FOTOGRAFÍAS: Monumento a Félix Rodríguez de la Fuente (Tomadas el 18-2-2010)
Ahora que celebramos los “30 AÑOS SIN FÉLIX”, se me ocurre volcar aquí una consideración sobre la que llevo dando vueltas mucho tiempo.
Ahora que celebramos los “30 AÑOS SIN FÉLIX”, se me ocurre volcar aquí una consideración sobre la que llevo dando vueltas mucho tiempo.
Desde hace años, se yergue en el Páramo de Masa, en el lugar que llaman La Venta, al empezar la bajada hacia el diapiro de Poza de la Sal, un monumento al gran naturalista burgalés Félix Rodríguez de la Fuente. Se trata de un pináculo de tres caras, rematado con un ave (seguramente un buitre), con un pequeño busto del pozano más famoso en una de ellas.
El monumento en sí no es ninguna maravilla, aunque esto es opinable, desde luego, pero a mí me llama la atención por las leyendas que, grabadas en losas de mármol negro, figuran en cada uno de los lados del pináculo. Después de ver y leer dichas leyendas, uno tiene la impresión de que existe una desproporción. El monumento no es muy grande, la figura de Félix, oscura y poco reconocible ya por el paso del tiempo, es también pequeña, pero las losas de mármol son a mi parecer excesivas. Y los figurantes "impulsores" lucen también en exceso. Creo que se debería haber mostrado una cierta humildad por parte de quienes le hicieron posible. Al fin y al cabo, el homenajeado era Félix, y no el Presidente de la Junta y los demás personajes que lucen en letras grandes en una de las placas. (ver foto).
Imagino que nadie hace nada gratis....y esa es la forma de ''promocionarse'', triste pero es así...
ResponderEliminarEn el ayuntamiento de mi pueblo figura un cuadro que entregaron a los ayuntamientos que tambien colaboraron con el monumento.
En todas las épocas, los homenajeados han sido solo un instrumento, muerto, desaparecido, inexistente. El homenaje ha de repercutir siempre en los homenajeantes, que son los necesitados de enseñar su oscura cara al pueblo, a quienes están convencidos de favorecer con sus actos, pero que tienen miedo de pasar desapercibidos por su propia historia, la que ellos se afanan en escribir. Solo que, cuanto más miedo tienen de pasar sin ser nada, mayor es el tamaño de la placa que tratan de dejar, para su propia memoria, en un hito que les importa poco.
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