venta.
Luce un porrón y un queso, más una data: 1876.


          Y no fue la tejera de la carretera la única que hubo en Cubillo del Campo. Hubo otra más antigua, perteneciente al Concejo de este lugar, de cuya presencia apenas si quedan algunos túmulos y hondonadas cubiertos de verde césped, así como restos de ladrillos y tejas desparramados aquí y allá en superficie. Sobre lo que fue el horno ahora se levanta el depósito de aguas de Cubillo. Es más que probable que quienes trabajaron el barro en esta tejera fueran, en algún momento, igualmente asturianos, pero no tengo constancia segura de ello. Dos ancianos que la conocieron en activo me contaron que disponía de un solo horno, que servía también para hacer cal, y que este se alimentaba con leña de encina que los mismos vecinos llevaban con carros de bueyes. Me contaron también que, por ser la tejera del municipio, los que la trabajaban estaban obligados a entregar 40 tejas a cada vecino cada año.



Huellas de la antigua tejera municipal de Cubillo del Campo.
 En el lugar que ahora ocupa el depósito de agua
se encontraba el horno. 


Los llaniscos fueron tejeros hasta que se produjo la gran emigración de los años sesenta a los países europeos, Alemania, Suiza, Bélgica... Desde hace algunos años, Evaristo y otros veteranos tejeros reviven sus tiempos del barro enseñando la xíriga en Llanes, incluso han llegado componer y editar un diccionario de esta lenguajerga, la que debió escucharse en las tejeras de Burgos durante muchos años. Pero esa sería otra historia. 

Con mi agradecimiento a los llaniscos
Carmen,  Evaristo, Nacho, Pancho y Manolo.